Una cohabitación difícil
El resto del tintero
En el PSOE están convencidos de que sólo un Gobierno de coalición aporta la estabilidadl Los socialistas quieren prolongar el ciclo otros 12 ó 16 años, en una situación similar a la de 1996l Arenas aguantará porque no tiene 'hueco' y por la opción de que el pacto no soporte cuatro años.
LA noche del pasado domingo cayeron lágrimas azules y ciertas en la sede del PP andaluz, y la pancarta de la victoria se quedó enrollada sin desplegar sobre el balcón de la sede de la calle San Fernando de Sevilla donde Javier Arenas daba las gracias por una mayoría insuficiente flanqueado por dos ministros de Rajoy: Cristóbal Montero, de Hacienda, y Fátima Báñez, de Empleo. Los impuestos y la reforma laboral. Posiblemente, dos de los hechos que expliquen por qué el PP ha perdido algo más de 420.000 votos en Andalucía desde las elecciones generales del 20-N, demasiados apoyos volatilizados para que sólo encuentren explicación en la tradicional baja participación de las elecciones autonómicas. La fijación de las expectativas en política está cargada de peligros, y la campaña electoral del PP se pareció mucho más al paseo victorioso que la selección española giró por el país a la vuelta de ganar el Mundial de Sudáfrica que al de un partido de la oposición que debía obtener, al menos, 55 escaños. El PP ganó, pero le faltaron cinco de ellos.
En la casa socialista -el Hotel Renacimiento de Sevilla-, las lágrimas escondían otro significado; pocos -muy pocos- confiaban en materializar la única alternativa que les quedaba para seguir gobernando tras 30 años: el pacto con IU. Los sondeos fallaron, pero las israelitas -las encuestas que se hacen a pie de urna- de las 19:00 ya apuntaban a un empate. Ipsos, que realizó este tipo de encuestas para Canal Sur Televisión, no se atrevió esa noche a dar el punto más bajo de su horquilla: 51 escaños para el PP. Y fueron 50. No, la mayoría absoluta anunciada no llegó.
Durante la campaña electoral, IU decidió que votaría al candidato socialista, José Antonio Griñán, en el debate de investidura en caso de darse el milagro de la aritmética. Un acuerdo entre la IU andaluza, Madrid y el PCE se cerró con la conclusión de no repetir una experiencia como la de Extremadura, donde la abstención de izquierda permite gobernar al PP. Por eso, en el PSOE más que llorar, estaban emocionados.
Pero una vez pasados los primeros días de duelo -por el PP- y de euforia -por el PSOE-, se impone otra realidad, mucho más complicada, que exigirá bastante responsabilidad a los futuros socios de Gobierno. Esta legislatura, la que comenzará el 19 de abril próximo con la apertura del Parlamento, será la de una cohabitación difícil, sin que se pueda descartarse una conclusión anticipada.
Por eso, José Antonio Griñán, ya el lunes siguiente, habló de "un Gobierno de izquierdas" que diera "estabilidad" a la comunidad autónoma. Éstos son los dos términos imprescindibles para afrontar este escenario complicado que se abre en la Junta. El PSOE no tienen dudas: la única forma de asegurar la gobernabilidad es un Ejecutivo donde haya consejeros de IU. Las alternativas de un pacto sólo para la investidura o de legislatura es un camino ignoto y lleno de peligros. No es que IU se pudiera aliar con el PP como en Extremadura; es que cualquier año, Griñán, como ya le sucedió a Manuel Chaves en 1995, se puede enfrentar a un Parlamento que no le apruebe los Presupuestos y se vea obligado a anticipar las elecciones. Los socialistas, por tanto, están convencidos de que el Gobierno sea bicolor, pero con una línea roja clara: Griñán quiere cumplir con las cuentas del déficit del 1,5% que le exige el Ejecutivo central, aunque esté en desacuerdo con la carga que van a soportar las autonomías y vaya a mantener las demandas judiciales para conseguir una financiación mejor.
El presidente andaluz ya ha aceptado la primera condición que le ha propuesto el líder de IU, Diego Valderas: abrir una comisión de investigación sobre los ERE en el Parlamento, cuya negativa anterior por parte del PSOE ha sido un error porque ha puesto la información de este caso sólo en manos del PP y de los funcionarios que le iban nutriendo de papeles provocando escándalo tras escándalo muy bien administrados en el tiempo. Pero IU va a más, y su propuesta, en este sentido, es similar a la del PP: que debe bastar el acuerdo de dos grupos del Parlamento para crear una comisión de investigación o el establecimiento de un mínimo de peticiones de parlamentarios para abrirlas. IU también quiere una reforma de la ley electoral que aumente la proporcionalidad de la Cámara y dar más representación a los partidos minoritarios.
En IU sí hay un problema: su apuesta por el Gobierno de coalición no es tan clara. Esta formación iba dividida a las elecciones sobre las distintas opciones de pactos, pero los 12 escaños le han proporcionado a Valderas bastante poder de maniobra en una federación que, no obstante, consultará a sus bases la entrada en el Ejecutivo. En IU hay dos opiniones: la más radical, la de los que no quieren entrar en el Ejecutivo, caso del parlamentario y alcalde de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo, y prefieren mantenerse en el Parlamento dando sólo el apoyo de investidura, y los pragmáticos, básicamente dirigentes del PCE, que ven en su entrada en el Gobierno una opción para dar cobertura a su partido.
