Griñán ataja el debate sucesorio con Moreno y mantiene que no le debilita

Se siente "halagado" por que haya en su equipo "más líderes" y no le importa que le "hagan sombra". Su condición de secretario general del PSOE-A le ha permitido "decisiones más arriesgadas" para su Gobierno

Griñán comparte con los empresarios la conveniencia de hacer "ajustes presupuestarios"
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23 de marzo 2010 - 13:28

El presidente andaluz, José Antonio Griñán, ha logrado en un año dar carpetazo al debate de la bicefalia en el PSOE-A, para abrir otro, el de la sucesión en la Junta, que puede durar dos, como mínimo. Desde hace doce días es secretario general del partido y esta condición dice que le ha permitido diseñar ahora su Ejecutivo autonómico con total libertad y adoptar "decisiones más arriesgadas". Como la de situar como su número dos a Mar Moreno y reabrir este nuevo frente. La elegida como portavoz y consejera de la Presidencia siempre estuvo en el puesto de salida para un relevo generacional en la Junta. Griñán ya contaba de antemano con esta lectura y ayer quiso cortarla de raíz: lejos de molestarle, admitió sentirse "halagado" por que en su equipo se vea a otros líderes y no le importa que estos le puedan hacer sombra, porque no le perjudica para la cita electoral de 2012. Otra cosa será en 2016.

Tras presidir el acto de toma de posesión de los nuevos consejeros y celebrarse el primer Consejo de Gobierno de este equipo, tocaba justificar los cambios abordados en su gabinete. Moreno es la pieza clave de este puzzle y Griñán desdeñó cualquier rumor que, en especial, de la oposición, quiera ver en este nombramiento que él es un presidente o un candidato de transición. Y lo dejó claro. "No me debilita que la oposición piense en 2016. Yo pienso en hoy y para entonces, ya veremos", ironizó.

La elección, por tanto, de Moreno la dejó como la del resto de consejeros, en términos de "mérito y capacidad", y lejos de futuribles y de influencias, es decir, ni cuotas territoriales ni afinidades personales. Ni siquiera del presidente del Gobierno central, José Luis Rodríguez Zapatero, con quien departió este fin de semana y del que se ha apuntado que pudiera haber influido en la colocación en la parrilla de salida de la consejera jiennense, de la que siempre fue valedor y quiso como sucesora natural de Manuel Chaves. "Ni yo le dije si me gustan sus ministros, ni él si le gustaban mis consejeros", ironizó Griñán.

Si no hubo ninguna presión presidencial, menos cabida las tenían las territoriales, que si bien en la dirección regional del partido las ha tenido que atender, en su Gobierno no ha querido, aunque ello levante suspicacias. En eso quiere ser transparente: cuando elige "no mira la procedencia" -como prueba, el fichaje hace un año de la ex alcaldesa de Córdoba de IU, Rosa Aguilar, para la cartera de Obras Públicas-, no le importa de dónde venga ni quién le apadrine. "Todos somos del PSOE y nadie es de nadie", resolvió, reflexión en la que también incluyó el vínculo de los consejeros salientes con Chaves, negando así ruptura alguna con su antecesor.

Siguiendo estas pautas, Griñán dice tener ahora de un grupo "potente", de gente "formada y muy hecha", con experiencia en tareas de gobierno, al que poner al frente de trece consejerías con las que quiere materializar ese impulso del cambio. Sin embargo, tantos cambios, con seis consejeros cesados y otros cuatro nombrados, deben tener alguna explicación. En este caso no entra la crítica a la gestión "valiente y de éxito" de quienes se van (salen de la Junta el titular de Empleo, Antonio Fernández; Martín Soler de Innovación, Cinta Castillo de Medio Ambiente, Juan Espadas de Vivienda, Begoña Álvarez de Justicia, y Rosa Torres de Cultura), y sí la autocrítica. Los "fallos" en su organigrama anterior los había y se podían "mejorar" - aseguró haber tomado nota de los que salían reflejados en los medios de comunicación-. Una vez superado el congreso con el que se hizo con las riendas del partido, que "salió bien" y como él "soñaba", quedaba corregirlos.

Ya sin ataduras de partido, afrontó el cambio en este orden, primero de estructura, y después de nombres, para afrontar una crisis económica de la que ya prefiere empezar a hablar en pasado. En esta clave es en la que se entiende el fortalecimiento de las consejerías de corte técnico: Economía asume Innovación y Empresa; mientras Hacienda absorbe Administraciones Públicas, en un eje que permitirá tanto un mayor control presupuestario como abordar la aplicación de las dos leyes locales -se creará una Comisión Delegada de Hacienda-. A éstas se suman otros departamentos troncales para ese cambio de modelo productivo y sostenible: Igualdad y Educación.

En un sentido más práctico, Vivienda y Ordenación del Territorio es asumida por Obras Públicas, mientras Justicia regresa a Gobernación, como ya estuvo en legislaturas anteriores, en lo que también entra como refuerzo político de un departamento en el que permanece al frente el único socialista de la vieja guardia, Luis Pizarro. Y para terminar de potenciar este eje político, quedaba unificar Presidencia con la portavocía para Moreno, siguiendo el esquema gubernamental en el que estuvieron Alfredo Rubalcaba, Rosa Conde o, ahora, Teresa Fernández de la Vega.

Con estos cambios, Griñán consideró que tiene una organización más adecuada a estos tiempos, "más musculosa", "eficaz" y "amoldada" los retos que se ha marcado, en la que no dudó en afirmar que está dispuesto a asumir tanto los éxitos como los fracasos. Algo que no parece preocuparle, porque se vanaglorió de tener en su currículum haber sabido rodearse siempre, desde que fuera ministro de Trabajo, de equipos "sólidos".

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