El parqué
Nicolás López
Tono mixto
El videoclip del No înnô de Andaluçía comienza con el plano de una botella llena de aceite que, al abrir el dispensador, empapa un mollete del oro verde. Fundido a negro. Aparece una bailarina en lo que parece un salón de actos de un colegio y, poco a poco, va iluminándose el escudo que diseñó para la región Blas Infante hace ya más de cien años con Hércules, sus columnas y sus leones. Se aprecian, junto a la bailarina, las sillas verdes que pueblan los centros educativos de la comunidad y comienzan a sonar los acordes del himno que también compuso el nacido en Casares y que figura en el Estatuto como el Padre de la Patria Andaluza. Marta Ros, que así se llama la bailarina, recorre el colegio y dos niñas se ríen mientras le dan bocados a sus molletes con aceite. En algún momento se oyen las voces de niños cantando el estribillo del himno combinado con los “al ataquerr” de Chiquito de la Calzada.
“Es un homenaje a nuestra infancia”, explican los autores de la idea, los miembros de Califato 3/4, un grupo de “folclore futurista” –según se autodenominan ellos– que es una de las puntas de lanza de lo que algunos estudiosos coinciden en llamar nuevo andalucismo. Sobre la existencia de este fenómeno político y cultural ha reflexionado el politólogo malagueño Jesús Jurado en un ensayo titulado La generación del mollete, editado por Lengua de Trapo. El título hace referencia al mollete que abre el videoclip del No înnô de Andalucía, que es, a su vez, un recuerdo de las celebraciones que se desarrollan en los colegios de Andalucía en los días lectivos previos al 28 de febrero.
Es complicado encontrar el origen del desayuno andaluz, que es como se suele denominar a esta versión escolar del 28-F, pero hay cierto consenso en que comenzó a extenderse por las aulas a mediados de los 90, al mismo tiempo que la Logse. Bien lo saben Jesús Jurado y el resto de millenials andaluces –nacidos a partir de 1983–, que se inocularon del andalucismo a base de pan con aceite y azúcar mientras la autonomía se desplegaba desde Ayamonte a Pulpí, las localidades onubense y almeriense que hacen de límite de la comunidad en el imaginario de los políticos y en los mapas de Andalucía. Aunque es algo más joven que Jurado, también lo sabe el diseñador gráfico que está detrás de la cuenta Malacara, que cada febrero intensifica sus memes sobre el Día de Andalucía y es uno de los máximos exponentes en redes sociales de ese nuevo andalucismo al que el politólogo malagueño se asoma en su ensayo.
Según el diccionario de Oxford, un meme se define como un “texto, imagen, vídeo u otro elemento que se difunde rápidamente por internet, y que a menudo se modifica con fines humorísticos”. Los memes de Malacara, al que siguen casi 150.000 personas en Twitter. beben de esa infancia de desayuno andaluz, que va siempre acompañado de la interpretación del himno de Andalucía con flauta dulce después de interminables semanas de ensayo en casa. Así ha quedado reflejado en una de sus publicaciones recientes, con un personaje de la saga Star Wars, Grogu, muy triste porque su padre no le deja volver a tocar el himno para no molestar a los vecinos. Pero no todos los memes de este joven andaluz están ausentes de contenido político.
La mayoría las creaciones de Malacara consisten en una imagen acompañada de una frase en mayúsculas en una versión escrita del dialecto propio de Sevilla capital. La elección de esa fórmula escrita del castellano, que está fuera de la norma, se reproduce en otros creadores de humor, pero también en las canciones de Califato 3/4, cuyos títulos están escritos en el estándar para el andaluz creado en 2017 por Juan Porras, un profesor de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. La apuesta de los creadores de humor andalucista por transcribir alguno de los dialectos que hay en Andalucía entronca directamente con una realidad que ha pasado de las redes a la sociología. Las críticas la forma de hablar de determinados políticos andaluces provocaron enfado en las redes sociales y quedaron reflejadas en un estudio elaborado por el Centro de Estudios Andaluces. La investigación reveló que casi cuatro de cada diez andaluces (38,6%) se enfadan cuando escuchan críticas a los acentos de la comunidad.“El acento es lo que nos define;uno sabe que alguien es andaluz cuando el otro habla”, apunta Jurado durante una conversación con este periódico.
No suena casual entonces que Cruzcampo –en manos de la holandesa Heineken desde los 90– utilizase una versión rediviva de Lola Flores para asegurar que a ella se le entendía en todo el mundo “por el acento”. En el anuncio de la cervecera suena de fondo el primer single de Califato 3/4, L’ambôccá, pero también cuenta con la participación de María José Llergo, una joven cantaora cordobesa que recuerda que, en andaluz, al concepto empowerment se le dice poderío. Llergo es otra de esas referentes del reverdecer cultural de la comunidad y ha sido comparada muchas veces con Rosalía, que es otra de las protagonistas de la reflexión de Jesús Jurado. El politólogo admite que tuvo tenía sentimientos encontrados con el uso que hacía Rosalía de los valores andaluces:“me debatía entre cierta fascinación (...)y algo de frustración. No sólo es que fuera catalana sin raíces andaluzas, es que además era tan políticamente tan aséptica como un triunfito”.
