"Siria es una ruleta rusa para la población y los periodistas"
Mayte Carrasco, reportera
Premio del Centro Internacional de la Prensa a la mejor corresponsal en el extranjero, Mayte Carrasco ha sido durante 20 días los ojos del mundo en Homs.
Un zumbido y diez segundos de pánico absoluto. Un susurro interior a modo de rezo para que el mortero no caiga sobre tu cabeza. Y silencio. 200 bombas en dos horas; 500 morteros al día en un barrio, el de Baba Amr, de apenas seis kilómetros cuadrados. Las flores de la primavera árabe se marchitaron hace meses y han dado paso al frío invierno que ya no huele a pétalos sino a pólvora, sangre y dolor. Las revueltas contra el dictador sirio Bashar Al Asad se han cobrado más de 7.600 víctimas pero el pueblo sigue en pie. Con los rostros de sus hijos muertos entre los brazos, ya no tienen marcha atrás. Sólo les queda llorar y pensar que la victoria, al final, será suya.
-¿Por qué Homs como capital de la revuelta siria?
-Homs es una provincia que había sido totalmente abandonada por el régimen en materia económica, no había habido ninguna inversión y tenía una tasa de paro del 37% antes de la revolución (después ha alcanzado el 70%). Era una zona donde estaban muy cansados de la corrupción de su alcalde así que las primeras manifestaciones fueron para pedir que acabara esa situación y esa mafia estatal que solo privilegia a los que están cerca del régimen y que deja sin oportunidades y sin libertades a la población civil.
-La situación se ha recrudecido considerablemente desde entonces. ¿Cree que los medios estamos contando realmente lo que está pasando allí?
-Yo creo que no lo estamos haciendo bien, pero Bashar Al Asad es muy listo y sabe que los medios rápidamente se cansan de las noticias así que, en vez de repetir la masacre de Hama del año 82 en la que mataron en una semana a 20.000 personas, lo que está haciendo el dictador es una masacre a fuego lento. Está matando, pero muy lentamente, a una media de cien personas al día porque sabe que si hace algo más contundente saldrá en los medios de comunicación.
-¿Qué ha visto usted allí?
-Allí lo que hay no es una confrontación armada entre dos bandos iguales. La población siria se manifestó pacíficamente desde marzo del año pasado hasta septiembre y lo único que consiguió fue que les dispararan en las manifestaciones, que les detuvieran, que les mataran o que los torturaran. Entonces, a partir de septiembre, empezó a formarse el ejército libre (Jeish al Hor) que es un ejército pobre con un enorme desequilibrio respecto al ejército de Bashar Al Asad. Este último conoce las posiciones del ejército libre pero no ataca, la estrategia es de contención, de tomar puntos estratégicos y situar a francotiradores en las azoteas para disparar a la población indistintamente, ya sean alauitas, sunnitas, o cristianos, ya sean hombres, mujeres o niños. Rodean las ciudades con tanques y artillería pesada y bombardean desde la distancia a la población. El ejército libre no puede hacer nada en esas condiciones porque sólo tienen Kalashnikov y algunos morteros robados a tropas de Hezbolá.
-Hay quien distingue entre la oposición democrática que se manifestó al principio de forma pacífica y un ejército libre yihadista que, dicen, está siendo financiado por Arabia Saudita
-Yo no lo puedo creer en base a lo que he visto. Por lo menos en la ciudad de Al Faruk (en la parte de Homs) el ejército libre no tiene absolutamente nada. Los soldados cobran cien dólares al mes mientras que los del ejército de Bashar cobrar 500. He visto viejas Kalashnikov, morteros robados y no he visto la alegría que veía en Bengasi donde muchos rebeldes tenían Thurayas, que son teléfonos vía satélite carísimos, o pick-ups estupendas y armas nuevas. He visto gente muy pobre que tiene experiencia porque la mayoría son desertores del ejército de Bashar que han robado algunas armas con ellos y gente que para ser aceptados han tenido que hacer el servicio militar durante dos años en Siria, y han tenido que traer un arma consigo. He visto coches destartalados que se quedaban atascados en las carreteras y a tres guerrilleros montados en la misma moto.
