Griñán, el imputado que habló de un "gran fraude"
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José Antonio Griñán. "No creo que hubiera un gran plan, pero sí un gran fraude". Su frase a las puertas del Tribunal Supremo, al término de su declaración ante el juez Barreiro, dejó estupefactos a muchos. Griñán estaba quemando naves, pero puede que se le descontrolara el incendio. Había dejado la Presidencia de la Junta, en manos de Susana Díaz, alegando motivos personales, y aquella mañana, al dejar atrás el interrogatorio de Barreiro, metía la directa: al poco dejaba su escaño en el Senado y días después anunciaba su decisión de dejar la actividad política para quitar a su partido -dijo- "la presión" que conlleva este proceso, sobre todo después de que Ciudadanos condicionara su apoyo a la investidura de Díaz a su renuncia y la de Chaves. A ella le remitió sentidos mensajes explicando su decisión y lamentando la situación que se había levantado alrededor del partido y de la propia Junta, de la que se había marchado tras haber sido su máximo dirigente desde abril de 2009 hasta septiembre de 2013.
Griñán accedió al cargo tras la dimisión de Chaves, y casi tres años después los electores dieron por primera vez la victoria al PP de Javier Arenas, aunque sin mayoría absoluta, por lo que siguió gobernando gracias al pacto con IU. El líder socialista manejó los tiempos políticos imprimiendo su sello personal, lo que desconcertó en no pocas ocasiones a sus propios compañeros, como cuando decidió convocar en solitario las elecciones andaluzas que después perdió. Un año después de que Chaves le pasara el testigo, Griñán le relevó también como secretario general del PSOE-A, cargo que ocupó desde febrero de 2012 hasta julio de 2014. Ambos fueron se distanciaron sólo unos meses después de que él alcanzara la Presidencia de la Junta, cuando quiso acabar con la bicefalia y asumir también la Secretaría General del PSOE andaluz.
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