El bambi que desayuna carne cruda
JOSÉ Luis Rodríguez Zapatero ya puede reunirse consigo mismo. No le hace falta nadie más, los tiene a todos en el Gobierno o en el jubileo. Tan sólo nueve años después de que accediera a la Secretaría General del PSOE, concentra en su persona todo el poder que en su día sumaban Felipe González y Alfonso Guerra. Hay quien se atreve a jurar que su frialdad roza el cero absoluto, que por sus venas no corre sangre, sino hielo, y que acostumbra a desayunar carne cruda todas las mañanas: la astucia de un zorro envuelta en el pelaje moteado de un dulce bambi. Por eso causa mayor asombro. Ahora, la salida de Chaves, pactada y elegante, aunque no se entendería sin ese concepto sacro que el ya ex presidente de la Junta tiene de su partido.
A ZP ya no le queda ninguno de esos barones territoriales que se engrandecieron durante el declive electoral del PSOE. Ni Rodríguez Ibarra, jubilado en sus tertulias y artículos de prensa; ni Maragall, apartado, primero, por sus veleidades nacionalistas y, después, por su propia enfermedad; ni José Bono, que con su excepcional concepto de sí mismo no pudo resistirse ni al Ministerio de Defensa ni a la Presidencia del Congreso; ni Manuel Chaves, instalado ahora en su sillón de vicepresidente de Política Territorial como ocaso a sus 19 años de presidencia de la Junta. A diferencia de lo ocurrido con Rafael Escuredo y José Rodríguez de la Borbolla, Chaves no ha sido forzado a dejar Andalucía. Ni mucho menos, él mismo estaba buscando una salida, y Zapatero se la mostró el 11 de marzo pasado, y el 23 ya la tenía cerrada con su sucesor, José Antonio Griñán.
A pesar de la insistencia con la que se ha subrayado que Chaves es un hombre imprescindible para esta nueva etapa, su papel en el nuevo Gobierno no distará mucho del que ejerce como presidente del PSOE federal. Será un referente histórico en el nuevo Ejecutivo, un bálsamo de sensatez entre tantas ocurrencias y experimentos sin gaseosas, una persona con ascendencia entre los presidentes de las comunidades socialistas, pero su puesto en Madrid tiene mucho de simbólico. De hecho, el área de función pública se la lleva María Teresa Fernández de la Vega, de ahí que su cargo, el cuarto en la jerarquía del Ejecutivo, tenga cierto aire de jubileo: ahora se va a poder dedicar a la política sin las ataduras de la gestión.
Porque, claro, eso es lo que le ha reclamado Rodríguez Zapatero. Así lo ha seducido. Él debe ser la persona que saque al Gobierno del atolladero autonomista, el que recomponga las alianzas con los nacionalistas ahora que la Lendakaritza de Patxi López amenaza con abocar al PSOE a la convocatoria anticipada de elecciones. Porque ése es el temor: que la falta de apoyo parlamentarios impida gobernar. Varios socialistas consultados opinan que en el año 2010 no habrá demasiados problemas, porque confían en que la responsabilidad se imponga y la oposición deje que España ocupe la Presidencia europea sin sobresaltos.
Pero ése va a ser el objetivo de Manuel Chaves sobre el papel. La realidad puede ser otra. O no, depende de él y de lo que Zapatero le tenga reservado ahora que lo ha acogido en su seno. Sus preferidas, Fernández de la Vega y Elena Salgado, gozan de codos afilados y huesudos. O el propio Zapatero: quien acostumbra a solucionar los grandes entuertos al margen de sus ministros.
Y es que en Andalucía, todos los socialistas con los que este medio ha conversado a lo largo de esta tumultuosa semana alaban la sucesión en la persona de José Antonio Griñán, pero salvo excepciones pocos encajaron en un primer momento ese puesto jerárquico con el que se ha conformado Chaves después de presidir 19 años la Junta y de retirarse con mayoría absoluta.
Sí, el nuevo Gobierno es más zapaterista si cabe: sigue mandando Fernández de la Vega; al cansado Pedro Solbes le sustituye una mujer sin su solidez económica, pero muy eficaz (consiguió poner en marcha en un solo mes el plan de inversiones en los 8.000 municipios españoles) y muy de Zapatero. Chacón, su supuesta sucesora sigue en Defensa; entra Trinidad Jiménez, una de sus fans; Rubalcaba, que es de la cultura del otro PSOE, sigue recluido en Interior preso de sus propios éxitos, y José Blanco consigue su caprichito de quedarse con Fomento. Ea, el secretario de Organización al frente del Ministerio más inversor.
Frío, Zapatero lo tenía muy preparado. Hace ya más de un mes, comunicó a la dirección del grupo parlamentario socialista que el día 14 de abril, aniversario de la proclamación de la II República, quería reunirse con todos los suyos en el Congreso. El martes le explicará los cambios ministeriales. Esta Semana Santa no descansará en el Palacio de las Marismillas de Doñana. Le ha pedido a sus nuevos ministros que trabajen en la organización de sus departamentos todos estos días de fiesta, y él ha querido dar ejemplo.
Pero la salida, sin rempujones pero con cierto riesgo de apoltronamiento para Chaves, ha tenido una contrapartida. La elección del sucesor no ha sido impuesta. Griñán era desde las pasadas elecciones el preferido por la dirección del PSOE andaluz. La preocupación de Madrid era que el cansancio que el electorado comenzaba a mostrar hiciera peligrar el poder en Andalucía, y la designación de Griñán ha sido impecable: sin dudas, es el consejero con mayor preparación. Viceconsejero desde 1982, varias veces ministro, consejero y actualmente vicepresidente primero, el "tal Griñán", como erróneamente pronóstico Pedro J. Ramírez un día, es buen comunicador, tiene muy fundamentada su concepción de la izquierda en la equidad del servicio sanitario y es un tanto jacobino en su concepción de España. Chaves lo nombró de facto sucesor cuando en 2008 le dio una vicepresidencia que hasta ahora sólo ostentaba Zarrías.
Aquel día lo señaló con su dedo. Todos los movimientos de Zarrías a favor del consejero Francisco Vallejo han sido inútiles. Como los de otros con Mar Moreno. O como los que se postulaban a sí mismos, como Magdalena Álvarez. Chaves y la dirección del PSOE andaluz, con Luis Pizarro a la cabeza, han conseguido su fin: elegir el sucesor. Y el ex presidente, sin que él lo admita, le deja un margen importante de maniobra al llevarse a Madrid a Gaspar Zarrías y todos los suyos, gente, por lo demás, bastante valiosa.
Ahora comienza la era Griñán. Tiene banquillo, pero tiene un problema. Al PSOE le han hecho más daño históricamente sus divisiones internas que la propia gestión. A Chaves nadie le rechistaba. Pizarro controlaba el partido con una mano de hierro que llevaba el anillo real del presidente. ¿Qué ocurrirá ahora? La entrada de Pizarro en el próximo Gobierno andaluz añade más dudas sobre ello, de no ser que se opte por un modelo similar al de Zapatero: un Ejecutivo para gestionar Andalucía y para mandar sobre el partido.
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