El ‘Gobierno del recambio’
Dos años del Gobierno del cambio en Andalucía | Análisis del desempeño del Gabinete
Distintos partidos y otras personas en el ejercicio del autogobierno, principal novedad de una Junta en la que el PP pesa mucho más que Cs
Elías Bendodo es el vicepresidente de facto y cuida la relación con Juan Marín, que aglutina mucho aparato administrativo pero poco poder
La undécima legislatura autonómica andaluza cruza esta semana su simbólico ecuador, el segundo aniversario de las elecciones autonómicas del 2 de diciembre de 2018, que alumbraron un cambio tan inesperado como radical, por primera vez el PSOE no estaría en el Gobierno tras casi cuatro decenios en el poder. Nacía el autodenominado Gobierno del cambio, aunque más bien podríamos renombrarlo como el Gobierno del recambio, porque lo poco que realmente ha cambiado es quienes ejercen el poder: cambian las piezas que ejercen el poder –partidos y personas– sin que la maquinaria haya mutado tanto.
Lo explica bien que el modelo de Gobierno que ha elegido esta primera Junta de Andalucía no socialista, paradójicamente, replica la fórmula de éxito que mantuvo el PSOE durante las legislaturas que presidió la institución Manuel Chaves. Un orden en el que el presidente juega un papel muy institucional y poco dado a la gresca política y en el Consejo de Gobierno destacan perfiles similares a los de esa etapa, en los que sobresale un superconsejero de Presidencia que acapara gran parte del poder real.
Al hacer una disección del Gobierno, analizando uno a uno sus integrantes, la prelación de los cargos que prevé la estructura del Ejecutivo se compadece poco con el ejercicio real del poder.
La coalición de gobierno que pactaron PP y Cs, con el apoyo externo e indispensable de Vox, fijó que hubiese un presidente, Juanma Moreno, y un vicepresidente, Juan Marín. Pero la realidad es que esta Junta de Andalucía actual tiene un vicepresidente de facto: Elías Bendodo.
Marín es, además de vicepresidente, un archiconsejero, pero su departamento –Turismo, Regeneración, Justicia y Administración Local– acapara mucho aparato administrativo y poco poder político real. El líder de Cs en Andalucía acostumbra además a meterse en muchos charcos, incluso de cuestiones que le son ajenas a su gestión en virtud de que ocupa la Vicepresidencia. Confunde a menudo la necesaria visibilidad de la gestión con una sobreexposición mediática de dudoso rédito.
No ha sabido capitalizar el buen resultado naranja en las elecciones de 2018, con 21 escaños y a escasos votos del PP. Éste le está ganando esa partida, tanto en el reparto de competencias como, sobre todo, en el volumen de presupuesto a ejecutar.
Forzó Marín el cambio de estructura del Ejecutivo consumado al final del último verano, pero con el dudoso mérito, en términos políticos, de que los cambios aplicados perjudicaron los intereses de su partido –el traspaso de la gestión de los fondos europeos es el paradigma–, porque su lógica tenía clave interna partidaria, sin que le importase perjudicar a sus adversarios en Cs, singularmente a Rocío Ruiz. Eso sí, fracasó en su intento de que saliese del Consejo de Gobierno.
El Gabinete mantiene su composición desde el inicio, salvo el cambio por razones de salud que llevó al primer consejero de Hacienda, Alberto García Valera, a renunciar. No ha ocurrido así en los niveles inferiores. Hay que achacarle a Marín que, además de las luchas internas, Cs no era un partido preparado y con estructura para asumir tareas de gobierno, como atestiguan la treintena de cambios de mandos intermedios, incluyendo viceconsejeros.
Ceder precisamente el control de la comisión de viceconsejeros –el puente de mando de la Administración autonómica– demuestra también a las claras que Marín tiene multitud de títulos, pero el poder real lo ejerce Bendodo.
El político malagueño es el auténtico hombre fuerte del Gobierno de Juanma Moreno. Y no sólo lo es, ejerce como tal. Interviene en todas las políticas, como corresponde a sus funciones de coordinador del Ejecutivo.
Ha sido el artífice de la senda seguida en el primer año de ejercicio del autogobierno, centrado en romper con el pasado socialista y tratar de cambiar la imagen, incluidos los logos, a la Junta de Andalucía.
Ha tenido, además, la habilidad de mantener una excelente relación con Marín, pese al desequilibrio de poder real que hay entre ambos. Dedica muchas energías a mantener engrasada la relación con el socio de Gobierno.
Prueba de ello es que constantemente valora a Rocío Blanco, titular de Empleo, Formación y Trabajo Autónomo, también propuesta por Cs. No escatima ocasión de elogiarla en público. Su gestión, la de Blanco, es correcta y está muy alineada con el conjunto del Gabinete. Tiene amplio conocimiento de las materias que son de su competencia.
