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Los cachorros de ETA que ensangrentaron el verano del 2000

El fin de ETA

Igor Solana y Harriet Iragi mataron a Martín Carpena, Portero y Cariñanos, después de pasar por la escuela de terrorismo de la banda en las calles vascas

El concejal del PP, Martín Carpena.
Juan M. Marqués Perales

03 de mayo 2018 - 11:22

Ni Igor Solana ni Harriet Iragi habían sufrido represión durante el franquismo. Nacieron con la democracia en ciernes. Ni sus familias padecieron persecución ni tuvieron problemas económicos para integrarse en una sociedad próspera y estudiar en la universidad, uno Derecho, el otro Ingeniería.

Sin embargo, ambos jóvenes acumularon tanto odio inoculado en ambientes donde se mezclaban la ideología y la diversión que fueron capaces de matar en sólo tres meses a sendas personas en Andalucía: el concejal del PP malagueño Martín Carpena, el fiscal jefe de Andalucía Luis Portero y el médico y militar sevillano Antonio Muñoz Cariñanos. Fue en el verano del 2000, la Guardia Civil ya había desarticulado hacía dos años un comando Andalucía, pero estos cachorros de ETA, ‘jarraitxus’ formados en la ‘kale borroka’, volvieron a poner en jaque a las fuerzas de seguridad hasta que fueron detenidos en una persecución por el barrio sevillano de la Macarena la noche del 16 de octubre.

ETA había conseguido el relevo generacional. Históricos como Kantauri, jefe de los comandos, fueron quienes reclutaron a Igor Solana y Harriet Iragi, que tenían 26 y 23 años en el momento de su detención. Igor había sido detenido con anterioridad por dar una paliza a un policía vasco en uns fiestas y Harriet había participado en actos violentos de protesta por la huida de Josu Ternera, otro de los jefes de ETA que llegó a ser parlamentario de la comisión de derechos humanos en la Cámara de Vitoria. Los dos pasaron unos meses en la cárcel, y después huyeron a Francia, donde Kantauri les dio el paso desde Jarrai, las juventudes empleadas en el terrorismo de baja intensidad en las calles, a formar parte de un comando con destino a Andalucía. Del ‘kalimotxo’ y la quema de cajeros pasaron a las pistolas y las bombas lapas.

A mediados de julio del 2000 asesinaron al concejal malagueño José María Martín Carpena, delante de su esposa y su hija. Los tres iban esa noche al pregón de la Biznaga, y el edil carecía de escolta porque ni estaba amenazado. Los dos terroristas también intentaron matar con un artefacto explosivo al vicesecretario general del PSOE andaluz, José Asenjo, que salvó la vida porque no se accionó el mecanismo. En octubre, Solana e Iragi, que se movían por Andalucía en autobuses de línea y hasta en bicicleta, asesinaron al fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Luis Portero, y el 16 de ese mismo mes, al doctor Antonio Muñoz Cariñanos en su consulta sevillana. Fue después de matar a Cariñanos cuando se emprendió una persecución para detenerlos, que se pudo salvar satisfactoriamente porque los viandantes indicaban a los agentes por donde huían los pistoleros. Ya en el barrio de la Macarena, se detuvo a Igor Solana y se hirió a Harriet Iragi, que caería preso de la policía en una calle cercana al Parlamento andaluz después de la una de la madrugada.

No sólo cometieron esos asesinatos. Había colocado varios artefactos en la Costa del Sol y a tres militares sevillanos le pusieron en sus coches una tartera con explosivos debajo del asiento del conductor. Era un método nuevo que no funcionó. Una de sus víctimas viajó con la bomba desde Sevilla hasta Chipiona, y fue en el pueblo gaditano donde descubrió que había una tartera debajo de su asiento, aunque en un primer momento pensó que era el costo que su esposa le había preparado. José Manuel Velázquez Vázquez volvió a nacer a sus 44 años. Estos dos fueron quienes le enviaron una bomba escondida en una caja de puros al periodista Carlos Herrera.

Igor Solana y Harriet Iragi siguieron con su carrera de terroristas dentro de las cárceles, bronquistas, amenazadores, todavía en las fiestas de Bilbao en 2016, en una de las casetas que siguen montando asociaciones abertzales, los recordaban en unos carteles. Igor estuvo a punto de escaparse de una cárcel manchega, y años después iba a participar en una fuga espectacular en la prisión de Huelva. Unos etarras iban a robar un helicóptero a punta de pistola para sacarle a él y a Jorge García Sertucha, implicado en un intento de asesinato del rey Juan Carlos. La operación se abortó porque los planes se habían encontrado entre los papeles de Thierry, uno de los últimos grandes capos de ETA.

Solana declararía, después, que se había caído del plan porque prefería seguir en prisión para reagruparse con su compañera sentimental, también presa, con quien había tenido un hijo. De Iragi se supo que había participado en una riña con funcionarios en la cárcel de Córdoba, donde también estaba Henri Parot.

Después de desarticular este comando, ETA no volvió a contar con una base estable en Andalucía. Sin embargo, a finales de la primera década de este siglo intentó actuar en la comunidad desde Portugal, donde pretendía reorganizarse después de perder definitivamente el santuario francés. En Ayamonte se encontró un coche abandonado con explosivos y entre sus planes figuraba hacer volar el cuartel de la Guardia Civil de Zahara de los Atunes. El ministro del Interior de entonces, Alfredo Pérez Rubalcaba, era también diputado por Cádiz, fue el ministro que terminó por derrotar a la banda.

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