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Susana Díaz: "Me avergüenza la corrupción"

La investidura de susana díaz

La candidata hilvana un discurso sólido en su inicio, muy concreto en lo político, más difuso en lo económico. Propone que se conozca el IRPF de los cónyuges de los cargos públicos y prohibir las donaciones a los partidos. La próxima presidenta traza una línea con el anterior mandato para librar al Gobierno de la sombra de los ERE.

Díaz pide prohibir las donaciones a los partidos
Juan Manuel Marqués Perales

04 de septiembre 2013 - 10:00

Un discurso de investidura, ¿qué es un discurso de investidura? Es un anticipo del relato de un Gobierno, un prólogo escrito por el personaje principal al que aún le faltan los capítulos y los grandes actores. El relato de la dimisión de José Antonio Griñán coincide con la misión inicial de Susana Díaz: borrar la sombra del caso de los ERE, si no del PSOE, sí de la acción del Gobierno andaluz. Un mandato alejado de los sobresaltos de los autos de la juez Alaya, que tendrá su repercusión en la elección de los consejeros y consejeras de ese Ejecutivo. Por eso, el parlamento que ayer pronunció Susana Díaz en la Cámara andaluza -casi una hora exacta, sólo se pasó en tres minutos- giró en torno a dos asuntos: uno de ellos, el de la corrupción, fue con el que más brilló, estuvo certera y anunció medidas concretas. Y lo personalizó con un "me", aunque sin citar al caso de los ERE: "Me avergüenza la corrupción, rechazo tanto la complicidad como la tibieza hacia ella y me propongo combatirla con todas mis fuerzas desde la Presidencia de la Junta". Los casos de corrupción -indicó- deberían abochornarnos a todos.

Y expuso: se comprometió a reformar la Cámara de Cuentas para que pueda fiscalizar a los partidos, a publicar las declaraciones de la renta de los cónyuges o parejas de los cargos públicos, a comparecer dos veces al año ante el Parlamento, a aprobar las leyes de transparencia y de consultas populares y a llevar al Congreso una iniciativa legislativa autonómica que proponga la prohibición de los donativos a los partidos. Claro, no toda la corrupción es el caso de los ERE: también el de Bárcenas y, aunque no citase a ninguno de los dos, quedó claro a qué se refería con la de las donaciones.

El segundo gran asunto fue el del desafío económico y las medidas contra el desempleo. Ahí, la futura presidenta de la Junta -este jueves saldrá elegida con los votos del PSOE y de IU- no fue tan certera, y aunque realizó algunos anuncios, se movió entre la falta de concreción y la continuidad con Griñán, al menos en lo que supone la crítica a las políticas de austeridad marcadas por el Gobierno de Rajoy. No obstante, el énfasis que puso en este tema se visualizará mejor cuando nombre a sus consejeros y cuando se vea el nuevo organigrama de la Junta, en la que, posiblemente, lo económico contará con otra distribución y otro reparto de poderes.

La sesión que se vivió este miércoles en el Parlamento andaluz supuso la primera puesta en escena de Susana Díaz como presidenta, y demostró, una vez más, que su capacidad de absorción de saberes y comportamientos es casi tan rápida como la velocidad de la luz. Con sólo 38 años -una edad habitual en los políticos de la Transición, pero considerada pueril en estos tiempos-, Díaz subió al estrado con un discurso de 33 folios que leyó con soltura y énfasis, propia de quien ha sido, y por partes, catequista y mitinera. O había expectación por oírla o una presidenta de la Junta maneja mucho poder, y ésta sabe manejarlo bien, porque el Parlamento se llenó de invitados, de cargos a la espera de confirmación, amigos, sindicalistas y empresarios. Hubo más gente que en la última y segunda investidura de Griñán y la misma que en la primera, cuando sustituyó a Manuel Chaves y fue recibido casi con alfombras rojas por todos los sectores.

