La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
Salud
Los medicamentos no son caramelos. Por muy coloridos y por mucho que aparenten sabores exóticos, los fármacos son sencillamente drogas. Igual que los jóvenes pasan del colacao al cubata, los adultos caen del puchero a la benzodiacepina casi sin advertirlo, sin reparar además en la letanía de efectos adversos. Ningún medicamento es inocuo y menos aún lo son los psicofármacos, familia que incluye a los ansiolíticos y los sedantes. El síndrome de abstinencia no sólo afecta a los alcohólicos o los heroinómanos. Y, por muy aceptado que esté socialmente, el uso continuado de la pastillita para dormir, avisan los farmacéuticos, provoca un mono para no dormir.
Una de cada diez personas es consumidora crónica de tranquilizantes en Andalucía. La mitad de ellos, informa la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía, son personas con más de 65 años. Desde 2019, ha crecido en Andalucía un 4% el consumo de benzodiacepinas, que son medicamentos con efectos ansiolíticos e hipnóticos. Han sido uno de los refugios frente a la pandemia. Esta tendencia creciente, que amenaza con convertirse en un grave problema de salud pública, ha obligado al SAS a poner en marcha una campaña de concienciación con objeto de disminuir el uso, impedir el abuso y revertir la dependencia a los tranquilizantes.
El 10% de los andaluces está enganchado a los tranquilizantes, una foto fija dentro de una evolución que preocupa cada vez más a médicos, farmacéuticos y a los administradores del dinero público. "El alza del consumo de benzodiacepinas se está produciendo en los últimos años, en los últimos meses", subraya Encarnación García Bermúdez, farmacéutica y parte del equipo investigador que ha elaborado Benzostopjuntos, el plan de concienciación del SAS.
Los calmantes o tranquilizantes son fármacos a los que no se les niega una utilidad para casos concretos. Son pacientes diagnosticados que padecen crisis de ansiedad –cuando sea crucial el control de los síntomas– o para quienes sufren episodios de grave insomnio que impidan una vida cotidiana. Los especialistas, sin embargo, recomiendan evitar los tratamientos que excedan periodos de más de cuatro semanas. Y nunca sin que haya de por medio una prescripción médica o la dispensación de un farmacéutico.
España es uno de los países del mundo donde más ansiolíticos y sedantes se consumen. La paradoja, según coinciden los sanitarios y los antropólogos, consiste en tratarse del país del sol, la playa, el recreo y el esparcimiento. Tal vez, matizan algunos, sea justamente por eso, pues los psiquiatras atribuyen este abuso de tranquilizantes a la pobreza, a la dificultad de llegar a final del mes y a las exigentes condiciones laborales. El contexto es inexorable. El gráfico adjunto, que muestra el incesante aumento del consumo de estos fármacos en España, revela picos como consecuencia de la crisis económica y en los últimos dos años, coincidiendo con la pandemia.
No es España un país que padezca particularmente de enfermedad mental, como tampoco lo es Andalucía. Es lo que recoge la evidencia científica cuando el objeto de estudio es cualitativo. Sin embargo, avisan los estudios, lo que existe es un exceso de diagnósticos, una anomalía a la que a menudo contribuye el paciente, insatisfecho si de la consulta médica sale sin una receta que lo guíe directo a la botica. Los expertos achacan esta anomalía más a factores sociales que médicos. "Quizás sea un ritmo de vida que nos impide parar", interpreta García Bermúdez, que ejerce también como coordinadora del Centro de Información del Medicamento y Atención Farmacéutica del Colegio de Farmacéuticos de Sevilla.
"Buscamos soluciones rápidas para seguir", añade García, quien reflexiona sobre los "estilos de vida actuales". "Estamos sometidos a unos ideales que pueden llevar en muchas ocasiones a situaciones de estrés y ansiedad". Esta circunstancia se agrava además en contextos de pandemias, crisis económicas, despidos y guerra, analiza la farmacéutica: "Es complicado estar sereno".
Hay un sector de farmacéuticos que no deja de alertar de un fenómeno de "medicalización de la vida diaria". Se busca una solución externa a problemas que requieren soluciones internas. Aparte de aquellos enfermos a quienes los médicos prescriban un fármaco para mitigar los efectos del mal, no son pocas las patologías que podrían resolverse con remedios no farmacológicos. Lo recomiendan también desde el gremio boticario: la adaptación de las expectativas a la realidad, la práctica de técnicas de relajación o la adopción de hábitos saludables de vida, tanto de alimentación, como de sueño como de ejercicio físico.
Las benzodiacepinas son fármacos con un efecto sedante o calmante que se prescriben principalmente para pacientes que refieren problemas de ansiedad o insomnio de carácter grave. Sin embargo, el uso continuado de este tipo de calmantes hace disminuir su efecto beneficioso e incrementa el riesgo de accidentes y caídas.
El balance de riesgo y beneficio a largo plazo puede por tanto derivar desfavorable.
"Pueden ser causa de accidentes de tráfico, caídas, fracturas que pueden acabar con la muerte del paciente", informa García para matizar ciertas estadísticas que hablan de una hipotética elevada mortalidad provocada por el abuso de los tranquilizantes. Sin ser realmente la causa directa, como podría ser una enfermedad cardiovascular o un tumor, los efectos de un abuso de estos medicamentos, por extrapolación, pueden considerarse, en efecto, "la causa original" de un elevado número de muertes.
Y están además las demencias, pues, como señala García, el uso de psicofármacos, como son los tranquilizantes, aumenta en aproximadamente un 49% el riesgo de aparición de deterioro y patologías de signo cognitivo.
La Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía ha puesto en marcha un programa de concienciación para que los andaluces hagan un buen un buen uso de los tranquilizantes. Entre ellos destacan las benzodiacepinas, un grupo de fármacos con efectos ansiolíticos e hipnóticos que generan altos niveles de dependencia. Benzostopjuntos es el nombre de la campaña de la Consejería de Salud que ha sido elaborada con el apoyo de sociedades científicas, consejos de colegios profesionales y con la implicación directa de profesionales de Atención Primaria y de las oficinas de farmacia comunitarias.
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