De las raíces antiguas brotaron flores nuevas
28-F
Los jóvenes andaluces se inspiran con orgullo en los orígenes para desplegar su creatividad.
Artistas y escritores dan una vuelta al legado para “integrarlo en el futuro”.
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¡Dolores, guapa!
"Mi generación creció desayunando molletes antequeranos con aceite de oliva cada 28 de febrero después de interpretar el himno con la flauta dulce y colorear banderas de verde y blanco. Tuvimos muñecos y camisetas de Curro, la mascota de la Expo, y pegatinas de Al turismo, una sonrisa. Veíamos La Banda en Canal Sur y soñábamos con ir de excursión a Isla Mágica", escribe el politólogo Jesús Jurado (Málaga, 1986) en su libro La generación del mollete. Crónica de un nuevo andalucismo (Lengua de Trapo), en el que este ex asesor de Podemos explora las nuevas sensibilidades políticas y las reflexiones identitarias surgidas desde el sur, y traza un retrato de los jóvenes de la comunidad, que han visto sus expectativas frustradas y asumen que vivirán peor que sus padres: "Nos trajeron al mundo en una Andalucía vertiginosamente cambiante, contradictoria, precaria y ciclotímica, en la que los espejismos de progreso se sucedían con la misma rapidez con que se superponían las crisis. A menudo nos obligaron, después, a hacer las maletas y marcharnos de allí".
Jurado recurre a unos versos de la rapera y poeta cordobesa Gata Cattana para señalar la contradicción de que, pese a las promesas incumplidas, "han conseguido / que nos guste lo que somos". "Que nos guste –prosigue el autor de este ensayo– malamente ser andaluces imperfectos, paradójicos, con un punto nostálgico y otro blasfemo, con nuestra Semana Santa y nuestra rave, nuestro puchero y nuestro aguacate".
Jurado deja constancia en su libro de un fenómeno que desde hace años se producía en la región: esos jóvenes habían encontrado en sus raíces una inspiración para desplegar su creatividad, pero tomaban aquellos referentes lejos de la intención de perpetuar sin más esa herencia, poniendo ese legado a dialogar con su tiempo. "Ya fuera en la música, en lo audiovisual, en la literatura, en el diseño gráfico o en las redes sociales, eran artistas andaluces los que estaban colocándose en la vanguardia del Estado con producción muy ligada a su territorio y a la relectura de la tradición. No era sólo la Gata, cuya fama e influencia no dejó de crecer desde su muerte prematura: del Albayzin nacían el rap de Ayax y Prok y el trap de Yung Beef, el flamenco se renovaba con voces como las de Rocío Márquez, Rosario La Tremendita o María José Llergo, en los festivales arrasaba la experimentación audiovisual cargada de crítica social y política de Los Voluble, el mundo literario se agitaba con las provocaciones de la escritora granadina Cristina Morales".
El resto de la Península Ibérica, no obstante, sucumbía a todo este talento mientras alzaba la ceja con cierta perplejidad ante una redefinición del sur que no pasaba por el estereotipo del gracioso. "El producto andaluz", se lee en La generación del mollete, "estaba de moda, pero ese éxito, paradójicamente, parecía agudizar todos los prejuicios contra Andalucía. La peste, un thriller histórico ambientado en la Sevilla del siglo XVI y dirigido por el sevillano Alberto Rodríguez, era la gran apuesta internacional de Movistar +, la serie más ambiciosa y con mayor presupuesto de la historia de España. A pesar de ello, su lanzamiento estuvo marcado por una avalancha de críticas en redes y suplementos culturales porque sus protagonistas hablaban andaluz con tanta naturalidad que no se les entendía nada".
Entre quienes lucen con orgullo su particular deje al hablar, una batalla en la que andan voces tan diversas como el periodista Manu Sánchez o el tuitero Malacara, está la marca de cervezas Cruzcampo, que hace tres años inició con un homenaje a Lola Flores su campaña Con mucho acento y la ha continuado este año con un espectacular anuncio, Gitana, que divulga imágenes inéditas de Camarón de la Isla y en el que una de las muñecas Marín, esa figura que adornaba antiguamente los televisores, cobra vida y "se echa los volantes a la espalda para comerse el mundo", como dice el diseñador Leandro Cano, que viste a la protagonista de la publicidad, la actriz y bailaora Carmen Avilés.
Esa gitana que camina al ritmo de los Derby Motoreta’s Burrito Kachimba representa para Cruzcampo "esa Andalucía joven que afronta su futuro de forma desacomplejada". Por eso la película se cierra con un grupo de creadores andaluces, "nuevos rostros que manosean las raíces para hacer cosas distintas". Entre ellos está Sara Gómez (Sevilla, 1990), que con su firma ArteKm22 otorga nuevas hechuras a prendas y complementos ligados a la tradición, como ocurre con los tops, las sudaderas y las camisas que concibe inspirados en mantones de Manila. "A mí me encanta el folclore, pero también me gusta la calle, y quería extrapolar toda esa belleza a otros escenarios", cuenta a este periódico la diseñadora, en cuyo trabajo conviven el apego a las raíces con la fascinación por otras culturas como la japonesa.
