IU pacta el guión de acordes y desacuerdos con la presidenta
El socio de Gobierno exhibe su alianza con Susana Díaz para atacar al PP y disimula sus reivindicaciones.
Sevilla/Nunca antes Izquierda Unida había mostrado una cara tan amable con un candidato a la Presidencia de la Junta; nunca antes estaba formando parte de un gobierno en Andalucía. La coalición de izquierdas se siente cómoda en el pacto con el PSOE y le ha sido indiferente el cambio de titular, sea José Antonio Griñán o Susana Díaz. Misma música, y similitudes en la letra. Desde hace semanas ambas formaciones han hecho pública la sintonía para la conformación de un nuevo gobierno de coalición y, aunque en el discurso de Díaz tuvo escasa presencia el espíritu de IU, el socio se ha mostrado leal en no desvirtuar en público lo pactado entre bambalinas.
Así que en la representación ayer de un debate que se quedó en una mera teatralización (sin segundo acto porque IU rehusó a un turno de réplica), el portavoz parlamentario de IU, José Antonio Castro, exhibió que IU está "acorde con el nuevo Gobierno", camufló el desconcierto con la adulteración que Díaz hizo de sus propuestas (un observatorio por un banco de tierras) y escondió algunas de las que fueron sus reivindicaciones, de las que no hubo sospecha, caso de una Renta Básica (enterrada) o de un impuesto a las grandes superficies, que días atrás IU dijo que iba a exigir y a la que Díaz no ha echado la más mínima cuenta.
Castro prefirió el papel de aliado de Díaz en la segunda jornada de la sesión de investidura y asumió la intención de IU para este curso político de ser más voraz con las políticas del Gobierno central en manos del PP. Para guardar un poco las distancias, Castro aliñó los dardos a las políticas neoliberales y a las actitudes del PP con tibios mensajes a los socialistas de que IU es un socio exigente.
El ejemplo más evidente fue sobre el tema en el que ha pivotado la sesión de investidura: la corrupción. Castro asumió el discurso de "implacabilidad" y de "radicalidad democrática" contra la corrupción, así como la reivindicación de la transparencia, pero avisó que, "después de la experiencia en la comisión de investigación sobre el caso de los ERE, preferimos los hechos a las palabras".
Poco más en el capítulo de exigencias. Porque Castro anduvo de puntillas sobre una de las anunciadas apuestas de IU para este debate: la reforma de la Ley Electoral. Díaz ni la mencionó en su turno de respuesta.
Castro reclamó una lucha contra la exclusión social para evitar los desahucios energéticos y de agua (es decir, que la Junta pague la luz y el agua a las familias que lo necesiten). Díaz dijo que ya lo verá.
Castro alabó incluso que Díaz se refiriese a la función social de la tierra, pero lo que hizo la presidenta, y recordó, es que acepta estudiar una "catalogación de esas tierras, y ver cuáles se pueden poner en carga o no". Castro planteó, sin molestar, una reforma fiscal y consideró un "avance" que la Junta encargue (a estas alturas) un informe sobre el sector público.
Muy complaciente, Castro se acordó casi al final del empleo (reclamó que sea el "frontispicio" de las políticas de la Junta) y dijo que sólo había echado en falta en el discurso de la candidata las leyes de memoria democrática y de protección a los consumidores.
Después de volver a la política alternativa al PP y al discurso del agravio para que Andalucía no sea menos que otras comunidades, Castro enfatizó la apuesta por la paz y a deshacerse de esa "organización criminal que es la OTAN, que quiere impulsar una guerra en Siria". Díaz se hizo la sorda.
"Usted nos conoce. Sabe que en una negociación somos exigentes, pero también sabe que IU aprieta, pero no ahoga", se despidió Castro. Ayer, ni una, ni otra.
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