Juanma Moreno aguanta; Juan Marín, candidato

El presidente sigue el ejemplo de la primera legislatura de Aznar, y su socio recompone la dirección de Ciudadanos para el intento final

Juanma Moreno, en una visita a Granada en abril de este año.
Juanma Moreno, en una visita a Granada en abril de este año. / Antonio L. Juárez

El Gobierno andaluz comienza esta semana unas cortas vacaciones, con la incógnita del adelanto electoral resuelto. Juanma Moreno extenderá su primera legislatura casi hasta el final. Las elecciones serán 2022, y la única duda es si serán unos meses antes o después del verano. Su vicepresidente, Juan Marín, además líder andaluz de Ciudadanos y será, con casi toda probabilidad, candidato de su partido. El sanluqueño está reformando la dirección del partido en lo que sus críticos consideran una purga. Pero Inés Arrimadas le ha dado libertad para actuar con el objetivo de mantener una representación parlamentaria que le permita seguir en el Gobierno.

Vox, el otro aliado, deshoja el trébol, si la diputada Macarena Olona fuera la candidata, y eso aún no se debe descartar, mostraría la voluntad de este partido por condicionar el próximo Ejecutivo andaluz. El tiempo parece que está beneficiando la cabalgada del PP sobre Vox, cuanto más tarden las elecciones en llegar, más votantes se desplazarán desde el partido de Abascal hacia los populares.

Juanma Moreno sigue el ejemplo de la primera legislatura de José María Aznar. En esa ocasión, el primer presidente de Gobierno del PP logró gobernar pero en franca minoría, hasta tuvo que apoyarse en el PNV y en la Convergencia de Pujol. Moreno no tiene esos problemas con sus aliados de Ciudadanos ni de Vox, que se sitúan en la misma franja ideológica, pero como Aznar va a seguir hasta el final, sin cambios de consejeros y abriendo el diálogo a todos los partidos, incluidos los de izquierda. Así, con la mayor parte de la población vacunada y con la economía al alza, entiende que o logrará la mayoría absoluta de los 55 escaños o se quedará muy cerca, una mayoría suficiente, la misma con la que soñó su antecesora, Susana Díaz, y nunca logró.

Los sondeos parecen indicar que no está equivocado. El PP entiende que ha cursado su tercer año de la legislatura con los deberes hechos. Marcó la impronta con una bajada de impuestos, más aparente que sustancial, y se ha demorado en la reforma de la administración autonómica, aunque ya tiene en sus manos las auditorías de los entes que componen la administración paralela. No habrá reducciones de plantilla, pero sí cierta reorganización racional de un berenjenal que se fue enmarañando año tras año sin que nadie acertase a tener una visión global del todo.

Con la nueva ley del Suelo en trámite de ser aprobada, al Gobierno sólo le queda aprobar los Presupuestos de 2022. El consejero de Hacienda, Juan Bravo, trabaja en sus cuartas cuentas, pero si no hay apoyos suficientes en el Parlamento, se pueden prorrogar. Si ocurriese esto último, las elecciones estarían más cerca de abril que de octubre de 2022. Hay quien fija en enero los comicios, pero para ello habría que convocar en noviembre, antes de que se tuviera constancia de que el proyecto de Presupuestos es rechazado por Vox y las izquierdas. Bastaría que el PSOE no votase a favor de la retirada, lo que es posible por el interés de Juan Espadas, para que las cuentas se tramitasen.

La preocupación del PP está en Ciudadanos. Juanma Moreno prefiere gobernar con los naranjas a hacerlo con Vox. Le ocurre a todos los presidentes autonómicos del PP, ahora que Pablo Casado ha puesto la proa contra el partido de Santiago Abascal. No va a ser una operación de derribo como la de Ciudadanos, pero casi.

Juan Marín va a ser el candidato de Ciudadanos a las elecciones autonómicas. La consejera de Igualdad, Rocío Ruiz, podría presentarse a las primarias, pero es posible que no dé se paso. Inés Arrimadas ya ha enviado suficientes mensajes de apoyo a Marín, de quien había recelado en principio. Como mantuvo el consejero de Educación, Javier Imbroda, el partido no está para elecciones primarias. En efecto, la formación naranja está al borde de la extinción, un fracaso en Andalucía supondría una extinción inexorable, de ahí que Juan Marín está rehaciendo el partido con los más leales.

Marín ha apartado al gaditano Sergio Romero de la portavocía del grupo parlamentario, y ha puesto en su lugar a Teresa Pardo. Mónica Moreno dejó la secretaría de Acción Institucional, que es una suerte de número dos en el partido, y en su lugar ha colocado a otra persona de su confianza. Francisco Javier Locertales, secretario general en la Consejería de Empleo. En Granada, el coordinador provincial que ha sustituido a Luis Salvador es su director general de Administración Local, Joaquín López-Sidro. Queda por nombrar al responsable en la provincia de Sevilla, ya que Álvaro Pimentel también ha sido descabalgado.

Juan Espadas, el nuevo secretario general del PSOE-A, coincide con Moreno, él necesita tiempo para consolidar su liderazgo en las provincias. En noviembre celebrará el congreso regional y antes de finalizar el año, llegarán los provinciales. Espadas ha logrado marcar cierta huella en estas primeras semanas al proponer una serie de acuerdos a Moreno, pero el candidato, que no es parlamentario, necesita más combustible. Su principal problema es que sigue siendo muy desconocido para la opinión pública andaluza.

Para que Espadas lograse alcanzar a Moreno en unas elecciones, necesitaría que el PSOE mejorase su marca a nivel nacional. El federal y el andaluz siempre han sido vasos comunicantes, el principal aliado del sevillano es Pedro Sánchez. Pero es que, además, el PSOE necesitaría el apoyo de sus compañeros de izquierda, y éstos corren el riesgo de acudir a las elecciones con tres listas, las de Unidas Podemos, la de Errejón y la de Teresa Rodríguez. No obstante, la vicepresidenta Yolanda Díaz quizás sea capaz de una convergencia que hoy parece imposible.

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