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Tan complicado como una playa con puertas

Los alcaldes costeros andaluces están a la espera de indicaciones más concretas por parte del Gobierno

Chiclana colocará balizas para controlar franjas de 150 metros, y su alcalde considera que lo mejor será regular lo que ya es natural

Algunos alcaldes no están de acuerdo con la Junta en que las playas abran el 25 de mayo

Dos personas en una playa de Huelva. / EFE

Tan complicado como vallar el campo es regular el uso de las playas. ¿Cómo lo hacemos?, es la pregunta que en estos momentos se hacen los alcaldes de la costa andaluza y, de momento, no tienen una respuesta, hay un primer protocolo de la Secretaría General de Turismo, pero es un documento bastante impreciso. El pasado viernes, muchos de estos alcaldes mantuvieron una reunión telemática con el consejero de Presidencia, Elías Bendodo, pero la Junta también alberga sus dudas, lo que intenta ahora San Telmo es consensuar una petición al Gobierno central y esperar que, desde Turismo, dicten un protocolo general de actuación.

Algunos alcaldes con los que ha hablado este diario aseguran que prefieren esperar unos días a que se manifieste el Gobierno central, proponen cautela ante algunas propuestas voluntaristas o alocadas que comienzan a verse en los informativos de televisión, como la de convertir a los arenales en un damero de cuadrículas delimitadas con estacas y cuerdas.

El alcalde de Chiclana, José María Román, cuyo municipio tienen una de las líneas costeras más amplias de Andalucía, parte de la base de que hay que regular lo que en cierto modo ya es costumbre en muchas playas: mantener las distancias entre grupos y dejar una franja libre en la zona de contacto del mar con la arena. Hay que hacer, no obstante, una consideración, las playas andaluzas son tan diferentes como las familias. En la zona atlántica, los arenales son más amplios y la marea es intensa, mientras que en zonas de la Costa del Sol el espacio ya es muy pequeño y el Mediterráneo no es de mucho subir.

A la espera de conocer las indicaciones de Turismo, el alcalde de Chiclana tiene planificado la colocación de balizas cada 150 metros, de modo que un operario municipal o de Protección Civil se hará cargo de la seguridad en esa franja de arena, desde el inicio de la playa hasta la orilla. En ese espacio, las personas que vayan llegando deberán guardar las distancias entre ellas y, en especial, con otros grupos y, cuando la marea comience a subir, los del primer frente pasarán atrás o se irán, ya que es con la subida del agua cuando la gente comienza a agolparse ahora, abriendo huecos en los primeros metros.

Chiclana tiene en estudio una aplicación de móvil para facilitar toda la información a los usuarios, tales como evolución de las mareas, saturación de zonas y consejos. Pero, claro, es más fácil regular el uso de la Barrosa o de Mazagón a la de una playa urbana como la Victoria, en Cádiz.

La alcaldesa de San Fernando, la socialista Patricia Cavadas, ha criticado que la Junta quiera abrir las playas el 25 de mayo, considera que dejaría varias semanas de un uso que no sería seguro. Y varios alcaldes de la costa onubense también han reclamado que la apertura se consensúe para que no haya competencia desleal.

El plan de desescalada del Gobierno deja para la fase 3 la apertura de las playas, así como la de las piscinas de uso público. La Junta quiere estén abiertas el 25 de mayo, aunque sólo estarían para recibir a un público local, ya que los desplazamientos nacionales no se permitirán hasta que todas las provincias hayan atravesado la última fase. No obstante, es un período que puede servir de prueba, al fin y al cabo, nunca nadie ha llevado a cabo algo similar.

Un compendio de estudios reunidos por el CSIC sí ha dejado claro que el riesgo del contagio del coronavirus en las playas se debe, exclusivamente, al contacto social. El virus no se transmite ni a través de la arena, porque está expuesto a una gran radiación ultravioleta, ni del agua de mar. Tampoco en aguas muy cloradas, como la de las piscinas.

El riesgo está en las personas y en los servicios de uso común, como los aseos, las duchas y los lavapiés. Lo que el Gobierno central ha propuesto en su protocolo es que duchas y lavapiés estén cerrados y que los aseos se sometan a una limpieza constante. Lo mismo cabe decir de las zonas de hamacas, de talleres y de atención a las personas discapacitadas.

En ese protocolo, Turismo recomienda calcular la capacidad segura de una playa, de modo que se cierren si se llega al límite, pero eso sólo es posible en el caso de arenales muy pequeños, los más concurridos.

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