Una antigua tradición que ilumina el solsticio de verano
Contenido ofrecido por Iryo (VOL. III)
Iryo, con el Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.
A través de ocho reportajes, repasaremos los rasgos distintivos de prácticas y expresiones legadas por nuestros ancestros y entregadas a las generaciones futuras:
La fiesta de las Fallas de Valencia
La fiesta de los patios de Córdoba
Fiestas del fuego del solsticio de verano en los Pirineos
PRÓXIMOS REPORTAJES
El misterio de Elche
Los "castells"
Cetrería
El flamenco
El canto de la Sibila de Mallorca.
Bajo el abrazo imponente de la cordillera de los Pirineos, se ocultan valles que parecen atrapados en el tiempo, conservando siglos de tradición y un aura de misterio alimentado por su aislamiento geográfico. En medio de este paisaje montañoso, surge un vínculo que une a más de 60 pueblos dispersos entre Aragón, Cataluña, Andorra y el sur de Francia: las Fallas del Pirineo.
Estas festividades, reconocidas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, encuentran en el elemento del fuego su hilo conductor. Cada año, cuando el solsticio de verano se asoma en el horizonte, estas comunidades se preparan para honrar al astro rey y celebrar el cambio de estación con una simbólica danza de llamas.
En las vísperas del solsticio, los habitantes de estos valles aguardan con ansias el momento de encender las fallas, haros y brandons. Es el instante de descender de las milenarias montañas con antorchas encendidas, de reunirse en la plaza para prender el faro que iluminará la noche más larga del año, y de entregarse a la danza alrededor del fuego ritual.
Sin embargo, cada rincón de esta vasta región montañosa aporta sus propias particularidades a estas celebraciones ancestrales. Desde los ritos más antiguos de los pueblos aragoneses hasta las tradiciones catalanas impregnadas de un aire mágico, las Fallas del Pirineo ofrecen un espectáculo de diversidad cultural que trasciende fronteras y se sumerge en la historia de la región.
A pesar de las difíciles comunicaciones que han mantenido a estos valles casi aislados durante siglos, las llamas de las fallas del Pirineo continúan ardiendo, iluminando el camino de una tradición que perdura en el tiempo, desafiando obstáculos y conectando generaciones en un vínculo eterno con el fuego y la magia del lugar.
Descubre la magia del solsticio de verano
Cada zona y pueblo de la majestuosa cordillera pirenaica ofrece una experiencia única, donde antiguos rituales transmitidos de generación en generación cobran vida con un simbolismo profundo. En estas festividades, que simbolizan el paso a la vida adulta, la purificación y la fertilidad, cada municipio tiene sus propias particularidades.
Los posibles visitantes podrán degustar de cada gesto, que tiene un significado arraigado en la historia y la cultura local, desde el encendido de la primera fogata por parte del alcalde o la bendición por la autoridad eclesiástica, hasta el honor de encender el fuego y liderar la marcha descendente desde el Faro, que en algunos lugares recae en el vecino recientemente casado.
Al amanecer, con el sol iluminando los picos de la cordillera, los vecinos recogen las brasas y cenizas de las fogatas, protegiendo con ella sus hogares y huertos hasta el próximo año.
Pero la fiesta va más allá del fuego y los rituales. También es una oportunidad para fortalecer vínculos sociales, regenerar la comunidad y fortalecer los sentimientos de pertenencia e identidad. Las celebraciones están acompañadas de comidas colectivas, cantos y bailes folclóricos, que añaden un toque festivo y alegre a la velada.
Aragón
En las profundidades de los Pirineos oscenses, un espectáculo ancestral cobra vida con la llegada del solsticio de verano. Desde las cumbres cercanas a los pueblos del corazón de la región, resuena el eco de una tradición que se remonta a tiempos inmemoriales.
