Científicos andaluces entonan un “nunca más” para la mina de Aznalcóllar
Investigadores de cuatro universidades piden un estudio “independiente” antes de autorizarse a la nueva explotación los vertidos en el Guadalquivir
La Junta defiende que los residuos serán tratados previamente para evitar la contaminación
Un cuarto de siglo vertido de Aznalcóllar: la peor catástrofe ecológica de la historia
Veintiséis años después de la mayor catástrofe ecológica sucedida en España, la originada tras la rotura de la balsa de los desechos tóxicos de la mina de Aznalcóllar (Sevilla) que a punto estuvo de alcanzar de lleno a Doñana, la Junta de Andalucía está ultimando los trámites para explotar en el mismo lugar los recursos mineros. La reapertura de la mina, sin embargo, está provocando la reacción de la comunidad científica pese a la insistencia de la Consejería de Industria, Energía y Minas en que se cumple la normativa. La empresa que gestionará la mina defiende también que el procedimiento de los residuos nada tiene que ver con el de la corta minera que causó el desastre hace un cuarto de siglo. De aquella balsa de desechos –cuyo dique acabó rompiéndose– al sistema que propone la empresa Los Frailes, una tubería de 30 kilómetros que vierta los metales pesados con previo tratamiento al Guadalquivir, a la altura de Sevilla. Los científicos tampoco ven adecuado este método y piden un estudio independiente del estuario del Guadalquivir antes de la autorización de nuevos vertidos. Todo sea por impedir un nuevo desastre, sea por aplicar el “nunca más”.
Las reticencias de científicos y ecologistas han obligado al pronunciamiento de los responsables de la reapertura de la mina de Aznalcóllar. El consejero andaluz de Industria, Energía y Minas, Jorge Paradela, ha abundado en la seguridad del sistema de vertidos de la nueva mina, con medidas como el corte de los vertidos cuando el cauce del río esté bajo. El consejero en materia de medio ambiente, Ramón Fernández-Pacheco, ha aludido a que no se va a evacuar desechos al Guadalquivir que no hayan sido tratados previamente y que cumplan con la normativa en materia de vertidos al dominio público. Con tal fin, la empresa Los Frailes ha recordado que está prevista la instalación de una depuradora de última generación.
El problema del "tapón salino"
No lo tienen claro los investigadores. Alertan los científicos de que el sistema de vertidos que avala la Junta de Andalucía no tiene en cuenta el funcionamiento de las aguas del estuario del Guadalquivir. Un grupo de científicos de las universidades de Granada, Cádiz, Huelva y Sevilla consideran que es necesario realizar un estudio independiente de la hidrodinámica, la fisicoquímica y el funcionamiento de los ecosistemas del estuario del Guadalquivir antes de autorizar los vertidos mineros.
Es el mensaje de la declaración final de la Jornada El estuario del Guadalquivir frente a los residuos mineros. El catedrático de Ecología de la Universidad de Sevilla Jesús Castillo, avisa de las condiciones específicas del estuario del Guadalquivir, que son necesarias tener en cuenta, pues su sistema de presas y mareas favorece la sedimentación y que se retengan los contaminantes mineros. Hay un “tapón salino” que atora la salida de las aguas interiores hacia la desembocadura.
No son los únicos. Un reciente estudio publicado en Marine Pollution Bulletin ha analizado el papel de las corrientes atlánticas en la acumulación de sedimentos contaminados desde el Golfo de Cádiz hasta el Mar de Alborán. El estudio, cuyo principal autor es Albert Palanques (Institut de Ciències del Mar-CSIC), analizó los metales pesados en sedimentos acumulados en el noroeste del mar de Alborán durante los últimos dos siglos y ha encontrado que los niveles de zinc, cobre y plomo aumentaron significativamente a partir de la segunda mitad del siglo XIX, coincidiendo con el aumento de las concesiones mineras en el cinturón de pirita del suroeste de la península.
“Este estudio sugiere que los efectos de la minería en el cinturón pirítico ibérico y los potenciales accidentes en las balsas de sus residuos no sólo tienen un gran impacto sobre el Golfo de Cádiz, sino que pueden llegar al Mar de Alborán, lo cual debe considerarse en la evaluación de riesgos de las explotaciones mineras de las cuencas del Golfo de Cádiz y es crucial a la hora de plantear la reactivación de minas como Aznalcóllar o Riotinto”, expone Palanques a este periódico.
Sobre la reapertura de la mina de Aznalcóllar, cuando se cumplen 26 años de la rotura de la balsa de residuos que generó altas concentraciones de metales y metaloides en el estuario del Guadalquivir, Palanques cree que “no parece muy recomendable desde el punto medioambiental verter las aguas tratadas en el estuario, un ambiente de alto valor ecológico, muy vulnerable, cambiante y diverso y que está a las puertas del parque natural de Doñana”. Tampoco la depuración de los vertidos satisface el criterio del científico: “Aunque se consiga verter las aguas suficientemente depuradas, siempre existirá un riesgo sobre esta zona de tanta relevancia ecológica”.
Los metales viajan como sedimentos por toda la costa andaluza
Preguntado por la reapertura de la actividad en la mina del Aznalcóllar, el investigador del Institut de Ciències del Mar, organismo adscrito al CSIC, Albert Palanques prefiere remitirse a los colegas científicos andaluces que trabajan en la zona y aclara que las respuestas que ofrece a este periódico son a título personal. Aún así, Palanques no se esconde ni escurre el bulto. El investigador, que ha analizado en un reciente estudio el recorrido de los metales en los sedimentos desde el Golfo de Cádiz al Mar de Alborán, afirma sobre las medidas que harían falta para evitar consecuencias negativas en los desechos mineros de Aznalcóllar que, “para determinar las medidas o actuaciones a tomar, se debe considerar todo el conocimiento actual acerca de la dinámica y los ecosistemas del estuario, del medio costero, del Golfo de Cádiz y de la transferencia hacia el Mediterráneo, además de analizar los informes técnicos y científicos asociados al proyecto”.
Palanques, como el resto de la comunidad científica implicada, cree urgente la realización de un estudio científico-técnico amplio e independiente y, en caso de llevarse a cabo el proyecto de vertidos, “adoptarse medidas de control constante a cargo de instituciones independientes para detectar a tiempo los problemas que pudieran presentarse”.
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