Andalucía confirma su vulnerabilidad frente a futuras sequías

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El último informe de la ONU sobre cambio climático constata la previsión de menos precipitaciones en el sur peninsular

La ONU alerta de que el planeta elevará más de 3º C la temperatura este siglo si no hay políticas más firmes

Un pantano de la provincia de Málaga, casi vacío antes del último temporal.
Un pantano de la provincia de Málaga, casi vacío antes del último temporal. / Efe

Incendios, olas de calor, temporales que destrozan los paseos marítimos y... sequías. Ese escenario poscapocalíptico que muchos creyeron propio de un relato de ciencia ficción hace décadas empieza a confirmarse en la realidad cotidiana. Lo siguen advirtiendo los científicos y lo confirma la evidencia. El cambio climático, el proceso de calentamiento global acelerado por la acción del ser humano, ha dejado de ser un peligro del futuro para convertirse en una amenaza del presente. En ese contexto, Andalucía se presenta como una de las regiones del mundo más expuestas a los efectos del calentamiento global.

Es lo que se desprende del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, centrado en las medidas necesarias para mitigar el calentamiento global para cumplir los objetivos climáticos establecidos en la cumbre del clima de 2015 en París. Ahora, como quedó constancia en anteriores informes, la región andaluza vuelve a figurar en una región en estado de emergencia.

El texto del sumario técnico del informe alerta, en efecto, de que Andalucía vuelve a postularse como la región mas vulnerable de Europa frente a las futuras sequías. La gestión del agua permanecerá por tanto siendo uno de los problemas sustantivos de los agricultores, las administraciones públicas y, en general, todos los andaluces. El agua se confirma como el foco de conflictos del futuro, pero sólo es un ejemplo. Casi todos los modelos climáticos, según refleja otro apartado del informe del IPCC, proyectan una tendencia para el sur peninsular y la región mediterránea de clara reducción de precipitaciones.

El objetivo del Acuerdo de París, fruto de aquella cumbre de finales de 2015, pretende la limitación del aumento de temperatura por debajo de 1,5 ºC para 2100, umbral que, según los autores de los informes del IPCC, no debería superarse si el mundo quiere evitar los efectos más negros del cambio climático. Incendios, olas de calor, temporales, sequías y, naturalmente, sus consecuencias. Extinción de especies, pérdida de la biodiversidad, escasez de alimentos o empobrecimiento de la población. Los especialistas temen, sin embargo, que ese límite de temperatura se sobrepase antes de 2040. La urgencia consiste en procurar la disminución en el uso del gas, el carbón y el petróleo, los combustibles fósiles.

Veronika Huber, investigadora alemana y colaboradora honoraria en la Universidad Pablo de Olavide, no duda en definir de "emergencia grave" el estado del planeta, sin olvidar las amenazas para Andalucía. No hay soluciones fáciles. Tampoco lo es el compromiso. De entrada, insiste Huber, estudiosa de la materia climática y participante en el informe del grupo 2 del IPCC publicado en febrero, resulta perentorio acometer una bajada de los denominados gases de efecto invernadero. Entre ellos, el dióxido de carbono (CO2), que flota con la vitola del más peligroso. No sólo por sus efectos en el daño al medio ambiente sino por su capacidad para permanecer siendo nocivo por un elevado periodo de tiempo, algo que no ocurre tan acusadamente con otros gases. El CO2 es el principal detrito que desprende de la combustión del carbón, el gas y el petróleo, que es igual que decir que es el principal detrito resultante de deambular en coche o volar en avión.

Emegencia climática

A Andalucía la presentan como una de las regiones más vulnerables frente al cambio climático. Para ilustrarlo, Huber muestra un gráfico. La explosión de la temperatura media en los últimos cien años ha sido abrumador. "Y para finales del siglo XXI se espera una subida de más tres grados", añade antes de explicar que tal incremento supone casi la mitad del aumento medio de temperatura al que estuvo sometido el planeta en el periodo posterior a la última gran glaciación. De eso hace 20.000 años. La diferencia entre ambos periodos, la de hace miles de años y la del último siglo, es la misma comparación que hay entre un mesa y pared. "Nos estamos catapultando fuera de la estabilidad del clima en la que se asentó la civilización humana", remata esta experta en factores climáticos.

El último informe del IPCC, que está siendo difundido por el movimiento de científicos por el clima, certifica los escenarios más pesimistas. El problema, vienen a insistir los investigadores, es que por ahora no sale a la luz un verdadero plan B. "Tampoco hay un planeta B", matizan. Limitar a 1,5ºC el calentamiento en 2011 se antoja, según los cálculos, una misión imposible. Nada habrá que hacer sin una reducción profunda de las emisiones. Lo comenta Huber y lo señala el nuevo informe del IPCC de la ONU.

Pero en tanto se extiende la conciencia de la emergencia, los temporales seguirán desbaratando los chiringuitos de Málaga y las administraciones públicas se seguirán viendo obligadas a elaborar planes de sequía para las escaseces futuras. Y lo que vendrá.

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