En la bancada de los invitados, le oyeron, entre otros, la vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano, y la portavoz parlamentaria, Soraya Rodríguez; un ex presidente andaluz, José Rodríguez de la Borbolla, y su marido, José María Moriche, y todos los consejeros a excepción del de Agricultura, Luis Planas, que fue su competidor en las primarias y que se ausentó porque tenía planificado un viaje con anterioridad. No hubo más disensos entre sus parlamentarios, y hasta sus dos únicos contrincantes -el ex consejero Luis Pizarro y Alfonso Gómez de Celis, jefe de campaña de Planas- se levantaron y aplaudieron al final.

Quizás consciente de la lluvia de críticas con la que se recibió su señalamiento y posterior elección como candidata, Díaz comenzó su discurso con una denuncia de la discriminación histórica que las mujeres han padecido en la política como en otros ámbitos de la vida. En 1982, cuando ella sumaba ocho años, se constituyó el primer Parlamento andaluz de la historia, y sólo se sentaban seis diputadas de 109. "Con independencia de la opinión que tengan de mi persona -arrancó su exposición- y del proyecto político que represento, con independencia de su voto (...), permítanme que en primer lugar destaque el hecho histórico de que una mujer pueda acceder a la Presidencia de la Junta". Segundos después, citó a la violencia machista como un residuo de lo que llamó "auténtica segregación política", y arrancó el primer aplauso de los 15 que le ofreció su grupo parlamentario. IU aplaudió poco o, en cualquier caso, menos que su vicepresidente, Diego Valderas, el anterior líder de la federación de izquierdas. Entre los invitados estaba el actual coordinador de IU, Antonio Maíllo, al que gustó un discurso en el que dio a sus socios tres de sus peticiones más repetidas: un instituto de crédito andaluz, una ley de consultas y el sucedáneo del banco de tierras públicas, que Susana Díaz, por no citar la palabra banco, cayó en el error de denominarle "observatorio": uno más de las decenas que tiene la Junta, lo que no pasó desapercibido entre las filas populares. Los diputados del PP siguieron con atención y silencio el discurso de Díaz, y sólo se les oyó un largo e irónico "¡oh!" cuando la candidata anunció que visitaría a los alcaldes de las principales ciudades de Andalucía.

Aunque parezca obvio, e incluso resulte rimbombante que a esta gira le llamase "programa de visitas", lo cierto es que José Antonio Griñán no visitó a los alcaldes de las capitales en sus ciudades y a la mayoría tampoco los recibió en San Telmo, a excepción de Juan Ignacio Zoido, el de Sevilla y líder del PP. Susana Díaz retoma esta costumbre de Manuel Chaves, que en los primeros meses de sus mandatos solía reunirse con los regidores de las capitales en los ayuntamientos, sin distinción sin eran populares -la mayoría-, socialistas -escasos- o de IU, uno solo, Rosa Aguilar. Una de las intenciones de la nueva presidenta es reunirse no sólo con políticos o representantes sociales, sino con personas concretas que lideren sectores en Andalucía. De hecho, ya han comenzado las llamadas para citarles en San Telmo.

Aunque en el transcurso de la hora de discurso pareciese un poco perdido, Susana Díaz propuso una suerte de reconciliación con los funcionarios y empleados públicos de la Junta. "Tenemos que reconocer mucho más su trabajo", aseguró la candidata, sabedora que las reformas de la administración autonómica le ha granjeado al PSOE la pérdida de apoyos, cuando no la enemistad manifiesta, de estos trabajadores, en especial, los de la función pública y los de la sanidad. La futura presidenta anunció que un grupo de expertos independientes realizarán un análisis de del sector público instrumental de la Junta, que deberá estar antes de finalizar el año 2014.

Un asunto este último que sí supone una rectificación respecto a errores anteriores. En este sentido, y aunque no abundase más, Díaz aseguró que en la Junta se instaurará un sistema de evaluación de las políticas para medir su eficacia, lo que no está nada mal en una administración que muchas veces se pierde entre el anuncio y la continuidad. Pues eso, concreta en lo político y lo social y a la espera de que detalle más en lo económico o, al menos, evite anuncios como éste: "Una de mis primeras actuaciones será lanzar un gran iniciativa que tenga como finalidad la búsqueda de un amplísimo consenso político, social y ciudadano que siente de común acuerdo las bases de esta renovada estrategia de crecimiento económico y social en nuestra tierra".

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