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El comando que aterrorizó a Andalucía

La huella de ETA en Andalucía

El primero grupo estable de ETA en el sur mató a finales de los noventa al concejal Jiménez Becerril y a su esposa y dejó un reguero de bombas lapas contra ediles y alcaldes del PP

Los féretros de Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García en el Ayuntamiento / Efe
Juan M. Marqués Perales

02 de mayo 2018 - 18:27

El mando de la Guardia Civil que lo detuvo lo definió como un psicópata, un tarado con pistola, granadas, bombas lapas y explosivos. Mikel Azurmendi, alias Hankas, fue quien le pegó el tiro al concejal de Sevilla Alberto Jiménez Becerril en enero de 1998, fue el líder del comando Andalucía durante tres años, el grupo sanguinario que le metió el miedo en el cuerpo a los cargos del PP del sur de España. A partir de entonces, los alcaldes y los concejales andaluces también se acostumbraron, como los vascos, a comer de espaldas a la pared en los restaurantes, con la vista siempre hacia la puerta y protegidos por escoltas. Fueron dos de los años más terribles de ETA, los que acabaron con una tregua a la que le impulsaron todos los partidos nacionalistas ante el temor a que el espíritu de Ermua y la indignación popular por la muerte del concejal Miguel Ángel Blanco se llevase por delante al propio nacionalismo.

ETA y su entorno político habían fabricado una compleja semántica para eludir, mentalmente, lo que realmente hacían, que era matar. No asesinaban, sino ejecutaban; no secuestraban, sino detenían, y cuando dieron el salto cualitativo de matar a concejales, hablaron de la "socialización del dolor"; es decir, que no sólo caerían guardias, policías y militares, sino cargos políticos, jueces, fiscales y periodistas. ETA envío en 1995 un comando a Andalucía con ese fin, estaba liderado por Hankas y Maite Pedrosa, ambos con un currículum de muerte en varias ciudades de España. No era la primera vez que la banda intentaba montar un comando estable en el sur. La etarra Inés del Río, quien se hizo famosa por tumbar parcialmente la doctrina Parot, contó ante los tribunales que a finales de los años ochenta viajaron a Andalucía a colocar bombas en supermercados.

Pero lo de 1995 iba a ser más duro. El comando contaba con suficientes armas, explosivos e información como para poner patas arriba toda la comunidad. Fue el grupo que asesinó en Córdoba en mayo de 1996 al militar Miguel Ángel Ayllón. En agosto la Policía desactivó un artefacto explosivo junto al Parador de la Arruzafa, en la zona alta de la ciudad. También actuó en Granada, donde murió un trabajador de la base de Armilla. Pero entre los terroristas hubo graves disensiones, Hankas y Maite Pedrosa querían más atentados, pero otros dos miembros de la banda dudaban incluso de la necesidad de contar con un comando en Andalucía. Los dos primeros se marcharon a Francia a hablar con Kantauri, que era por entonces el jefe de los comandos legales. En julio de 1997, volvieron a cruzar la frontera con una agenda cargada de muerte.

Ese mismo verano, un colaborador de quien entonces era el consejero vasco de Interior, Juan María Atuxa, transmitió a un diputado socialista la siguiente información: "Agarraos, que vienen muy duros". Aznar había ganado las elecciones en 1996, y ETA volvía a intentar lo que había pretendido desde sus principios, doblar al Estado para abrir una negociación política sobre el futuro del País Vasco. Ese fue siempre su objetivo más que la propia independencia, y así se recoge de modo formal en lo que se llamó la alternativa KAS, que no era ninguna alternativa a nada, sino un programa de máximos que pasaba por el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de Euskadi. Así que 1997 iba a terminar con mucho dolor.

Hankas y sus compinches alquilaron un piso en la calle José Laguillo de Sevilla, donde colocaron su base de operaciones y en la que llegaron a contar con un verdadero arsenal de armas, granadas y explosivos. Los terroristas se movieron por toda la comunidad, obtenían la información de concejales del PP en los periódicos y la completaban con vigilancia sobre el terreno. En Granada estuvieron a punto de matar al alcalde de entonces, Gabriel Díez Berbel, y en septiembre de 1997 colocaron bombas lapas al alcalde y un concejal de Rincón de la Victoria, que se salvaron porque una vecina vio una caja con unos cables sueltos debajo de uno de los coches. También intentaron asesinar a José Antonio Lemonche, diputado provincial del PP, con otra lapa mortífera.

Según reveló Hankas ante los tribunales, ETA buscó en Andalucía el secuestro de un concejal como el de Miguel Ángel Blanco. Pudo ser el mismo alcalde de Rincón Pepín Gómez, quien antes del frustrado atentado vivió un intento de secuestro a la vuelta de un viaje a las Alpujarras. A quien citó Hankas fue a José Luis Pezzi, edil en Nerja. La idea era secuestrarlo y dar un ultimátum al Gobierno para que soltase a presos de la banda bajo la amenaza de matarlo.

En enero de 1998, el comando Andalucía asesinó al concejal sevillano Alberto Jiménez Becerril y a su esposa, Ascensión García Ortiz. Hankas y José Luis Barrios, alias Txelu, los habían visto cuando tomaban unas copas con unos amigos en un local del centro. En realidad, su objetivo era la alcaldesa Soledad Becerril, el matrimonio se cruzó en el camino con sus dos asesinos. Hankas disparó al concejal y Txelu, momentos después, a Ascensión. Aun así, el comando siguió con los trabajos para matar a la alcaldesa, llegaron a colocarle un coche bomba a su paso, pero el mecanismo que lo debía hacer estallar no funcionó.

El comando fue desarticulado meses después, el 21 de marzo.

Ese día, dos terroristas de nacionalidad francesa llegaron a las inmediaciones de Sevilla con un automóvil cargado con 240 kilos de explosivos, pero fueron detectados por la Policía y la Guardia Civil. Los otros tres miembros se refugiaron en el piso de José Laguillo, que fue tomado por agentes horas después. Tenían 700 kilos de explosivos, un arsenal de armas y un piso hecho una pocilga, según relató uno de los agentes que intervino en el asalto.

Meses después de esto, tras el verano de 1998, ETA declaró un alto el fuego, motivada por la presión de los partidos nacionalistas vascos, que se agruparon bajo el pacto de Lizarra. El PNV tuvo la oportunidad en los meses que sucedieron al asesinato de Miguel Ángel Blanco de matar políticamente a ETA, pero los nacionalistas temieron por su propio futuro.

Aznar, que llamó a ETA por aquellos días como Movimiento de Liberación Nacional Vasco, aceptó la tregua e, incluso, llegó a producirse un encuentro en Suiza. Un año más tarde, y tras aprovechar estos meses para reforzarse, ETA volvió con saña. Y con otro comando Andalucía, el que mataría al concejal Martín Carpena, al fiscal Luis Portero y al médico militar Muñoz Cariñanos.

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