Suar fue el primer muerto de ETA en Andalucía
Víctimas mortales de ETA en Andalucía
La banda perpetró 11 atentados en la comunidad, aunque se calcula que fueron más de 170 andaluces los que murieron en el País Vasco como destinados del Estado
Diez años sin la pesadilla de ETA
Ellos ponían las balas; nosotros, los muertos, nosotros somos los andaluces, pero también los castellanos, los gallegos y los extremeños. Y los vascos. El medio siglo de historia de ETA es también el del refinamiento en causar dolor. Desde los guardias civiles anónimos de los años setenta a los postreros disparos en la nuca a los concejales.
ETA mató por primera vez en Andalucía en 1983, asesinó al médico Alfredo Jorge Suar Muro en Cádiz, pero hacía 13 años que guardias nacidos en el sur caían silenciosamente en las calles del País Vasco. Con una misa rápida, por lo general en instalaciones del Estado, y algunos gritos de sus mandos a las autoridades se sustanciaba el final antes de que los féretros volviesen al sur.
El fotoperiodista Joaquín Hernández, Kiki, llegó al aparcamiento del hospital Zamacola antes que las autoridades judiciales. Era el 14 de octubre de 1983, y el cadáver del médico Alfredo Suar Muro seguía dentro del coche con dos balazos, uno en la nuca y otro en la sien. Fue el primer atentado de ETA en Andalucía, Suar Muro era médico en Puerto I y había sido sacado de su consulta particular, en la calle Valdés de El Puerto, varias horas antes. "En cinco minutos vuelvo", le dijo a la enfermera mientras salía, ya secuestrado por dos personas, de la consulta. Dos tiros, la sangre estallada sobre los cristales, la cabeza reclinada hacia atrás. Kiki hizo su trabajo. Semanas antes, Juan Carlos Bascuñana había criticado a los servicios médicos del penal en un diario vasco, su hermano penaba allí por delitos de terrorismo.
1983 está grabado en plomo. ETA comenzó a matar en 1968, el guardia José Antonio Pardines fue su primera víctima y, a partir de entonces, pero en escala creciente, fueron cayendo policías, militares y guardias civiles. La llegada de la democracia no surtió efectos en ETA, a pesar de que todos sus presos habían sido amnistiados: casi peor, había que matar para negociar. Los años del plomo, del silencio y de la incomprensión.
Cuando mataron a Suar Muro, las autoridades pensaron que había sido obra de una venganza por parte de delincuentes habituales, el doctor trabajaba en Puerto I. Suar y su esposa eran argentinos, él había conseguido una beca para realizar estudios en Italia y allí conoció al doctor Frontela, que fue quien lo sedujo para afincarse en El Puerto. Frontela y Videla, porque el matrimonio Suar terminó por venirse a Andalucía porque consideraba que España era más tranquila que la Argentina militarizada. Paradojas que aún recuerda su viuda, María Teresa Decarlini, quien se quedó en El Puerto con los dos hijos de ambos.
Desde 1983, ETA cometió 11 atentados en Andalucía, con un saldo de 13 muertos. En 1989 mató a Conrada Muñoz, madre de un funcionario de prisiones en Granada. En 1991, un paquete bomba mataba a cuatro personas en Sevilla 1, dos presos (Donato Calzado y Jesús Sánchez), el funcionario Manuel Pérez y el visitante Edmundo Pérez. En 1996, caía en Córdoba el sargento Miguel Ángel Ayllón, cuando una bomba explotó al paso de un autobús de militares de Cerro Muriano. En 1997, Domingo Puente, un peluquero de la base de Armilla. En 1998, el concejal sevillano del PP Alberto Jiménez-Becerril y su esposa Ascensión García Ortiz. Y en 2000, en el 2000 un comando Andalucía puso a la comunidad bajo el manto del miedo: el concejal malagueño Martín Carpena, el médico sevillano Muñoz Cariñanos y el fiscal Luis Portero en Granada cayeron ese año.
ETA tuvo tres comandos Andalucía a lo largo de su historia, el que actuó en 1998, el del 2000 y uno último en 2007, que iba a actuar desde Portugal y del que se supo porque dejaron un coche con explosivos abandonado en Ayamonte. De todos ellos, el de 1998, dirigido por Hankas, un verdadero psicópata según el mando de la Guardia Civil que lo detuvo, fue el mejor preparado desde el punto de vista técnico. Días después de detención, iba a asesinar a la alcaldesa de Sevilla Soledad Becerril. Contaba con un coche que les había llegado desde Francia, y tenían planes muy concretos para matar a la alcaldesa de Málaga, Celia Villalobos y al de Granada, Díaz Berbel.
Pero los muertos andaluces comenzaron a contarse casi desde el inicio de ETA. La banda, aún sin constituirse como grupo armado, nació a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado como una escisión de jóvenes del PNV. Su vasquismo era básicamente cultural, muy relacionado con el euskera, pero se vio influido también desde muy temprano por la ideología de extrema izquierda que asumió la lucha armada como un instrumento político. En 1968 matan, sin ser objetivo previo, a Pardines, sólo son unos malos aficionados, pero a partir del asesinato de Carrero Blanco y del proceso de Burgos, su gran altavoz, inician su escalada exponencial.
En un aparcamiento de Algeciras aún sigue guardado un Renault 5 de color mostaza donde murieron tiroteados Antonio Ramírez y su novia, Hortensia González, un relicario que recuerda los años más duros de la banda. El día de Reyes de 1979, ETA asesinó en Beasain a estos dos jóvenes, de 24 y 20 años, conocidos con el tiempo como los Novios de Cádiz. Él era un guardia civil nacido en Tarifa y destinado al País Vasco; ella, una joven de San Roque que se encontraba en el norte porque su hermana estaba casada con un miembro del cuerpo. El 6 de enero, salieron a bailar con otra pareja, estuvieron en la discoteca Sunday de Beasain y, al salir, y nada más arrancado el coche, unos desconocidos descerrajaron ocho tiros sobre él y 10 más sobre ella. Antonio cubrió el cuerpo de Hortensia y así aparecieron, ella se había colocado en el dedo la alianza que le regaló aquella noche, iban a casarse el 5 de agosto.
Una bala hizo carga en el claxon del Renault y el coche estuvo pitando 20 minutos sin que nadie se acercase a auxiliar a los novios. Los años de plomo, de silencio y casi vergüenza. Hoy, ambos, reposan en el cementerio de San Roque. Los apellidos de Portero, Jiménez Becerril y Muñoz Cariñanos siguen en la memoria de los andaluces, pero según la asociación de víctimas del terrorismo fueron 170 vecinos de esta comunidad, la mayoría guardias y policías, los que murieron en el País Vasco, a los que cabría sumar 850 heridos en atentados.
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