Rivales en Twitter
El debate de los jefes
Arenas sobrado y Griñán preocupado. El jefe del PP ensaya un cuidado discurso de investidura y el presidente hace un inventario demasiado prolijo de su mandato.
DESPEDIDA y cierre en Las Cinco Llagas. Dentro de dos meses exactos estaremos en el día después de las novenas elecciones autonómicas, las terceras que se celebran en solitario desde 1982, por obra y gracia del Partido Socialista, que por lo general ha preferido hacer un paquete con los comicios nacionales y regionales. La última sesión de control al Gobierno se ha convertido en un debate tipo estado de región.
El formato elegido quizá no es el más apropiado para el verbo fácil e ilustrado del presidente, que es orador fino pero no maratoniano. Más de setenta minutos de inventario enciclopédico de la legislatura que termina, acaban con el resuello de cualquiera y vive dios que acabaron con la prestancia del timbre presidencial. A medida que iban desfilando por su discurso socialdemócrata los millones de euros invertidos, los programas abordados, los desempleados atendidos y los liderazgos ostentados, el cansancio y un cierto tedio se iban apoderando de audiencia y hasta del protagonista de la hazaña.
La exposición de Griñán tuvo dos partes. Una gris oscuro, casi negro, con la crisis, el desempleo, la deuda y el déficit. Corta. Y otra parte mucho más larga, color de rosa fluorescente. Por ejemplo, se han tomado medidas muy efectivas en materia de formación y rehabilitación de viviendas. Andalucía puede presumir de liderazgos en investigación, innovación, sector aeronáutico, biotecnología, energías renovables, turismo, parques tecnológicos. Una visión complaciente de la realidad que anuncia el comienzo de esta larga campaña electoral de dos meses.
La cita de la corrupción se hizo esperar. Apareció casi el final de la alocución inicial de Griñán, aunque no citó a los eres por su nombre. Sí lo hizo, por el contrario, en su réplica a Arenas. Abordó el presidente la materia diciendo que su Gobierno ha denunciado, investigado, colaborado con la Justicia y se ha personado como parte acusadora cuando había irregularidades. Eufemismo para no citar la palabra maldita. Repitió un concepto muy utilizado: que en 30 años ningún alto cargo de la Junta ha sido condenado por corrupción.
Su pereza en abordar su flanco más débil de cara a las urnas, se tornó celeridad en el caso de sus dos oponentes. Valderas empezó su relación de grandes fiascos del Gobierno saliente con los eres y reprochó a Griñán que no consintiera la constitución de una comisión de investigación parlamentaria. Pero la mayoría socialista no tiene por costumbre dejar que prospere este tipo de iniciativas en la Cámara. Griñán se reservó para Arenas que no defraudó en este asunto.
El jefe popular abordó los eres de inmediato y no sólo se quejó de la ausencia de una comisión de investigación, sino que prometió que volvería esta práctica parlamentaria si tiene mayoría en la próxima legislatura. Su munición contra el presidente no se quedó ahí. Le espetó haber acusado a la juez Alaya de trabajar al dictado del Partido Popular e incluso de haberla recusado, cosa que negó Griñán de manera convincente. También preguntó sobre los 124 millones de euros que se habrían pagado en la tramitación de los eres. Pero no obtuvo respuesta alguna.
Lo mismo, pero al revés, ocurrió cuando Griñán le dijo que un hombre de Estado responsable no se dedicaría a decir que Andalucía está en suspensión de pagos. A lo que añadió el gravísimo ataque al Estado que supuso la alusión a este tema por parte de la vicepresidenta del Gobierno, en la referencia del Consejo de Ministros del pasado viernes. Arenas, quizá consciente de la metedura de pata, intentó frivolizar, mezclando las dos cosas, y afirmando que la vicepresidenta no sería hombre de Estado, sino mujer de Estado.
Valderas aprovechó para ofrecerse para la nueva etapa política que viene. Está dispuesto a acuerdos institucionales, cosa que dicha así sonaba a oferta de gobierno de coalición de izquierdas, que representaría a una mayoría social. Considera que IU es la garantía del cambio, porque el PSOE es más de lo mismo y el PP no es alternativa, sino ración doble de lo mismo. En definitiva, el jefe de IU se ve imprescindible en un escenario en el que el PP no consiga la mayoría absoluta y el PSOE tenga que buscarla para gobernar juntos.
Arenas dijo más. Por ejemplo, que la Junta después de ocho años de sumisión al Gobierno de Zapatero lleva dos meses de confrontación con el de Rajoy. Pero lo esencial estuvo en positivo. El redactor habitual de sus discursos derrotistas estará de vacaciones o ha sido despedido. Lo cierto es que explicó que el poder es de la sociedad y no de un partido, y mucho menos para toda la eternidad. Que el Parlamento debe ser el eje central de la política andaluza. Que necesitamos una administración más eficiente y menos costosa. Que hay que eliminar burocracia, que sobran duplicidades. Que hace falta un nuevo plan de ordenación del territorio, que convine conservación y progreso. Que debemos ser líderes mundiales en turismo y residencial. Que hay que recuperar el espíritu de la transición en la nueva etapa que se abrirá en Andalucía.
Griñán quiso hacer un chiste en su réplica y le dijo que era enternecedor intentar lo que las urnas le niegan. Y aunque no toque haga un discurso de investidura. No estuvo afortunado en el tono ni en el ejemplo y pagó las consecuencias en la dúplica de Arenas, que le abochornó recordándole que nunca ha ganado nada. Pudo añadir tampoco, pero lo evitó.
El presidente acusó a los diputados populares de vagos o mentirosos y a su rival de ser poco fiable. Arenas contestó que para poca credibilidad estaba Griñán, que se suponía que había enviado 19 mensajes de Twitter desde que empezó el debate, lo que era imposible. El presidente se defendió bien: había advertido que lo haría su equipo. Y aprovechando, añadió que Arenas había puesto un tuit cifrando la deuda andaluza en 25.000 millones, cuando era de 14.500. Guerra de tuits. Pero en ese campo, como en las encuestas, domina Arenas; tiene en Twitter 16.756 seguidores, por 9.878 del presidente. Clara ventaja.
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