Seis de cada 10 andaluces votaron al PSOE en 1982

Felipe González cerró la campaña electoral de los 202 diputados en el Prado de San Sebastián, en Sevilla

El voto al PSOE superó el 57% en todas las provincias andaluzas, y el 60%, en cuatro

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Felipe González celebra en Madrid la victoria de octubre de 1982
Felipe González celebra en Madrid la victoria de octubre de 1982 / EFE

Nada explica mejor la amplia base electoral que Felipe González logró el 28 de octubre de 1982 que el actual líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, hubiese sido un votante felipista ese año. Con una participación en las urnas del 80%, el PSOE obtuvo 202 escaños, el 48,1% de los votos. Una cifra jamás lograda, y de una casi imposible repetición. En Andalucía, la tierra donde se forjaron los jóvenes líderes de ese nuevo PSOE, González superó el 57% en todas las provincias. En Málaga, Sevilla, Cádiz y Huelva superó el 60%. Alfonso Guerra abría la lista en Sevilla; Manuel Chaves, Cádiz, y Fernando Morán, que sería ministro de Asuntos Exteriores, por Jaén. Felipe González se presentó por Madrid.

Una victoria de esta magnitud sólo se explica por ese ensanchamiento del voto, que se produjo hacia la izquierda y hacia la derecha. El derrumbre del que había sido el partido gobernante desde el inicio de la Transición, la UCD, dejó 151 escaños para repartir. Felipe, que era como entonces se conocía -señor González era como un insulto-, se llevó buena parte de ellos, pero también la Alianza Popular de Manuel Fraga que logró 107 escaños, y se consolidó como líder de la oposición, pero muy lejos de ser una alternativa.

Quien era presidente del Gobierno en esos momentos, Leopoldo Calvo Sotelo, no obtuvo el escaño. Se había presentado por UCD por la provincia de Madrid, de número dos, porque cedió el liderazgo a Landelino Lavilla. La derrota fue tan grande que el partido se extinguió en esa legislatura.

Felipe González cerró la campaña en Madrid, pero a última hora se trasladó también a Sevilla para clausurar un mitin en el Casino de la Exposición

De Andalucía, sobre todo de Sevilla, había salido el grupo de jóvenes socialistas que llevaría al PSOE desde el exilio a Moncloa. En 1979, después de un revés electoral, Felipe González llevó a su partido a renegar del marxismo como apellido ideológico, y la victoria del socialista François Mitterrand en 1981 en Francia le mostró un sendero de moderación que situó al PSOE en la centralidad.

Los referentes ideológicos de González eran, por entonces, los líderes de la socialdemocracia alemana y sueca, Willy Brandt y Olof Palme. Mitterrand nunca había mirado bien a los españoles, aunque participó en el congreso federal de Suresnes, cerca de París, donde el llamado pacto del Betis llevó a los dirigentes vascos a apoyar a aquellos andaluces que, liderados por Felipe González, relevaron en la dirección a los dirigentes del exilio.

La victoria socialista en Francia de 1981 fue celebrada como un anticipo de lo que sucedería en España. El Gobierno francés que salió de las elecciones legislativas posteriores presentó un plan de nacionalizaciones que afectó a la banca y a casi todos los sectores industriales. 39 bancos fueron nacionalizados. Al cabo de los meses, el crecimiento económico se paró, el desempleo aumentó y se fugaron tantos capitales como el 2% del PIB francés. Mitterrand tuvo que rectificar, y aquella fue una lección que aprendieron los socialistas españoles. La única expropiación de peso fue la de Rumasa, de 1983, aunque se debió más a la situación económica de este grupo empresarial que a razones ideológicas.

Guerra visitó el último día de campaña El Rubio y El Arahal, porque eran dos pueblos, sevillanos, donde el PCE estaba muy fuerte

El primer ministro de Economía de González fue Miguel Boyer. En ese Gobierno del 82 había ministros que podrían haber sido presidentes: Alfonso Guerra, Javier Solana, Narcís Serra, Carlos Solchaga, Joaquín Almunia o Miguel Boyer lo podrían haber sido. Y otros, como José María Maravall o Ernest Lluch, fueron referentes ideológicos del partido durante mucho tiempo. Esa legislatura, la de 1982 a 1986, fue de las más reformistas del período democrático y finalizó con la entrada de España en la Unión Europea y la confirmación de que seguiría en la OTAN. Se reformó el sistema sanitario, el de pensiones y el de becas, se acometió una dura reconversión del sector público industrial y se devaluó la peseta para contrarrestar la inflación y hacer la economía más competitiva en el exterior.

Dos sevillanos se repartirían el poder. Alfonso Guerra fue el vicepresidente del Gobierno de Felipe González, pero siempre mantuvo el mando en el PSOE. Guerra permaneció en Andalucía los últimos días de campaña, visitó en las últimas horas El Rubio y El Arahal, porque en estos dos municipios sevillanos el PCE era el principal partido. Los socialistas andaluces quisieron celebrar el mitin final en el Casino de la Exposición de Sevilla, pero no obtuvieron el permiso. Finalmente se convocó en el Prado de San Sebastián. Fueron 100.000 personas.

Felipe González, que había cerrado la campaña en un mitin en Madrid, aún tuvo tiempo de volar hasta Sevilla para clausurar el mitin con Alfonso Guerra. "Adelante, adelante, en paz y en libertad", fueron sus últimas palabras ese día. Volvió a Madrid, votó junto a Carmen Romero en un colegio religioso, y el 28 por la noche lo festejó en el Hotel Palace.

Milans del Bosch fue trasladado a una cárcel de Algeciras, para que no tuviera contacto con militares que prepararon un golpe para el día de reflexión

España cerraba el círculo de la Transición con la victoria de un partido de izquierdas que no gobernaba en España desde la Segunda República. El mismo día de reflexión, el rey Juan Carlos reunió en Zarzuela a los líderes de los principales partidos para transmitir tranquilidad al país. Para ese mismo 27 de octubre había preparado otro intento de golpe de Estado, que se desarticuló en los primeros días del mes con la detención de dos coroneles de Artillería. Jaime Milans del Bosch, en prisión en esos momentos por el golpe del 23-F, trasladado a una cárcel en Algeciras, donde no podría tener contacto con otros participantes.

Ese 28 de octubre también aseguraba un largo ciclo socialista en Andalucía que se prolongaría durante casi cuatro décadas. Rafael Escuredo había ganado unos meses antes las primeras elecciones autonómicas en la comunidad, pero la identificación de muchos andaluces con un Gobierno que estaba liderado por dos sevillanos fraguó la concepción del PSOE como un partido de la tierra. No es causal que González y Sánchez hayan escogido Sevilla para celebrar el próximo sábado el 40º aniversario de esa victoria.

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