La Verja de Gibraltar, un paso atrás
Mañana se cumplen 40 años de un hecho que marcó la historia de la comarca, cuyo desarrollo habría sido muy distinto de no decretar Franco el cierre
Mañana lunes se cumplen 40 años del cierre de la Verja de Gibraltar por la dictadura franquista, un hecho que marcó la historia de la comarca y las relaciones con los vecinos del Peñón.
El 8 de junio de 1969, Francisco Franco decretó esta medida como respuesta a la aprobación de la Constitución de Gibraltar, asestando un duro golpe a los ciudadanos del Peñón y a la ciudad limítrofe, La Línea de la Concepción. En cuestión de horas, 5.000 personas, la inmensa mayoría del municipio gaditano, perdieron sus puestos de trabajo tras retirar el régimen los permisos laborales.
Pero el cierre de la Verja fue el punto más álgido de un largo proceso. En 1954, España decidió aplicar una serie de sanciones a Gibraltar tras recibir la visita de la reina de Inglaterra y su marido.
A la clausura del consulado le siguieron las restricciones a los visitantes españoles y las denegaciones de permisos de trabajo en una época en la que eran más de 13.000 los españoles los que desarrollaban su vida laboral en la colonia británica.
La masiva pérdida de puestos de trabajo y la caída estrepitosa de la economía en el lado español se tradujeron rápidamente en un enorme descenso de la población de La Línea. Miles de personas abandonaron la ciudad. Muchas de ellas fueron recolocadas en otros puntos del país como Cataluña o fuera incluso de las fronteras españolas en una estrategia empleada por la dictadura para maquillar el desastre y de paso acallar a las voces más críticas.
Pero el daño estaba ya hecho. En la misma línea, el régimen empezó a propiciar la instalación de grandes industrias en la zona, cambiándola posiblemente para siempre. El objetivo era crear puestos de trabajo. Al mismo tiempo, abrieron sus puertas varios centros de formación.
Es complicado saber qué hubiese ocurrido si Franco no hubiera cerrado la Verja, pero probablemente el desarrollo del arco de la Bahía habría sido diferente. Dada la riqueza del enclave, éste habría dirigido sus pasos hacia una vocación turística, antagónica a la impuesta: la industrial.
Otra de las consecuencias de esta imposición del régimen fue el daño humano a los ciudadanos de ambos lados de la Verja. Familias separadas que se comunicaban a gritos mientras el rencor y la desconfianza de los gibraltareños hacia España y sus autoridades crecían a diario.
Juan Blasco, que llegó a la Alcaldía en 1970, no duda en calificar de "barbaridad" el cierre, "ya que era imposible hacer que no se notara en la comarca en general y en La Línea, la más afectada, en particular". Pese a que expone que el Gobierno de entonces tuvo que levnar muchos proyectos, Blasco reitera que lo ocurrido en 1969 fue "un mazado tremendo. La Línea aguantó el tirón gracias sobre todo al carácter de su gente, que nunca cayó en el desarraigo".
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