Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
No había ni amanecido cuando Juan Ruiz Aranda presagió que algo malo estaba a punto de ocurrir. Aún de noche y en el momento en el que la lluvia estaba descargando con más fuerza decidió buscar refugio en la casa de un vecino cercano para refugiarse del agua que empezaba a entrar en la vivienda y que alcanzaba ya una altura de 30 centímetros. Cogió a su madre de la mano y cuando estaban a punto de lograr su objetivo sobrevino la tragedia. El puente de hierro que cruza el municipio de Álora no pudo resistir la embestida de la descomunal riada que arrastraba todo a su paso por el río Guadalhorce y que pilló por sorpresa a ambos.
Una inmensa tromba de agua de unos dos metros de altura arrastró a Juan y a su madre, Pepa La Zurrapa -de 85 años- como la conocía todo el mundo en este pequeño pueblo de la comarca del Guadalhorce, más de 300 metros río abajo sin que nadie pudiera hacer nada por auxiliarlos pese a lo desesperado de la situación.
Sobre las 6:00 de la mañana, Juan se despertó preocupado por las fuertes lluvias que caían, pero se tranquilizó porque en la casa no había entrado ni una gota. Sólo una hora y media después, la riada empezaba a entrar en la vivienda y decidió llevar a su madre a la casa de un vecino que tiene dos plantas para no correr riesgos.
Apenas le dio tiempo a acercarse a la puerta de su vecino cuando una tromba de agua arrancó la alambrada y se los llevó por delante. "El agua llevaba mucha fuerza y mi única obsesión era no soltar a mi madre del brazo porque ella estaba ciega y apenas podía andar ya por su edad", contó este hombre ayer a este periódico conmocionado aún por la horrible experiencia que vivió. Pero en ese intento desesperado por sobrevivir la naturaleza no se lo pudo nada fácil. Apenas podía mantenerse a flote porque no hacía pie y la fuerte riada los zambullía una y otra vez.
Tras recorrer una distancia que se le hizo interminable, Juan pudo por fin agarrarse a la rama de un limonero que encontró en el camino. Había conseguido mantener a su madre junto a él y que la riada no la arrastrara río abajo, pero ya era tarde. Había tragado demasiada agua y no pudo hacer más por salvarle la vida.
Con su madre fallecida cogida de un brazo y con el otro encaramado al árbol mientras la crecida del río continuaba, aún no había terminado la pesadilla de este hombre. "Me quité la camisa e intenté hacer señales para que alguien nos viera", aseguró. "Grité y grité con todas mis fuerzas porque temía que la riada se llevara a mi madre". Fue inútil. No había nadie alrededor y por más que gritó nadie acudió en su ayuda hasta mucho tiempo después.
Más de horas estuvo agarrado al árbol con su madre fallecida hasta que su hijo de 24 años fue avisado por un familiar y no dudó ni un momento en acudir en ayuda de su padre y de su abuela. Primero intentó acercarse hasta la huerta en la que habían quedado atrapados con una máquina excavadora y apenas pudo avanzar 200 metros por culpa del barro que había quedado tras la riada. "Tuve que recorrer a pie entre tres y cuatro kilómetros hasta que llegué al árbol donde estaban y al ver que mi abuela estaba muerta me eché su cuerpo a los hombros para salir de allí porque mi padre estaba bien", narró entre lágrimas poco después de lo sucedido.
El caprichoso destino quiso que esa trágica noche Juan y su madre durmieran en la casa que tenían en la finca porque en realidad su residencia habitual estaba en el pueblo y sólo se quedaban un par de noches a la semana en esa casa para evitar robos en la finca.
Desolados e impactados todavía por la horrible experiencia que les había tocado vivir, esta familia rota por el dolor recibía el cariñoso consuelo de sus vecinos mientras el juez decretaba pasadas las 13:00 de la tarde el levantamiento del cadáver de esta anciana de 85 años y al que hoy está previsto que se le practique la autopsia en el Instituto Anatómico Forense de Málaga. Su único hijo aún no lo ha asimilado.
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