El cicerone de Doñana

Gorbachov, Helmut Kohl, Mitterrand, Blair, Felipe González, Aznar, Zapatero, reyes y duques... es la nómina de los otros viajeros del parque

Pérez de Ayala y la presidenta del Parlamento con el libro de Doñana.
Juan M. Marqués Perales / Sevilla

24 de enero 2010 - 05:04

Doñana siempre ha sido una buena posada, y José María Pérez de Ayala, su cicerone actual. En el año 1979 recaló en el parque para encargarse de aquello que el científico José María Valverde recomendaba a sus discípulos: Doñana podrá blindarse con muchas leyes de protección, pero mientras no lo conocieran sus vecinos, buena parte de los españoles, de los europeos y los más influyentes de la sociedad su futuro no estaría asegurado. Y Pérez de Ayala se ha dedicado a éstos, a los influyentes, y en su lista hay tantos nombres como especies de aves vuelan en el parque: Gorbachov, Kohl, Tony Blair, el Rey, Mitterrand, los presidentes González, Aznar y Zapatero...

El Parlamento andaluz acaba de editar Viajeros de Doñana, un volumen en el que se reproducen algunas de las firmas y dedicatorias que estos insignes huéspedes dejaron en los libros de visitas del palacio de Doñana y de las Marismillas, y las ha hecho acompañar de las fotografías de Pérez de Ayala, el cicerone que un día cambió la escopeta de caza por la cámara de fotos. "Yo no soy fotógrafo, yo hago fotografías como un aliciente para salir al campo, un motivo para levantarte antes del amanecer", cuenta Pérez de Ayala bajo el sol de Bajo de Guía.

Con la prudencia del buen hospedero, el fotógrafo ha accedido a contar algunas de sus impresiones de estos personajes en su paisaje. Como a él, a la hoy vicepresidenta de Economía, Elena Salgado, también le gustan los amaneceres, aunque en el Cerro de los Ánsares, justo cuando los gansos acuden muy temprano a esta inmensa elevación blanca para triturar con la arena las castañuelas que han comido en las marismas. Salgado es, sin duda, una de las más andarinas que ha pasado por el parque, aunque Javier Solana y, sobre todo, José Borrell no se quedan atrás.

Tony Blair llegó a Doñana pocas horas después del Viernes Santo de 2008 en el que se firmaron los acuerdos de Stormont, que supusieron la desaparición del IRA. "Aznar había invitado a la familia de Blair esa Semana Santa; en Inglaterra había algunas amenazas que se podían cumplir si no se llegaba a un acuerdo sobre Irlanda del Norte, y se vinieron para acá. Cuando Blair llegó, el dueño del Mirador en Bajo de Guía se le acercó con unas copas y una botella de manzanilla, y ésa fue la foto que dio la vuelta al mundo", recuerda Pérez de Ayala. De hecho, Blair escribe lo siguiente en el libro de visitas: "Gracias por cuidar de mi familia tan magníficamente".

Aznar fue el segundo presidente que comenzó a pasar vacaciones en Doñana. Felipe González fue quien inauguró esta tradición que también ha seguido José Luis Rodríguez Zapatero, aunque tanto este último como Aznar residieron en el palacio de las Marismillas, un edificio más cercano a Sanlúcar, donde la imponente mesa que hay en una de sus dos estancias sirvió para exponer el cuerpo del anarquista Buenaventura Durruti después de caer de un tiro en la Ciudad Universitaria de Madrid. Y es que la mesa provenía de un palacio que la familia Morenés -antigua propietaria de Marismillas- poseía en Madrid y que fue incautado durante la Guerra por la CNT.

González llevó a las marismas a algunos de los líderes que forjaron la nueva Europa. "Kohl era un hombre tan campechano como parecía; a Felipe le regaló un camión todoterreno, un Mercedes que ahora se usa mucho en la Estación Biológica", recuerda Pérez de Ayala. Gorbachov llegó un día de calor africano, y fue González el que le hizo el regalo, mucho menos costoso que el Mercedes de Kohl, pero casi tan eficaz como el vehículo para andurrear por Doñana: unos pantalones cortos, que el ex presidente de la URSS se llevó de vuelta a Rusia. Y Mitterrand -el hombre que ahora sabemos que temía tanto la caída de la URSS como a la reunificación alemana- pasó sólo una jornada, durante la que se encontró entre los pinares con unos asombrados escolares franceses.

A la pregunta de quién de estos líderes fue el que más le impresionó, Pérez de Ayala es taxativo:

-"Personalmente, Felipe González. Es con quien más trato he tenido, le gustaba mucho el campo y conducir, y siempre andábamos trabajando de un sitio para otro, era su modo de evadirse. A lo mejor había que quitar un palmito de 26 pies porque estaba en medio de un cortafuegos, y ahí echábamos horas con los escoltas para trasplantarlo a otro sitio, para que no se perdiera, y de hecho, ese palmito está ahora sembrado en el Centro de Recepción del Acebuche".

El escrito que González dejó en el libro de Doñana da el punto exacto de lo que debió suponer para él aquellas estancias: "Es lo único que eché de menos cuando salí del Gobierno". "Sí, eso se lo he escuchado a él dos veces por televisión", responde Pérez de Ayala, a quien es inevitable preguntarle por la vuelta de Felipe a Doñana, aunque ahora como presidente del consejo de representación. "Desde luego, él sabe muchísimo de Doñana", defiende.

González volvió al parque muchas veces después de dejar de ser presidente. Aznar no repitió. "Disfrutaba mucho; en Marismillas estaba encantado, lo comentaba por las tardes", relata Pérez de Ayala. En el caso de Aznar, es que como si al dejar voluntariamente la presidencia, también hubiera decidido separase de todo lo que ello significaba, incluido Doñana. Zapatero sigue visitando el parque. "Es un buen deportista -sigue-, corre bastante por la playa, pero de verdad, hay días que hasta se hace 20 kilómetros".

Algunas de las personas que han dejado su impronta en los libros de visitas ya ha desaparecido, caso del catedrático Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA, o de Loyola de Palacio, ex vicepresidenta de la Comisión Europea. "Loyola me impresionó, cogía los problemas de frente, la he visto hablar con alcaldes de los pueblos más pequeños de España, siempre contestaba", apunta Pérez de Ayala.

Doñana, como aconsejó Valverde, seguirá existiendo, aunque su sino le llevará a coexistir permanentemente con sus peligros. "¿Qué cuál es el principal problema del parque? -responde Pérez de Ayala a una pregunta concluyente- Muchos, quizás el exceso de vehículos, y no es que estén incontrolados, pero hay demasiados".

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