De hecho, IU le ha enviado al PSOE dos comisiones: una para negociar la investidura y los cargos del Parlamento y otro, para el acuerdo político del Gobierno. Un primer aviso de que sólo estaría cerrado el apoyo a Griñán. Y, además, todo se someterá a un referéndum de las bases.
Valderas, que se sitúa en la zona templada de la organización, necesita entregar a los pragmáticos un acuerdo ambicioso, con varias consejerías. Para convencerlos. Las dos delegaciones negociadoras se reunirán por primera vez mañana o el martes, pero en IU manejan un porcentaje: de los 59 parlamentarios que suman con el PSOE, ellos suponen el 20% con sus 12 escaños. Una fuente de IU explicó que, en caso de gobernar, no aceptarían ir de "adornos", sino que solicitarán algunas consejerías de importancia que les acerque a los sectores que les apoyan. En ese sentido, no hay que descartar Medio Ambiente, Agricultura o alguna relacionada con el Estado del bienestar, aunque este asunto aún está muy abierto.
IU también desea participar de modo transversal en las decisiones del Gobierno en su conjunto, y contar con el compromiso de que los presupuestos no mermen aquellas competencias que, finalmente, consigan. "En materia económica, por ejemplo, tenemos mucho de que hablar. O en Industria o Turismo", explicó un futuro parlamentario de IU. Es posible que Griñán reduzca el número de consejerías (ahora hay 13), por lo que IU tendría, según esta aproximación, entre dos y tres Consejerías, aunque también hay que considerar que puedan solicitar la presidencia del Parlamento. "Todo dependerá del bloque", explicó una fuente socialista.
La Ejecutiva socialista ha nombrado a tres personas para negociar con sus probables socios: Mar Moreno, consejera de Presidencia, con lo que ya apunta a que seguirá en un puesto clave en el próximo Gobierno; Susana Díaz, secretaria de Organización del PSOE-A, y Mario Jiménez, portavoz en el Parlamento. Su elección ejemplifica que la dirección andaluza del PSOE ha salido muy fortalecida de las autonómicas. El liderazgo de Griñán no admite dudas, pero una parte del PSOE-A -lo que se viene a llamar sector crítico- cree que su secretario general hará cambios ahora en la estructura del partido. No parece que los vaya a haber: Susana Díaz se ha consolidado como número dos, y prueba de ello es que será la principal interlocutora con IU. De hecho, fuentes socialistas indicaron que Díaz ya ha mantuvo contactos con la federación de izquierdas durante la campaña electoral.
Sobre el liderazgo de Griñán hay que apuntar una consideración: el elemento sustancial que le va a permitir gobernar al PSOE, y por el que se ha quedado a un sólo punto del PP, se debe a una decisión propia. Fue el presidente de la Junta quien decidió agotar toda la legislatura, no hacer coincidir las andaluzas con las generales, y esperar a que las reformas económicas de Rajoy y su modelo político hicieran mella en el electorado de centro que pudo votar a los populares en noviembre. Griñán ya había comunicado a varios secretarios provinciales que optaría a la reelección en el próximo congreso andaluz, incluso en el caso de que perdiera el Gobierno. Ahora ya no hay dudas: se presentará, posiblemente en julio, con un respaldo de las urnas. No ha ganado, pero ha resistido. Un asunto distinto es su candidatura a las elecciones andaluzas de 2016.
El presidente tiene ahora 65 años, y su idea inicial pasaba por no volver a presentarse una segunda vez, aunque esto, en el caso de los políticos, es imprevisible. De hecho, sólo un anuncio por parte suya de que éste sería su último mandato abriría una situación similar a la que vivió Chaves desde el año 2008 hasta que se fue en 2009: el PSOE estuvo más preocupado en la sucesión y de los nombres de los posibles delfines que de otras gestiones.
La idea de los socialistas, no obstante, pasa por volver a prolongar el ciclo y mantener su proyecto otros 12 ó 16 años. En 1996, Manuel Chaves ganó las elecciones en unas circunstancias similares: muchas encuestas daban a Arenas por ganador; el liderazgo del presidente era cuestionado en el PSOE por los guerristas e, incluso, él mismo transmitía cierta sensación de derrota, cuando no de falta de iniciativa. Su victoria en 1996, después de la corta legislatura de la pinza durante dos años, lo cambió, le insufló confianza, confeccionó un Gobierno más suyo, con Gaspar Zarrías en la Consejería de Presidencia, y pudo gobernar hasta ganar las elecciones de 2008.
Ahora, no hay ningún movimiento crítico activo contra Griñán. Chaves se ha encargado de solicitar a aquellos sobre los que aún tiene influencias que cierren filas para intentar prolongar el ciclo socialista. Algunos críticos con los que ha hablado este periódico confían, sin embargo, en que Griñán integre ahora a más sectores del PSOE andaluz. Los más griñanistas, por el contrario, son partidarios de que el secretario general se haga con todo el control, y promueva a secretarios provinciales afines, en especial en las provincias de Cádiz y Sevilla, donde los elementos críticos han sido más fuertes. No hay que descartar, por tanto, que los griñanistas promuevan ahora en Cádiz a Irene García, alcaldesa de Sanlúcar, como secretaria provincial en sustitución de Francisco González Cabaña, que tampoco puede presentarse a la reelección. O al actual delegado del Gobierno andaluz, José Manuel Jiménez Barrios. Y en Sevilla, al diputado nacional Antonio Prada, cercano a Susana Díaz.
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