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Pulso en las comunidades islámicas: musulmanes culturales frente a conversos

Religión

Los fieles obsesionados con el cumplimiento de ciertos preceptos formales tienen una marcada herencia cultural a sus espaldas, mientras que los del islam español se centran en estrechar su relación con Dios

Unas 150 mezquitas, de las 1.500 abiertas en España, están bajo estricta vigilancia policial

“Hay un islam español, sin injerencias exteriores, que hunde sus raíces en Al Ándalus”

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Un grupo de fieles, en la mezquita Al-Huda, en Algeciras. / Erasmo Fenoy
José Ángel Cadelo

21 de mayo 2023 - 02:00

En el islam no hay un único magisterio. Cada comunidad y cada musulmán se fía de un sabio o sheikh. Los imanes predican según la escuela coránica a la que están adscritos. Las diferencias suelen resultar irrelevantes pero, entre algunas corrientes, se abren insalvables abismos doctrinales. Mientras unos promueven que la mujer lleve siempre hiyab y no se relacione con “infieles” (e incluso evite tocarlos), en el otro extremo están los místicos, a los que solo parece preocupar “el despertar vertical de la conciencia”. Casi se podría hablar ya de dos grandes bloques: el de los musulmanes por herencia cultural, obsesionados con el cumplimiento de ciertos preceptos formales, y el del islam español, centrados en estrechar su relación con Dios.

“El islam no es una realidad exclusiva de los árabes; no tiene sentido que los musulmanes en España estemos representados por extranjeros de costumbres exóticas, imanes y líderes que ni siquiera hablan bien español”. Es Ibrahim Gómez el que así se expresa. Es sevillano e hijo, a su vez, de otro sevillano que se convirtió al islam en los años 70: “Los musulmanes españoles huimos del dogmatismo de quienes nacieron y se educaron en regímenes dogmáticos; el islam que se practique en España no debe incorporar elementos culturales del Magreb o Pakistán”, concluye Gómez, advirtiendo de los peligros de determinadas sectas salafistas implantadas ya en las mezquitas de muchas ciudades españolas.

Las ultraortodoxas esconden su doctrina y muestran su mejor sonrisa cuando despachan con medios de comunicación, instituciones públicas o cuerpos policiales

El primer problema de los musulmanes para elegir mezquita y madrasa a la que llevar a sus hijos es que todas ellas se declaran moderadas y pacíficas. Incluso las ultraortodoxas esconden su doctrina y muestran su mejor sonrisa cuando despachan con medios de comunicación, instituciones públicas o cuerpos policiales. La mayoría de los dos millones de musulmanes que viven en España frecuentan mezquitas de fuerte carácter magrebí.

A su vez proliferan ya en toda España mezquitas financiadas por países del Golfo o adheridas a sectas transnacionales que promueven una versión del islam fundamentalista e intolerante. Hermanos Musulmanes y Arabia Saudí financian varias comunidades en Barcelona, Madrid y otras provincias.

La organización Justicia y Caridad, ilegal en Marruecos, también controla una veintena de lugares de culto en el Levante español y Andalucía

La organización Justicia y Caridad, ilegal en Marruecos, también controla una veintena de lugares de culto en el Levante español y Andalucía. El Tabligh, con raíces en Pakistán, se introduce velozmente ya en un centenar de mezquitas españolas. Aproximadamente 150 mezquitas, de las 1.500 abiertas en España, están bajo estricta vigilancia policial. Los discursos de odio hacia la mujer, el apoyo velado al Estado Islámico, la promoción de la supremacía islámica y el integrismo coránico son los principales elementos de la narrativa radical que delatan a estas comunidades.

El musulmán cultural

Musulmán cultural es la denominación académica para aquellos que cumplen solo con algunas de las prácticas religiosas islámicas tradicionales y, además, lo hacen movidos por razones culturales, étnicas o folclóricas: ayunan en ramadán, cubren las cabezas femeninas con un hiyab y circuncidan a sus hijos, pero ni rezan cinco veces al día ni se preocupan de estrechar su relación espiritual con Aláh. Estas comunidades son especialmente permeables a las corrientes salafíes y wahabíes, que se extienden gracias a su incontestable poder de financiación y a sus muchos canales de TV vía parabólica.