Los faros, majestuosos testigos de esta ceremonia, son levantados con la madera de árboles talados en las alturas. Una vez encendidos, guían el camino de los jóvenes descendientes, portadores de teas y antorchas, en un ritual conocido como "Correr la falla". Con cada paso, las llamas de las fallas, danzantes sobre sus cabezas, dispersan pequeñas brasas que purifican y renuevan la tierra.
El regreso al pueblo marca el inicio de una nueva fase de la celebración. En la plaza central, una gran hoguera arde con el fervor de las fallas descendidas. La llegada de los "fallaires", acompañada de música y campanadas, anuncia el momento en que las cenizas fertilizan la tierra y se dice que curan enfermedades.
En localidades como Bonansa, Aneto, Gabás, Castanesa, Sahún, Montanuy, Laspaules y San Juan de Plan, la festividad de San Juan y las fallas adquieren una significación única. No solo representan la continuidad de rituales precristianos de purificación y fertilización, sino también el renacimiento del ciclo vital en el momento más sagrado del año.
Cataluña
En los altos picos de los Pirineos catalanes, la llegada del solsticio de verano despierta una antigua danza de fuego que se extiende por aldeas arraigadas a la historia y el folclore de la región como Boí, Casós e Isil, entre otras.
Los "fallaires", hijos de estas tierras, descienden de las montañas hacia el pueblo con teas ardientes en mano en un rito ancestral que busca purificar campos y almas, protegiendo así a la comunidad de los espíritus malignos. Una vez en la plaza del pueblo, las fallas encendidas alimentan una gran hoguera que ilumina la noche con su cálido resplandor. Entre cánticos, danzas y el aroma de la coca de San Juan y el vino, toda la localidad se entrega a la celebración de la jornada.
En la Val d'Aran, las poblaciones de Les y Arties acogen la verbena de San Juan con sus propias tradiciones: eth Haro y eth Taro, respectivamente. Aquí, el solsticio de verano marca el inicio de un nuevo ciclo de vida, con la siembra de las tierras y el ascenso de los rebaños a las alturas. El punto culminante de la festividad es la ceremonia de encendido de un majestuoso abeto, conocido como "haro" o "taro", que arde en la plaza principal, brindando calor y luz a la comunidad reunida en torno a él. Entre risas, música y el crepitar del fuego, la noche se viste con el espíritu festivo y la esperanza de un nuevo ciclo de prosperidad y abundancia para todos.
Andorra y Francia
En la noche mágica de San Juan, el cielo de Andorra la Vella, Encamp, Sant Julià de Lòria, Escaldes-Engordany, Canillo y La Massana se ilumina con el resplandor de las fallas, así como en Ordino durante la noche de San Pedro.
La culminación de estas festividades llega con el encendido de la tradicional hoguera de San Juan, donde las fallas, símbolos de la comunidad, arden con el fervor de la celebración. En Ordino, el ritual se completa con el encendido del "Mai de Sant Pere", marcando así el final de la quema de las fallas.
Para involucrar a las nuevas generaciones en esta rica tradición, se han introducido las fallas de luz en Andorra la Vella, Sant Julià de Lòria, Escaldes-Engordany y Ordino. Estas coloridas esferas, que cambian de tonalidad mientras giran, permiten a los niños comenzar a familiarizarse y disfrutar de la fiesta desde temprana edad.
Las asociaciones Fallaires d'Andorra la Vela, Cultura Popular d'Ordino y Unió Pro-turisme d'Escaldes-Engordany desempeñan un papel fundamental en la difusión y preservación de las fallas en sus respectivas parroquias. Desde 2017, estos colectivos se coordinan a través de la Mesa Nacional de las Fallas de los Valles de Andorra, uniendo esfuerzos para mantener viva la celebración.
Por otro lado, en Francia, las fiestas del solsticio de verano se conocen como "Le brandon de la Saint-Jean y Saint-Pierre". Dos de las principales áreas de celebración se encuentran en la región de Luchon, donde añaden el elemento de los lanzadores de fuego, y el valle de la Barousse, alrededor de lugares como Valcabrere, Marignac y Sain-Bertrand de Comminges.
También te puede interesar