-¿Cómo se puede vivir en un pueblo donde la vida se ha paralizado desde hace un año y donde sólo se ve sangre y muerte?
-Ellos lo viven con una depresión tremenda. Casi se han acostumbrado al dolor. La población está tan acostumbrada a la presencia de francotiradores que al principio corrían por esos puntos, se protegían, pero últimamente están tan cansados que ya andan por allí, los niños ya no corren y las mujeres pasean tranquilamente. De vez en cuando alguien cae. Si les disparan, pues mala suerte. En Alkusair la población va a uno o dos funerales diarios. Dos días antes de salir yo, vi ocho cadáveres en un frigorífico para manzanas que habían convertido en una morgue, entre ellos había dos niños. El padre llegó y se arrodilló intentando identificar la cara de su hijo, pero estaba desfigurada porque había caído una bomba en su casa y le había destrozado la mandíbula. Esa imagen no se me puede borrar de la cabeza porque ese padre que perdió a sus hijos en el bombardeo sé que está determinado a llegar hasta el final. No tiene marcha atrás, y su día consiste en llorar y en pensar que la victoria va a ser suya al final, cuando Bashar se vaya del poder, porque lo único que quieren es que Bashar se vaya, no quieren una guerra, no quieren violencia, sólo que se vaya.
-¿Es la imagen de ese padre la que más le impactó?
-Hay varias. Tengo un amigo que cavó su propia tumba en el cementerio de los mártires porque cree que va a ser el próximo en caer y ese es el estado de ánimo general, a otro le pregunté: ¿Tú qué vas a hacer después de la revolución?, -"I will be in paradise" (estaré en el paraíso) ahora mismo para los musulmanes el paraíso es el más allá.
-¿Es necesario derramar tanta sangre para que un pueblo consiga su libertad?
-Por supuesto que no, ni la sangre derramada en Egipto, ni la derramada en Libia, ni la de Siria. Son dictadores que se aferran al poder y que el único medio para salvar sus privilegios, su mafia y su riqueza es matando. Bashar Al Asad está siguiendo el ejemplo de su padre, Hafez el Asad, que está rodeado de esa vieja guardia que también estaba con su padre y ha demostrado al mundo que no era ese joven político que iba a transformar las cosas y que engañó al mundo entero.
-¿Cuándo cree que va a terminar esta situación? La comunidad internacional no se está dando mucha prisa en intervenir....
-Yo he vuelto de allí con mucha tristeza porque he visto en primera persona cómo está sufriendo el pueblo sirio y he vuelto con un sentimiento de indignación al ver que la comunidad internacional no se está moviendo para hacer un corredor humanitario y sacar a los civiles de allí. Yo creo que el conflicto todavía va a continuar, al menos unos meses más. No sé si vamos a ver una evolución si Arabia Saudita empieza a mandar armas de forma masiva y a enviar dinero para ayudar. Allí el ejército libre decía que si no tenían ayuda de ningún sitio iban a llamar a la Yihad y entonces iban a acudir yihadistas, musulmanes internacionales de fuera de Siria para ayudarles a liberar el país. Ese es el peligro. Viendo las noticias de la invasión terrestre de Homs está cundiendo un poco el temor de que puedan aplastar la rebelión de Homs. Me decían los activistas de Alkusair que si la revolución muere en Homs, muere en todo el país.
-¿Con qué se queda de esta experiencia que le ha permitido ser los ojos de Homs en el mundo?