Un musulmán reza en la mezquita Al-Huda. / Erasmo Fenoy

“El fin de la circuncisión femenina es regular el deseo, porque si una mujer no está circuncidada puede que su deseo sea demasiado intenso”. Así responde, a la pregunta hecha por un musulmán español, un consultor de la web Islamqa, un servicio on line con diez millones de visitas mensuales que supervisa el polémico Muhammad Salí Al-Munajjid.

Los “moderados” en Sevilla, Ceuta, Algeciras o Málaga se enfrentan ya abiertamente a los fundamentalistas

En otra respuesta a una duda remitida por una marroquí residente en España sobre relaciones fuera del matrimonio, otro consultor de la web responde que “si se comprueba más allá de toda sombra de duda el adulterio y la persona no muestra signos de arrepentimiento, su castigo es el más severo: la lapidación”. Islamqa sostiene, por ejemplo, que las mujeres musulmanas no deben objetar nada a sus esposos por tener esclavas sexuales y mantener relaciones con ellas y afirma que es pecado oír música y ver televisión. Quien teclee juntas en Google las palabras “islam preguntas”, “islam consulta” o “islam respuestas”, la primera página que encuentra es la incostentable Islamqa.

Es precisamente esta ultraortodoxia literalista la que está haciendo reaccionar, en el seno de las comunidades islámicas, a los musulmanes verdaderamente pacíficos y tolerantes, sobre todo a aquellos ya nacidos o formados en España y expuestos desde la infancia a la pluralidad y el librepensamiento. Estos “moderados” en Sevilla, Ceuta, Algeciras o Málaga se enfrentan ya abiertamente a los fundamentalistas abriendo mezquitas e intentando atraer a sus escuelas de islam a las familias del barrio. Sin embargo, sin financiación exterior, ya han tenido que cerrar algunos oratorios por no poder pagar el alquiler: el de la Mezquita Ishbilia de Sevilla es quizá uno de los mejores ejemplos.

El universo sufí

Una importante corriente en expansión en España a la que no hay que perder de vista es la del universo sufí, la mística islámica. Considerada por los fundamentalistas “un camino de perdición”, las comunidades sufíes van sumando fieles gracias, entre otras cosas, a la riqueza de su literatura, música y artes plásticas.

Frente al islam más político y social, los musulmanes de tendencia sufí están representados en España por líderes de un notablemente superior nivel académico o profesional. Se centran en la espiritualidad. El cumplimiento de las formalidades culturales no obsesiona a estos musulmanes cuyos maestros han bebido de las mismas fuentes que san Juan de la Cruz o santa Teresa de Ávila: meditan, practican el dikhra o recuerdo de Dios y no rechazan los placeres terrenales permitidos.

Fiesta de convivencia en el barrio de la Caridad de Algeciras, organizada por la Fundación Márgenes y Vínculos. / Jorge del Águila

Algunas de las reivindicaciones de los colectivos musulmanes a la administración pública han puesto de relieve las grandes diferencias entre unos y otros. Los cementerios islámicos son un buen ejemplo: la Administración debe proveer, según la Ley 26/92, de espacios para que los musulmanes entierren a sus difuntos según su tradición, pero, mientras unos aceptan ya espacios dentro de los cementerios civiles, los más rigoristas exigen terrenos independientes y vallados “desde los que no puedan verse las cruces de las tumbas cristianas”, como requería Kamal Alami, musulmán malagueño, hace solo unas semanas.

También la obligatoriedad del hiyab aleja a unas comunidades de otras. Ismael Ben Yusuf, fiel de una mezquita gaditana, dice que el Corán es muy claro cuando prohíbe comer cerdo (Os está prohibido todo animal hallado muerto, la sangre, la carne de cerdo), “pero no hallamos nunca esta contundencia cuando habla del vestuario de la mujer (Di a las creyentes (...) que cubran su escote con el velo. O, más adelante: ¡Oh Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las demás mujeres creyentes, que deben abrocharse sus vestiduras externas)”. A pesar de la vaguedad imperativa de esa prescripción, las calles andaluzas se han llenado de hiyabis (jóvenes con velo) que secundan lo que pretenden imponer los predicadores salafíes. Una indumentaria que, por cierto, no lucen ni la madre, hermanas o esposa de Mohamed VI, el líder religioso supremo de todos los marroquíes.

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