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Quinto socialista al frente de la Junta de Andalucía

Recorrido por la presidencia en los 35 años de autonomía, desde Escuredo a Susana Díaz.

Alfredo Martínez (Efe)

05 de septiembre 2013 - 15:12

Sevilla/Susana Díaz (Sevilla, 1974) es el quinto dirigente del PSOE que asume ininterrumpidamente la Presidencia de la Junta de Andalucía en los 35 años de vida de esta institución, lo que sitúa a esta comunidad autónoma como la única de España y una de las escasísimas regiones europeas sin alternancia política.

El presidente de la preautonómica Junta de Andalucía, constituida 27 de mayo de 1978, Plácido Fernández-Viagas, y sus cinco sucesores en la etapa autonómica que comenzó en 1982: Rafael Escuredo, José Rodríguez de la Borbolla, Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz pertenecen al PSOE, partido que gobierna Andalucía desde hace 35 años con mayoría absoluta, salvo en dos ocasiones.

Esta hegemonía no ha estado exenta de tensiones internas y tres de los presidentes andaluces, incluida Susana Díaz, fueron elegidos a mitad de legislatura por la dimisión de sus antecesores.

Fernández-Viagas (Tánger, 1924-Sevilla, 1982) fue sustituido en junio de 1979 tras su marcha al Tribunal Constitucional por el entonces consejero preautonómico de Obras Públicas, Rafael Escuredo, (Estepa, Sevilla 1944), compañero del bufete laboralista sevillano en el que también trabajaba Felipe González.

Heterodoxo y un punto ácrata, Escuredo lideró la conquista para Andalucía de una autonomía plena reservada para las nacionalidades históricas, batalla en la que protagonizó huelgas de hambre, reclutó a famosos e intelectuales bajo la bandera verdiblanca y movilizó a los andaluces con conciertos del entonces pujante rock andaluz, cantautores como Carlos Cano o folclóricas como María Jiménez.

Esta movilización forzó al Gobierno de UCD a convocar en la ahora histórica fecha del 28 de febrero de 1980 el referéndum reclamado por las ocho diputaciones y el 97 por ciento de los municipios andaluces, que permitía alcanzar el máximo autogobierno superando el 51 por ciento, no de los votos, sino de un censo adulterado.

El Ejecutivo de Suárez ninguneó a Escuredo y promovió la abstención pero fue desbordado por una marea verdiblanca refrendada por el 86,93 % de los votos y repetida en octubre de 1981, cuando el primer Estatuto fue ratificado por otro 89,38 % de votantes.

Escuredo supo vincular el PSOE con este fervor autonomista y aprovechó el 28-F para fagocitar al andalucismo de Rojas Marcos, desarbolar a una UCD de la que se escindió su principal líder andaluz, el ministro Manuel Clavero, y aislar al entonces PCA.

Este maridaje entre PSOE y proceso autonómico andaluz, del que se distanció la oposición explicaría la dilatada hegemonía socialista en Andalucía, iniciada en las primeras elecciones autonómicas, de mayo de 1982, con un 52 por ciento de votos y 66 de los 109 escaños.

Todo estaba por hacer en aquella Andalucía tercermundista pero ilusionante, en la que muchos sueños terminaron en sinsaboresy en la que Escuredo, enfrentado a un Gobierno dirigido por sus amigos Felipe González o Alfonso Guerra, terminó dimitiendo en febrero de 1984, tras un supuesto veto a su proyecto de reforma agraria,.

José Rodríguez de la Borbolla (Sevilla, 1947) le sucedió en la presidencia andaluza, revalidó la hegemonía socialista en las elecciones de julio de 1986 y se mantuvo en el cargo hasta 1990.

De carácter opuesto a Escuredo, este abogado de ascendencia aristocrática diseñó y creó una estructura de la Junta para que fuese "el referente" de los andaluces e instrumento para "vertebrar" -otro de sus conceptos preferidos- la comunidad autónoma, como la autovía transversal A-92.

Borbolla aplicó su lema de que el PSOE andaluz era "un gran partido para un gran pueblo" y logró que sus principales rivales: Antonio Hernández Mancha y Julio Anguita, acabasen en Madrid pero, al igual que Escuredo, chocó con el Gobierno central y el todopoderoso Alfonso Guerra.

Este enfrentamiento dividió al PSOE pero Borbolla, pese a su poder orgánico en Andalucía, agotó disciplinadamente la legislatura.

Manuel Chaves (Ceuta, 1945) fue el elegido para pacificar el socialismo andaluz y pese a sus reticencias a dejar el Ministerio de Trabajo no sólo ganó las elecciones de junio de 1990 sino que mantuvo la hegemonía socialista en 1994, 1996, 2000, 2004 y 2008.

Chaves pasó de ser el "candidato a palos" del PSOE a presidente de la Junta durante dos décadas, un dilatado mandato que propició que en uno de sus viajes internacionales alguien le preguntase, con un punto de ignorancia o malicia, si Andalucía era una monarquía.

Dotó a la Junta de las máximas competencias; impulsó la concertación social que le garantizó la paz sindical; afianzó su poder con cuotas provinciales o sectoriales y repartió ingentes subvenciones en una Andalucía que se dirigía "imparable" hacia su "segunda modernización" pero que incubaba muchos de los problemas de clientelismo y corrupción que ahora la asuelan.

Chaves no sólo no se enfrentó a sus compañeros en Madrid, como Escuredo y Borbolla, sino que se consolidó como el principal barón autonómico socialista, contrapeso al nacionalismo vasco y catalán.

Promovió un Estatuto de Autonomía que consagraba en Andalucía derechos "de tercera generación", propios de las socialdemocracias más desarrolladas, y le dotaba de las leyes más avanzadas del mundo en materias como la investigación biomédica o lucha contra el cambio climático, hasta el punto de que el nuevo texto nada tenía que envidiar al Estatut catalán que rebajó el Tribunal Constitucional.

Chaves anunció el pleno empleo para el final de una legislatura que no llegó a completar porque en abril de 2009 anunció su marcha a Madrid, sin una explicación convincente como sus antecesores.

Su pacífica sucesión por su entonces amigo, José Antonio Griñán (Madrid, 1946) no resultó tan plácida y Andalucía ha soportado en los cuatro años de mandato del nuevo presidente -tildado de errático no sólo por la oposición- sucesivos cambios de consejeros, tensiones con el PSOE federal y tres discursos de investidura.

Griñán distanció las elecciones andaluzas de las generales hasta marzo de 2012, para paliar el derrumbe electoral socialista y pudo contrarrestar el triunfo electoral del PP -el primero en 35 años de autonomía andaluza- con un pacto con IU, pero finalmente ha dimitido a mitad de legislatura, desgastado por el escándalo de los ERE que ha tenido que afrontar pese a que se gestó en la época de Chaves.

Susana Díaz anuncia ahora un cambio en la Junta, no solo generacional y de género, en una acertada estrategia para mantener el vínculo entre PSOE y autogobierno andaluz según sus seguidores o un mero cambio cosmético para que todo siga igual, según denuncia una oposición que, como ocurre desde hace 25 años, de nuevo está abocada a reconstruirse.

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