La gran sorpresa de este Consejo de Gobierno es Juan Bravo. Inspector de Hacienda como su predecesor, fue el último en llegar para suplir a García Valera. Su carrera política ya se había iniciado antes, como diputado del PP por Ceuta. Muy solvente en su gestión, está especialmente dotado para la oratoria, como demuestra en los múltiples actos públicos que protagoniza y cuando interviene en el Parlamento de Andalucía para defender su gestión o la producción legislativa del Ejecutivo. Tiene la habilidad de encandilar, y en algún caso convencer, a los no afines, y de enardecer a los fieles a su ideología. Ha estado detrás de acuerdos básicos para la acción de gobierno, singularmente los tres presupuestarios de 2019, 2020 y 2021, que acaba de firmarse pese a las alharacas de Vox, que, como un año antes, mantendrá su apoyo a unas cuentas que garantizan que se completen los dos años de legislatura que quedan.
En términos políticos es, además, un casadista de primera hora, un capital que administra con mesura, pero que hace que en Génova su criterio se tenga muy en cuenta. Despunta junto con Bendodo, aunque en el Gabinete no hay hoy por hoy carrera por la sucesión del presidente, que tiene un compromiso de no estar más de ocho años en el cargo.
Ciudadanos decidió en el reparto de competencias hacerse con Educación, una materia que este partido considera esencial. Al frente de la consejería que también tiene las competencias sobre Deporte situó a Javier Imbroda. En ambas materias tiene conocimiento, pues es doctor en Educación y su trayectoria como técnico de baloncesto es muy conocida. Su desempeño ha sido irregular. Casi polarizado. Pero la puesta en marcha de este curso con las restricciones de la pandemia ha sido un éxito que oculta cualquier polémica previa y desacredita las críticas que recibió de la oposición y parte de la comunidad educativa.
Carmen Crespo, experimentada dirigente del PP –llegó a ser delegada del Gobierno central en Andalucía–, es titular de una macroconsejería que aglutina las políticas propias de Agricultura y Pesca con las medioambientales. La percepción es que no abarca para tanto, sea por la acumulación de competencias, sea por déficit en gestión.
Rogelio Velasco, prestigioso economista, está al frente de Transformación Económica, Industria, Conocimiento y Universidades. Ha tenido dificultades para crear su equipo, en el que en menos de dos años ha habido muchos cambios. Expone políticas muy necesarias para lograr una comunidad mejor dotada empresarialmente, porque es finalmente el tejido privado quien debe crear el grueso de la riqueza y el empleo, pero la puesta en práctica se desarrolla con poco ritmo. Independiente propuesto por Ciudadanos. Velasco llegó al Gobierno por recomendación de Luis Garicano y no era la idea inicial para Economía, de Juan Marín, que pensaba en su hoy viceconsejero, Manuel Alejandro Cardenete. Es uno de los damnificados por el cambio de estructura promovido por Marín, pues ha perdido la gestión de los fondos europeos, ahora bajo la tutela de Juan Bravo, justo en un momento en que habrá una dotación desde Bruselas nunca vista por la financiación para la recuperación económica tras el shock provocado por la pandemia de Covid-19.
Otro de los protagonistas principales de este Gobierno del recambio es Jesús Aguirre, el médico cordobés que está al frente de Salud y Familias. Su carácter llano y espontáneo, por lo que recibe críticas y hasta burlas, es al hacer balance un valor positivo que refuerza su gestión, porque transmite un discurso percibido como honesto. Solventó bien las alertas sanitarias creada por un brote de listeria y el virus del Nilo, y su desempeño en la pandemia está avalado por los buenos datos de la primera ola, pero se ha visto empañada por los de la segunda, bastante peores. Lidia con mucho descontento dentro del SAS. Aun así, aprueba.
Rocío Ruiz, consejera onubense de Cs, ha tenido una gestión salpicada de polémicas al frente de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación. Choca con frecuencia con Vox, el socio externo de la coalición, pero sobre todo mantiene discrepancias con el líder de su partido, Juan Marín. La parte popular del Gobierno valora su trabajo y por ello permanece al frente del departamento.
La granadina de adopción –es vallisoletana de nacimiento– Marifrán Carazo tiene a su cargo la consejería inversora por antonomasia, Fomento, Infraestructuras y Ordenación del Territorio. Militante de larga trayectoria en el PP, tiene experiencia orgánica e institucional previa. Atesora una gestión discreta en la que prima el acuerdo con otras administraciones y la culminación y desbloqueo de proyectos tan relevantes como los metros de Málaga o Sevilla.
Cierra el Gobierno, según la prelación de la propia Junta, Patricia del Pozo, como titular de Cultura y Patrimonio Histórico, que llegó al departamento tras ser implacable portavoz de este ramo en la oposición a los gobiernos socialistas. Ha desempeñado una gestión sin estridencias y dialogante con un sector de por sí complejo y que vive un momento de máxima dificultad por las restricciones que impone la lucha contra el Covid-19, que la recibió sin entusiasmo y ahora valora sus esfuerzos por ayudar.
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