"Siempre lo digo, que en la mezcla está la magia, y nosotros venimos de los fenicios y de los árabes y tenemos un mestizaje maravilloso. La apertura de miras, la curiosidad por los otros ya está en nuestros genes", asegura Gómez, que manda "a bordar y a enrejar los mantones a Cantillana, y eso me hace pensar en la ruta de la seda. Nuestro folclore y el japonés tienen muchos vínculos en común".
Ella y sus coetáneos, sostiene la sevillana, "estamos rompiendo el estereotipo, como dice el spot, lo estamos llevando a una visión más contemporánea, a la novedad, a lo tecnológico. Estamos integrando esa raíz andaluza, que no se puede perder, como tampoco se pueden perder los oficios, en el futuro". La última colección de ArteKm22, Urania, demuestra que el interés por las raíces y la iconografía meridional no frena el deseo de volar lejos. Urania se plantea como una exposición "inmersiva y guiada, a través de la moda y la astrología, en la que invito a cada visitante a meditar, reconectar y remover el interior para despertar la mejor versión de nuestro ADN", prosigue Gómez, que acompaña esta nueva serie de una premisa extravagante y deliciosa: "Urania es la capitana de la Vía Láctea, y junto a seres de otros mundos, han aterrizado en la tierra para mostrarnos las verdades universales y reconectar con nuestro planeta".
Esta generación cosmopolita, feminista y defensora de la diversidad ha incorporado a su santuario algunos símbolos andaluces a los que venera y en los que proyecta sus inquietudes. Flores para Lola. Una mirada queer y feminista sobre la faraona, un volumen que coordina Carlos Barea y que coeditaron Egales y Dos Bigotes, describe a la jerezana como una defensora del colectivo LGTBIQ+ "en un momento en el que no era nada fácil serlo" y "abanderada (in)voluntaria del feminismo".
La bailaora que actuaba cada 18 de julio en el Palacio de la Granja es evocada en el presente como "una de las mujeres más libres e indomables de aquella época", alguien que en su vida personal "no se caracterizó por ser, precisamente, una ciudadana ejemplar que se sometiera sin rechistar a la férrea moral del nacionalcatolicismo franquista".
La faraona, argumenta el escritor y crítico Daniel María en uno de los capítulos del libro, "era leída como mujer farandulera, y su origen humilde, su espontaneidad desinhibida y desprejuiciada, atravesaba su figura, que era asumida por la comunidad marica como una aliada, un reflejo de su disidencia".
"Lola Flores tiene muchas contradicciones, pero son los personajes complejos los que trascienden, la gente con capas y con matices es de la que acabamos hablando", reflexiona al teléfono Carlos Barea (Granada, 1987) sobre una artista "conservadora en la superficie pero muy libre en lo profundo. Ella era muy lista y sabía que la imagen de España era una muñeca Marín, tenía muy claro que no debía romper con esa estampa. Pero eso no impedía que Lola hiciera lo que le diera la gana, y que esa libertad fuera un espejo para todo tipo de disidencias: homosexuales, personas trans y las propias mujeres. Hablamos de una época, además, en las que la comunidad LGTB no tenía referentes claros y había que leer entre líneas", afirma el coordinador de esta antología, que también publicó hace unos meses Ocaña. El eterno brillo del sol de Cantillana, retrato de un pintor y activista pionero en llevar a un terreno artístico bastardo y fértil las costumbres del sur.
El cineasta y escritor Jesús Pascual (Alcalá de Guadaíra, 1997) es el ejemplo de una generación que ha perdido el miedo a abordar el folclore en sus creaciones, y en sus batidas consigue extraer oro. En el documental ¡Dolores, guapa! (que puede verse en Filmin y Amazon Prime) resaltaba el papel de "los mariquitas" y otros habitantes de los márgenes en la Semana Santa sevillana; en Querer como las locas, un ensayo que publica con Cántico, acompasa las letras de Rafael de León a la biografía de uno de los protagonistas de su filme, Antonio, La Palomita de San Gil.
"Me interesaba", explica Pascual, "cómo un producto de masas como la copla calaba en vidas disidentes y anónimas, cómo los marginados acogían un género que era prácticamente la única música que existía, que sonaba en las radios y se escuchaba en los teatros, y que encerraba una idea de lo que era el amor", continúa el director, que cree que "ese estigma de que la copla estuvo vinculada al franquismo es una discusión más propia de los 70 o de los 80, pienso que ya se ha superado. La copla se puede estudiar hoy desde muchos parámetros, más allá de esa conexión con el régimen que tuvo. Y es para muchos una especie de punto de encuentro: mis amigas travestis, Pakita, Belial, Carvento, Las Niñas, la utilizan en sus espectáculos como lo hacían las transformistas antiguas".
Pascual reparó en que "mucha gente ha visto lo andaluz con cierto complejo hasta hace poco" cuando los periodistas mayores que él le insistían en que su cine hablaba de un imaginario del que muchos habían renegado. "Pero ese modo de percibir las raíces no ha llegado hasta mi generación", comenta el director, que aprecia "una nueva mirada en el acercamiento a las fiestas populares o las músicas. Ahí están todas las personas queer que retratan las tradiciones y la cultura andaluza desde un enfoque inédito. Ahora hay un caldo de cultivo propicio para que esas personas que antes callaban o se mantenían en un segundo plano hoy generen su propia literatura, su propio relato". Definitivamente, de las raíces antiguas brotaron flores nuevas.
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