Entre consternados y perplejos
Crimen en la avenida de Portugal
La familia llevaba poco tiempo viviendo en la avenida de Portugal
Temprano ya se hablaba de un militar. De una niña fallecida. De diez años, decían algunos. De doce, otros. Incluso de tres muertes, incluyendo a la madre. Poco a poco se fueron conociendo más detalles. El presunto homicida trabajaba en el hospital de San Carlos. La niña era alumna del colegio San Felipe Neri, donde había terminado Sexto de Primaria esperando estrenarse en la ESO el próximo septiembre.
Había mucho desconcierto entre los vecinos. No ayudaba que la familia se hubiera mudado a este nuevo bloque el invierno pasado después de habitar antes un piso en Santa María de la Cabeza, donde se instaló al llegar desde Zaragoza por el traslado del padre. No eran demasiado conocidos aún. Vecinos de la zona y curiosos (el sitio es muy de paso) se agolpaban tras los dos cordones policiales, uno situado en la esquina de avenida Portugal con la avenida Juan Carlos I y otro en la confluencia con García Carrera. Hasta las tres de la tarde estuvo cortado el tramo de calle con las miradas puestas en el número 38, finca pegada a la tienda Corner Football, cuyos empleados tenían que ir hasta la esquina para atender a mensajeros que les traían paquetes ante la prohibición de acceder a la calle dictada por la Policía, y frente a la oficina del Servicio Andaluz de Empleo (SAE).
En la panadería de la esquina, una vecina del bloque aseguraba no haber escuchado "nada". Ni tiros ni gritos. "Conozco un matrimonio con una niña en el segundo piso. No sé si serán ellos, pero son gente encantadora. ¿Militar? No, no me suena que lo sea", explicaba. El piso donde se produjeron los hechos daba a la calle trasera, de ahí que los vecinos con balcones y ventanas a la avenida de Portugal no se percataran de lo que estaba ocurriendo. "No escuché nada, y eso que vivo encima", aseguraba también una mujer de avanzada edad justo cuando atravesaba el cordón policial para regresar a su casa.
A las 11.25 en un Renault Clio llegaba una comisión judicial encabezada por la juez titular y el médico forense. A la esquina con García Carrera acudían también dos mujeres miembros del personal del servicio Unidad Alerta de atención a mujeres víctimas de violencia, del Ayuntamiento de Cádiz. Se vieron obligadas a atender y calmar a una mujer, cuñada del fallecido, en una calle aparte, la calle Estoril, aconsejándole no acercarse al concurrido lugar donde se mezclaban periodistas y ciudadanos.
Muchos curiosos iban y venían. Otros se mantuvieron tras el cordón policial toda la mañana. Prácticamente hasta pasadas las dos y media de la tarde cuando la Policía decidió devolver a la calle la circulación habitual. Antes, a las dos y diez, familiares de las víctimas y de la madre y esposa de ambas montaban en un coche de color negro con los cristales tintados en la esquina de García Carrera y atravesaban el tramo custodiado por los agentes hasta parar el vehículo ante el número 38 de avenida Portugal. Allí esperaron que la madre, María del Carmen Cordero, subiera al coche para ser acompañada a la comisaría, donde debía testificar.
Ya en ese momento, el numeroso grupo de periodistas y curiosos se habían trasladado, rodeando la manzana, a la avenida Juan Carlos I, donde había llegado una furgoneta de los servicios funerarios para hacerse cargo del traslado de los cadáveres al Instituto de Medicina Legal en el Tanatorio Servisa. El vehículo entró por el garaje en la trasera del edificio donde se produjeron ambas muertes. Después de salir el furgón, la normalidad volvió a la circulación, aunque no al vecindario. Quedaban muchas dudas en el aire, muchas preguntas flotando entre la consternación y la perplejidad.
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