"Aquí se confundió la participación verdadera con el buenismo perolero"
Julio Anguita. Ex coordinador provincial de IU y fundador de Somos Mayoría
-Si nos centramos en la política local, todavía escuecen sus palabras pidiendo que IU no saque su nombre en campaña...
-Aquello lo dije porque no estaba de acuerdo y porque, tirando de la jerga comunista clásica, soy muy contrario al culto a la personalidad. Ellos hablan de la Córdoba de Anguita. Y yo me pregunto: ¿qué es la Córdoba de Anguita? Supongo que primero habría que hablar del equipo de gobierno municipal que hubo allí, y también de gente de la oposición. Habría que recordar el gran mérito de los concejales del Partido Socialista de Andalucía, o de los dos años en los que gobernamos juntos las cuatro fuerzas políticas como un gobierno de concentración. Y tampoco hay que olvidar el gran trabajo del funcionariado y lo bien que la gente respondió. Fue una época tensa, muy dura, pero es cierto que la Córdoba de hoy se ideó entonces. Hablar de la Córdoba de Anguita, como si yo fuese la Claudia Schiffer de la política y sacándolo todo de contexto, no me parece bien. Aquello pasó, que lo estudien los investigadores si quieren y a mí que me dejen. Que me guarden en el lugar donde se guardan a las viejas glorias.
-Usted le pidió a IU Córdoba que mire hacia el futuro.
-Sí, que lo hagan porque hay muchas cosas de las que hablar y muchos problemas que resolver. De las privatizaciones, por ejemplo, y de ciertos impuestos, y de la confesionalidad del Ayuntamiento, porque más allá de la Semana Santa y esas cosas hemos llegado a unos niveles de dependencia tremendos. Y hay que estudiar el funcionamiento de la maquinaria municipal, de las competencias, de la participación ciudadana reglada, de la transparencia o de la cultura que se ofrece. De todo eso hay que hablar a fondo y eso no lo puede suplir ningún eslogan en plan: "Devolveremos Córdoba a los cordobeses".
-¿Cómo ve a la Córdoba de hoy?
-Apática, la veo apática. Es una ciudad muy especial, de labradores, romana, tallada en una piedra en la que se suele confundir la ignorancia con el senequismo. El cordobita es el peligro número uno de esta ciudad. Esa tendencia a quedarse indolentes, a no valorar lo que se tiene, lo que los mismos cordobeses construyeron, incluso a camuflar la ignorancia de forma más o menos sutil. De otra parte, eso sí, Córdoba tiene algo que me gusta mucho: que no le gustan las zalemas. Lo que aquí funciona es lo directo. A la gente le gusta que se le hable con claridad incluso si se le tiene que decir algo duro, y eso es muy cordobés y me gusta.
-¿Cómo definiría la herencia que dejó Rosa Aguilar?
-Bueno, ustedes quieren que me coja el toro, pero sólo diré que aquí durante algunos años lo que primó fue el to el mundo es bueno y no el saber decir no cuando había que decirlo. Cuando se gobierna siempre se gobierna contra alguien, pues al subir los impuestos siempre fastidias a unos para apoyar a otros. Y hay que decir: "Esto es lo que hay y si no quieren esto pues no me voten". Aquí, durante algunas épocas, faltó esa claridad. Y también se llegó a confundir la participación democrática con el buenismo de los peroles. Esa política de gestos, de sonrisas y de peroles no la he entendido nunca ni la entenderé, porque siempre es preferible la participación verdadera al buenismo perolero. Y eso es lo que les puedo decir.
-¿Considera a Pedro García un buen candidato?
-Pues depende de lo que la fuerza política trabaje, porque parece que lo único importante son los candidatos. Por ejemplo, yo encabecé la lista siendo un auténtico desconocido. Si gané aquellas elecciones es porque el Partido Comunista tenía una implantación tremenda en la sociedad. Y su dirección estaba muy bien equilibrada entre intelectuales, profesionales y obreros, a lo que hay que unir que teníamos una relación muy buena con los grupos anarquistas o con los cristianos de base. A lo que voy es que si tienes una gran fuerza social puedes ganar unas elecciones sin que importe tanto quien sea el candidato. La Alcaldía hay que ganarla cuatro años antes.
-Usted quería que IU confluyese en Ganemos.
-Mire, yo entendí desde siempre que donde yo estoy está mi partido y no hace falta que lleve el hierro en la frente como si fuese una ganadería. Las personas convencidas de su trabajo, de lo que hacen, no tienen problema en dejar en tercer lugar los símbolos. Vale que necesitemos los estímulos litúrgicos, pero con cuentagotas, eh. Porque luego lo que hay que hacer es lo realmente importante: ponerse a trabajar con la gente. En el caso de Ganemos, Izquierda Unida aceptó las condiciones de la asamblea ciudadana, pero luego se sacó el tema de la coalición de partidos. Allí se votó y el que proponía, que era Izquierda Unida, perdió. Y no aceptó los resultados. Si te comprometes en algo debe de ser hasta el final, sin condiciones.
-¿Tendrá éxito Ganemos?
-Sí, y por muchas razones. En la población hay un gran hartazgo de todo lo que existe. El viento sopla a favor de proyecto de Ganemos. En Córdoba creo que nos vamos a encontrar un puzzle de más de cuatro partidos. Hay una corriente profunda de gente que piensa votar a Ganemos o a Podemos y que no va a cambiar de opinión así como así.
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