-Sobre todo con el cariño de una gente muy hospitalaria. Gente con la que he tenido una gran empatía. Yo no sé si es verdad pero me dijeron allí que los orígenes de Al-Ándalus, de la Granada musulmana están en Homs y de hecho yo paseaba por la calle y me sentía muy identificada con todos porque se parecían mucho a mí. Yo, y toda mi familia, tenemos rasgos árabes y cuando me veían me decían "Tú árabe", y yo les decía "de Al-Ándalus, Granata". Ellos me hablaban muchísimo de Granada y yo les miraba a la cara y pensaba, es que se parecen mucho a mi tío, a mi hermana, a mi sobrina... Fíjate que el tabaco local allí se llama Alhambra así que he fumado muchísimo Alhambra y cada vez que cogía un cigarro me acordaba de Granada. Son gente fantástica que realmente quiere la libertad y que están sufriendo mucho. Dicen que no tienen más remedio que tener ese ejército libre aunque muchos no están de acuerdo con sus actuaciones, pero están atrapados en esa guerra.
-Realmente parece usted más cómoda en una guerra que en una redacción ¿Por qué se vino de allí?
-Cuando yo estuve allí ya no se podía entrar ni salir, yo tuve la gran suerte de poder entrar y salir por un acceso secreto que ya no existe, fue bombardeado tres días después de que yo pasara. La gente siente una gratitud inmensa hacia la prensa internacional que conseguíamos llegar hasta allí. Cuando yo llegué no había nadie y la gente por la calle sabía mi nombre. Me fui porque ya no podía más, porque cuando iba a los funerales empezaba a llorar con ellos, porque a todos los conocía.
-¿Temió usted por su vida?
-Temí por mi vida igual que temí por la vida de todos los que estábamos allí. En esas circunstancias la prensa corre la misma suerte que la población local. No hay refugios, la gente está muriendo en el salón de su casa, o en el dormitorio, viendo la televisión, o en la cocina. Íbamos cambiando de alojamientos, hemos estado con el ejército libre, en las casas de los vecinos y en el centro de prensa donde murieron Marie Colvin y Remi Ochlik. Es tremendo cuando lo piensas pero Siria es una ruleta rusa para los periodistas y para la población. Yo no quiero que se hable de los periodistas porque nosotros no somos la noticia, la noticia es la población civil que es la que está sufriendo. En algún momento me he sentido culpable porque cuando salí de Baba Amr me hubiera gustado coger a dos o tres niños y llevármelos, pero nuestra misión es sacar imágenes, para eso te protege el ejército libre.
-En una situación tan extrema ¿No la paraliza el miedo?
-En esos momentos te abstraes de la realidad que estás viviendo para poder trabajar porque si entras en un estado personal de emoción, de pena o miedo no eres capaz de salir a la calle a grabar así que entras en una abstracción en la que sólo piensas cómo voy a enviar esta noticia, con quién puedo hablar, a qué hora nos vamos o cómo voy a enviar esta noticia. Lo peor viene después, cuando regresas a casa y piensas en todos esos momentos. Fue mi duro conocer la muerte de Marie, era una periodista a la que yo admiraba profundamente y era una referencia para mí. Entonces sí me viene a la cabeza qué vida llevamos y qué tipo de trabajo hacemos pero realmente para mí merece mucho la pena hacer esto y creo firmemente en el periodismo de calidad.
-De vuelta, la vida en España, las elecciones en Andalucía... le sabrán a poco.
-Al principio, cuando empezaba a hacer guerras y regresaba (me pasó al volver de Georgia) padecía el síndrome del estrés post traumático. No te identificas con la realidad que tienes a tu lado así que viene un amigo y te cuenta un problema personal y tú no le das importancia ninguna porque has vivido realidades muy duras, pero con el tiempo te das cuenta de que cada uno tiene sus problemas y cada uno vive su propia realidad. A mí me gusta mucho trasladar aquí a la gente las experiencias que yo vivo en una guerra. La gente más mayor que ha vivido en España la postguerra española me comprende muy bien cuando les cuento mis experiencias pero la gente joven es más difícil. De todas formas aquí se vive otra realidad y tenemos otros grandes problemas que resolver en España. Antes del 15-M sí creo que la gente se quejaba por vicio y no actuaba, ahora creo que hay un espíritu en España de esfuerzo por luchar por un mundo mejor contagiado de esas revoluciones árabes que yo he vivido.
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