Roca obvia su inocencia en su última palabra en Malaya
'Caso Malaya'
El principal procesado critica que pueda cumplir más condena que el asesino de Mariluz · En su intervención ignora a los concejales y lamenta el daño que este procedimiento haya podido causar a Marbella
El caso Malaya quedó ayer visto para sentencia. Veintidós meses y 199 sesiones judiciales después de que comenzara, el 27 de septiembre de 2010, el mayor juicio celebrado en la historia de España, los procesados dijeron ayer la última palabra. Sólo 17 de los 84 acusados ejercieron ayer este derecho, entre ellos el principal imputado, Juan Antonio Roca.
Durante los pocos minutos que duró su intervención Roca eludió reivindicar su inocencia ante el tribunal como suele ser habitual en estos trámites. En cambio aprovechó su turno de palabra para agradecer el trato que ha recibido del tribunal y de los funcionarios de la oficina de Malaya, resaltar el apoyo de su familia, dolerse de la situación en la que se han visto los profesionales y empresarios con los que se relacionó y "lamentar" el "daño" que han sufrido Marbella y sus ciudadanos por haberse "visto asociados a esta causa".
El hombre fuerte del urbanismo del GIL en Marbella inició su intervención pidiendo "una reflexión sobre dos anécdotas". Recordó que en junio de 2010 una noche, durante la cena, otro preso le preguntó qué delito había cometido para que le pidieran más cárcel que a él. Aquel recluso era Santiago del Valle, condenado a 22 años de cárcel por el crimen de la niña Mariluz. Después contó que durante algunos días compartió las horas de paseo con otro interno condenado a 14 años de cárcel por matar a su mujer, trocear el cuerpo y tirarlo a la basura. "Hace unos días le dieron el tercer grado".
De esta forma, Roca subrayaba que le piden 30 años de cárcel, una pena mayor que la que se exige a un asesino y que esa pena que significaría "pasar el resto de mi vida en prisión". El segundo mensaje que lanzó tiene que ver con los seis años y tres meses que lleva en la cárcel sin permisos, de los que sí disfrutan los delincuentes con crímenes a sus espaldas. "Voy a cumplir mi séptimo verano en la cárcel y si Dios no lo remedia también mi séptima Navidad", dijo.
El procesado puso de relieve las facilidades que le ha dado el tribunal presidido por el magistrado José Godino para que pudiera preparar su defensa (uso de un ordenador y reuniones con su abogada) y que no se viera perjudicado por la renuncia de su primer abogado poco antes de comenzar la vista oral, y le agradeció el "trato exquisito" que le ha dado a él y su familia". También alabó la profesionalidad de la secretaria judicial y del personal de la oficina judicial, a los que citó por sus nombres. Incluso tuvo ocasión para mencionar a los agentes de la Policía Nacional y Guardia Civil que se han ocupado de sus traslados desde la cárcel y su custodia. "En estos dos años he experimentado el lado más humano de la Administración de Justicia".
Juan Antonio Roca se refirió a su abogada, Rocío Amigo, como esa "pequeña gran mujer" y le agradeció el esfuerzo "profesional, personal y familiar" que ha realizado y concluyó su intervención recordando que "ni en mil años" podrá devolver a su mujer y sus hijos el "cariño y la comprensión. Sin su apoyo no habría podido afrontar con entereza este juicio". Sus últimas palabras ante el tribunal no incluyeron ni una sola mención a su responsabilidad o irresponsabilidad en los hechos que se le atribuyen y ni una sola mención a los concejales y alcaldes del GIL con los que ha compartido banquillo.
Quién sí centró su intervención en defender su inocencia y pedir al tribunal que le devuelva la "fe en la Justicia" fue Isabel García Marcos. Ayer sacó a relucir a la rubia de hierro, a la oradora dura y a la mujer firme. Pero ya no para azotar el gilismo como hacía antes de cambiar de bando y subirse al barco del GIL en Marbella. Reivindicó su inocencia "activa" porque, según alegó, ella era de la que "miraba los papeles" y actuaba "dentro de la responsabilidad, legalidad y transparencia", siguiendo el criterio de los técnicos y con "cautelas jurídicas más allá de lo exigible".
García Marcos afirmó otra vez que ella y los concejales del PSOE que se unieron al GIL en 2003 en la moción de censura contra Julián Muñoz fueron "empujados y animados" por su partido para emprender ese viraje, por lo que no "comprende" por qué después han sido "perseguidos hasta límites intolerables".
La procesada insistió en que todo su patrimonio procede de herencias y el dinero de sus ahorros y recordó que ella no ha introducido cambios ni matices en su posición, sino que desde el primer día ha defendido su inocencia a pesar de las circunstancias en las que se produjo su arresto. García Marcos habló con entereza. Sólo estuvo a punto de venirse abajo cuando resaltó que no podría haber aguantado esta experiencia sin el apoyo de su marido y pidió al tribunal que olvide las fotos (en las que se les identifica como acusados y relaciona con lo ocurrido en Marbella) y devuelva a los procesados la fe en la Justicia, no ya por ellos, sino por las familias.
Después, regresó a su siento en el banquillo de los acusados y abrazó largamente a la ex alcaldesa Marisol Yagüe, que poco antes había declinado acercarse al micrófono para decir su última palabra en el caso Malaya. El ex alcalde Julián Muñoz fue junto a García Marcos, Tomás Reñones, Carmen Revilla el único concejal de Marbella procesado que ejerció este derecho. Muñoz afirmó que no tiene "ni una sola condena por quedarse con dinero" del Ayuntamiento de Marbella. Recordó que ha cumplido tres años de cárcel por haber dado licencias de obra y subrayó que lo único que intentaron en fue que "Marbella fuese una ciudad segura, limpia y bonita". El ex alcalde concluyó su intervención pidiendo a la Fiscalía "que sea ejemplar y ejerza como Fiscalía y no como perseguidor".
Siete de los empresarios acusados en este sumario también intervinieron ayer para subrayar su inocencia y los perjuicios que han padecido a consecuencia de su procesamiento. El promotor Cristóbal Peñarroya insistió en que él no es quien aparece en la contabilidad de Roca, sino otra persona, y fue el único al que el tribunal cortó el micrófono cuando empezó a criticar que el juez de instrucción y el fiscal aceptaran una medalla al mérito concedida por el Ministerio de Interior cuando todavía no había concluido esta investigación.
El granadino José Ávila Rojas incluso confesó el vacío al que se enfrentan ahora los empresarios que durante dos años han acudido al juicio como si fuesen "a clase", unos días para asistir a sesiones "tediosas" y otras "apasionantes", pero en todo caso para recibir una "enseñanza impagable". "El problema -dijo- es a partir de mañana", cuando ya todo se ha ido a "freír garbanzos" y ellos, "acostumbrado a dar miles de empleo" y a ser reconocidos nacional e internacionalmente, tengan que afrontar la espera de la sentencia.
El cordobés Rafael Gómez Sandokán volvió a dejarse a llevar por el llanto igual que hizo el día que prestó declaración y puso de relieve el "daño irreparable" que ha sufrido alguien que sólo quería "trabajar y hacer el bien". Sandokán aludió al estigma de Malaya aludiendo a las palabras de su esposa cuando le dijo "Falete, ¿no te ha dado nunca por ahorcarte?" porque "la vida nos ha señalado para siempre".
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