Un andaluz de frontera al servicio de la democracia

La Medalla de Oro de Andalucía reconoce la intensa labor intelectual de Santiago Muñoz Machado, uno de los mayores juristas de la democracia.

Muñoz Machado en el acto de toma de posesión en la Academia.
Muñoz Machado en el acto de toma de posesión en la Academia.
Félix R. Cardador, Córdoba

24 de febrero 2014 - 05:04

El próximo 28 de febrero la comunidad andaluza reconocerá con su Medalla de Oro a Santiago Muñoz Machado, un andaluz atípico en cierto modo, un andaluz de frontera, cuyo servicio constante a la democracia española ha quedado patente a lo largo de las décadas a través de numerosos ensayos, artículos, reflexiones, seminarios y en su actividad docente, desarrollada fundamentalmente en las universidades de Valencia, Alcalá de Henares y en la Complutense de Madrid, de la que es catedrático. Muñoz Machado nació en 1949 en la localidad de Pozoblanco, muy al Norte de Andalucía, en la comarca de Los Pedroches, y desde muy joven marchó a la capital española. De ahí que sea un andaluz de frontera, nacido en una tierra que linda con los predios extremeños y manchegos, pero que no por ello deja de ser profundamente andaluza en sus particularidades. Hijo de Andrés Muñoz Calero, abogado y alcalde de Pozoblanco, y de Carmen Machado, que había llegado a este municipio procedente de Cazalla de la Sierra junto a otras tres hermanas, la pasión por el Derecho corría por ambas ramas de su genealogía, pues su tío materno, con el que vivían su madre y sus tías por ser huérfanas, era notario. Muñoz Machado descubrió pronto su vocación y fue uno de los jóvenes abogados que insuflaron aire nuevo, juventud y pasión a la Administración española y que pusieron su intelecto al servicio de la democracia en sus albores. Así, participó en la elaboración de la Constitución y colaboró en el diseño jurídico del Estado de las Autonomías cuando apenas contaba con 30 años.

Muñoz Machado recoge estos últimos meses los frutos más apetecibles de una vida de intensa labor intelectual. Hace menos de un año, en mayo de 2013, ingresó en la Real Academia de la Lengua con un discurso apasionante sobre la libertad de expresión y sobre la tolerancia, mientras que en septiembre le fue concedido el Premio Nacional de Ensayo por su ya célebre obra Informe sobre España. Repensar el Estado o destruirlo. Sus padrinos fueron para su ingreso en la RAE nada menos que Eduardo García de Enterría (colosal maestro de juristas fallecido hace unos meses), José Manuel Sánchez Ron (historiador científico) y el leonés Luis Mateo Díez (uno de los más destacados novelistas de su generación). La Medalla de Oro de Andalucía viene ahora a completar este trébol de logros y tiene la significación de que remarca el carácter andaluz de Muñoz Machado, algo que a estas alturas comenzaba a hacerse necesario.

La figura del jurista pozoalbense no conviene verla sin embargo como algo apolillado y decimonónico en ese contexto de blasonadas academias y de doradas medallas. No, en la turbulenta España de hoy, en la que las crisis económicas e institucionales se solapan las unas a la otras hasta convertirlo todo en un marasmo, la labor intelectual de Muñoz Machado sigue en marcha y mantiene esa intuición muy suya de irse interesando por los problemas jurídicos que más preocupan a la sociedad. Persona de enorme bagaje cultural, sus reflexiones miran atrás, a la historia, para asentarse, pero en realidad lo mejor de su obra es que mira siempre en lo esencial hacia el futuro. Él mismo se ha definido en alguna ocasión como una especie de arquitecto cuya labor se encamina a evitar la demolición de un Estado de Derecho que ha permitido a este país lograr importantes avances a lo largo de las tres últimas décadas. Muñoz Machado es pues un reformista, un hombre que no tiene miedo a las transformaciones sino que las reclama y las piensa, pero que no por ello aboga ante los graves problemas que padece el país por una destrucción y una catarsis que podría llevarnos como sociedad a zonas muy oscuras. Pertenece pues a ese grupo de intelectuales que, frente al conservadurismo anquilosante y también frente a las dinámicas destructoras de los nacionalismos, cree que para España existe una vía intermedia, más sosegada y sensata, que pasa por una amplia reforma jurídica, incluida la Constitucional, que solidifique el Estado en las zonas más débiles que quedaron de un proceso democrático que se hizo a gran velocidad y que lo acompase a los nuevos retos de una sociedad que es muy distinta a la de finales de los 70 y comienzos de los 80. La curiosidad de la concesión de la Medalla de Oro puede ser quizá que le será entregada por una mujer, la presidenta Susana Díaz, que ha defendido la vía federal como mejor camino para solventar los actuales problemas territoriales de España, una opción sobre la que el propio Muñoz Machado ha planteado muchas y muy serias dudas tanto en sus reflexiones como en su ensayo Informe sobre España. Para el jurista pozoalbense, que tampoco cree en la recentralización, ni se solventaría con ello el problema de las demandas independentistas ni se estaría actuando de forma provechosa en todas esas comunidades en las que nunca se ha planteado la posibilidad de convertirse en miembros de un Estado federal.

El tema territorial, pese a que quizá sea su más remarcada especialidad, no es sin embargo el único que al que Muñoz Machado ha dedicado su pensamiento y sus esfuerzos. Su obra capital, de hecho, lleva por título Tratado del Derecho Público y Derecho Administrativo General y se compondrá a su término de cinco tomos que están llamados a perdurar. Aparte de eso, perderse por su prolija bibliografía significa acercarse a algunos de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo y que más requieren de una reflexión legal. Así, a lo largo de los años, Muñoz Machado se ha ocupado de asuntos como el planteamiento urbanístico, el encaje del Estado en la Unión Europea, la sanidad, el sector eléctrico, las elecciones locales, la responsabilidad civil, la libertad de expresión, la televisión o la regulación de internet, uno de los asuntos que más le preocupan desde el punto de vista legislativo dado los problemas de diverso tipo que plantea. Incluso ha realizado alguna incursión en la literatura, como es el caso de su relato Riofrío, en el que narra la acusación en la que él mismo se vio envuelto cuando era vicepresidente de Telecinco y de la que fue absuelto, y en la biografía con una obra sobre su paisano Juan Ginés de Sepúlveda, cronista que fue del emperador Carlos V.

Característico también de Santiago Muñoz es la estrecha relación que el abogado mantiene con Pozoblanco, su municipio natal. Allí preside la Fundación Ricardo Delgado Vizcaíno, dependiente de la Cooperativa Valle de los Pedroches (Covap), con la que realiza una provechosa labor de dinamización cultural a través de cursos, ciclos de música clásica y seminarios universitarios. Gran aficionado a la tauromaquia, allí pastan también, en Los Pedroches, las reses de su ganadería de toros bravos, que se lidian bajo el hierro de Jaralta. Los que lo mejor lo conocen, sus familiares, lo retratan como un enamorado de su tierra, como un tipo al que le gusta perderse en su casa de campo pedrocheña para escribir sus libros más trabajosos y que hace lo que sea preciso para reunir a sus allegados y disfrutar del encuentro. Entre Madrid y Los Pedroches vive, aunque nunca dejó de ser andaluz y ahora su tierra así se lo reconoce. Ya tocaba.

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