Teniendo en cuenta esa disyuntiva, tiene sentido que el ensayo de Jurado parta del mitin de apertura de
Vox, un partido contrario a los principios del andalucismo, en la campaña de la elecciones del 2 de diciembre de 2018. Santiago Abascal cerró aquel acto con Rosalía sonando en los altavoces con su Malamente. “La canción que dio pie a una intensa reflexión sobre el andalucismo, usada como material de campaña por la extrema derecha españolista”, apunta el autor en el inicio del libro en una conclusión que le hizo sospechar lo que luego desarrolla en poco menos de 200 páginas, que el nuevo andalucismo nace de la “intersección” de la crisis económica y social que “hizo trizas la estructura sentimental de la Andalucía democrática” y un movimiento cultural por “la definición, modernización y dignificación de la identidad andaluza”.
Jurado recorre el comienzo de la segunda década del siglo XXI recordando protestas por fandangos contra los bancos en los momentos más duros de la crisis y una canción de la Federación de Raperos Atípicos de Cádiz (FRAC) titulada Nación del 37%. El porcentaje del nombre alude a la tasa de paro que se registraba entonces en Andalucía y la canción comienza con el verso “Guerrero, paga la coca, pero de tu borçillo, pixa” en una referencia al recientemente fallecido Francisco Javier Guerrero, ex director general de Trabajo de la Junta y protagonista indiscutible de los escándalos de corrupción asociados a los gobiernos del PSOE. “No sólo hay rabia, también hay orgullo y afirmación andaluza”, apunta Jurado, que cita a otro joven politólogo andaluz, Cristian García, que defiende que aunque los andaluces tienen “rasgos culturales muy marcados” lo que “define Andalucía realmente es la cuestión económica.
Esa constatación explica, por ejemplo, que una de las páginas de memes más popular de las redes, Glorious Andalusian Emirates Memes –Memes del Glorioso Emirato Andaluz, en inglés– reivindicase uno de los grandes momentos de esplendor del territorio que hoy es Andalucía: el Califato de Córdoba. Jurado analiza en ese punto el surgimiento del andalucismo histórico, en el siglo XIX, con otros como el catalán o el vasco, que se miran en la Corona de Aragón y los privilegios forales. “Aquí tenemos que remontarnos más allá de la conquista castellana para imaginar una España en la que lo andaluz no fuese sinónimo de analfabetismo”, reflexiona Jurado, que considera que el hecho de que este nuevo andalucismo no sea “gruñón” tiene que ver en el uso del humor como “forma de resistencia” y de una nostalgia que es “menos conservadora y más positiva”.
De nostalgia sabe bastante este politólogo, que hoy trabaja como funcionario en un ministerio en Madrid. También el creador de Malacara, que trabajó un tiempo en Madrid, pero acabó volviendo. En Madrid vive también Juan Pedro Moreno, el guionista del anuncio de Cruzcampo, que es natural de la Línea de la Concepción. María José Llergo es de Pozoblanco pero su carrera musical nació, precisamente, en Barcelona. Todos ellos comparten un exilio que es común para esa la Andalucía millennial de mollete que maduró viendo la webserie Malviviendo o que se reúne en un teatro de la Gran Vía madrileña cuando toca allí Califato 3/4. La razón hay que buscarla en que, como sus abuelos, a mediados del siglo XX, se han ido de su tierra para mejorar sus condiciones laborales o, directamente, encontrar un trabajo.
“Es una Andalucía que responde orgullosa a los prejuicios (...) y proyecta modernidad y futuro sin renegar de sus tradiciones”, defiende el politólogo en uno de los capítulos del libro que abre con un verso de Ana Isabel García Llorente, el nombre que hay detrás de la rapera cordobesa Gata Cattana, fallecida en 2017 con sólo 25 años y que es una mezcla perfecta de la dualidad cultural y política de esta ola del andalucismo. “... e incluso han conseguido / que nos guste lo que somos”, dice la Gata en el poema Todo lo demás es estar muerto, en una referencia a la resignificación de los valores andaluces que han permitido que los memes que crean estos andaluces los protagonicen Juan y Medio, María del Monte o las series que emitía Canal Sur 2 mientras se hacían la merienda.
Los gritos de ¡Dolores, guapa! que se hicieron virales en la última Semana Santa que se celebró antes de la pandemia iban dirigidos a la Virgen de los Dolores de la sevillana hermandad del Cerro. Cuando sale, cada Martes Santo, los sones que saludan al paso de palio son los del himno de Andalucía y no los de la Marcha Real en un ejercicio único de andalucismo en el mundo cofradiero. ¡Dolores Guapa! fue el título elegido por el joven cineasta andaluz Jesús Pascual para su película –producida por Antonio Bonilla– sobre la relación del colectivo LGTBI y la Semana Santa andaluza con la intención de “volver a esos símbolos, imágenes y mitos para contemplarlos con otros ojos”.
Es una resignificación similar a la que es habitual en este nuevo andalucismo con otras expresiones culturales y que también se da dentro del ámbito LGTBI con las travestis. Pascual es también el autor de un corto titulado Mi arma donde Belial, una de las referentes de la escena drag andaluza, “habla de los problemas que surgían cuando se incorporaban elementos del imaginario asociado a lo andaluz a los espectáculos travestis”. Belial forma parte del grupo Las Niña, que “siguen utilizando en sus fiestas flamenco, copla, palios, peinetas, mantillas, claveles, farolillos y trajes de flamenca”, explica Pascual, combinándolo con mensajes políticos y con expresiones culturales más contemporáneas.
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