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Fe al otro lado del Estrecho

312 personas han sido rescatadas en balsas de juguete en los tres primeros meses de 2013. El fundamentalismo islámico y la desesperación del África negra mueven a este incierto viaje.

De entre los inmigrantes que han sido rescatados en las últimas semanas en aguas del Estrecho, el de la imagen se aferró a su llegada a tierra a una Biblia, acaso la fe ha sido el asidero en su travesía.
Patricia Godino / Sevilla

07 de abril 2013 - 05:04

Sólo quien se ha visto en la mitad del océano, a la deriva, conoce la fiereza de las aguas del Estrecho de Gibraltar y puede intuir, de algún modo, la peligrosidad, el absoluto abandono a su suerte, de estos hombres que desafían la muerte montandos en balsitas de juguete. "He viajado mucho en embarcaciones de recreo y por trabajo y sé lo que es estar en el agua y pasar miedo por una avería. Pensar en la travesía de esta gente, de noche, con frío, sin motor, sin luces... Lo que llegan a pasar... Es escalofriante". Así resume un veterano de Salvamento Marítimo en Tarifa, un centro operativo desde 1987, la sensación que le recorre el cuerpo cada vez que en el puesto de control de este municipio gaditano se recibe una llamada de emergencia para rescatar una embarcación -otra más- a la deriva a unas cuantas millas de la costa.

Sólo en los tres primeros meses del año, según datos de Salvamento Marítimo en Tarifa, se han rescatado a 312 personas y han fallecido 15, que en este caso es decir, muchas veces, que fueron engullidos por las corrientes de esta vía entre dos mundos. Y la tendencia crece año a año: según el balance de actuaciones del Equipo de Respuesta Inmediata en Emergencias (ERIE) de Cruz Roja Española en Tarifa, en 2011 se atendieron a 652 personas y en 2012, 1.290.

En la trágica crónica de la inmigración en aguas del Estrecho es esta última modalidad -la de lanzarse al mar en balsas de juguete- acaso la más precaria desde que en el Campo de Gibraltar y en general en toda la costa de Cádiz, hace casi tres décadas, en las conversaciones del día a día se empezaron a colar términos como patera o inmigración ilegal. Luego llegaron los titulares en los periódicos nacionales y el reconocimiento de un drama que no cesa.

Estas balsas nunca llegan a la costa. No es un presagio agorero, es la certeza de quien conoce de sobra el protocolo que se activa. "Llega un momento en que uno de ellos alerta por teléfono a Emergencias y se da aviso a la vez a la Gendarmería marroquí y a Salvamento Marítimo", pero "siempre suele ser Salvamento, la que acude primero" y salva estas vidas con la intervención de las lanchas de emergencias -Salvamar- y un helicóptero, un medio necesario cuando los tripulantes de estas barcas avisan de que ha habido algún naufragio, además del buque, Luz de Mar, con base en Algeciras.

En estos tres meses, de las 49 embarcaciones rescatadas en el Estrecho (prácticamente una cada dos días), la Gendarmería del reino alauí ha dado rescate a 18 balsas. ¿Está siendo Marruecos más activo en los rescates? Es un número muy inferior, si se compara con las 31 que han ayudado a llegar a tierra los profesionales de Salvamento, Cruz Roja y la Guardia Civil, pero sorprende este cambio de actitud en los últimos meses si se compara con la absoluta indiferencia que mostraba años -¿meses?- atrás por todo lo que surcara sus aguas que no fuera un pesquero español.

Ni es una sorpresa, ni en absoluto un misterio a ojos de Rafael Lara, del departamento de Inmigración de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), uno de los colectivos más activos en la denuncia de las políticas migratorias que aplican los países de la Unión Europea. Para Lara "la mayor participación de Marruecos en las labores de rescate responde a una serie de acuerdos con la Unión Europea y con España, porque a Marruecos siempre se le ha acusado de la poca implicación que ha tenido en el control migratorio". Por una razón tan simple como que quien rescata es quien repatria y repatriar cuesta. Mucho. "Básicamente lo que está haciendo Marruecos en los rescates es cubrir el expediente pero eso no es lo importante", subraya Lara.

"Lo verdaderamente demoledor es la continua y flagrante violación de los derechos humanos desde Marruecos con la anuencia de la Unión Europea. Hay persecuciones, violaciones, racismo... Marruecos se está convirtiendo en un tapón que no deja pasar el flujo migratorio desde el África subsahariana", explica este activista que añade una nueva metáfora para entender la evolución del fenómeno de la inmigración en la Frontera Sur. "Si antes Marruecos era un país emisor de inmigrantes ahora es el gendarme de la Unión Europea", apunta. "La reactivación de los acuerdos de 1992 por parte del Gobierno" ha facilitado, según APDHA, las relaciones con Marruecos, por lo que el país norteafricano ha pasado a ser ahora de la aduana de Europa. "Es más barato fletar barcos o aviones a Marruecos que a Mauritania, Senegal o cualquiera de los países de origen", explica. Porque este es el destino que les queda a estas personas: ser devueltos en unos 40 días, lo que tardan los trámites de expulsión. Fin de una travesía costosa, también por la deuda que contraen con las mafias.

El fundamentalismo islámico -atomizado en guerrillas ultraviolentas por toda el África negra, cuyo último ejemplo está en la toma del Gobierno de la República Democrática Centroafricanana-, los movimientos en la zona del Sahel y la desesperación y el hambre, como verdadero motor que mueve a emprender una travesía peligrosa e incierta que tiene en la salida desde Marruecos hasta la costa de Cádiz su última paradas.

"Procuran salir cuando las condiciones no son demasiados malas y se sabe que las mafias están pendientes de los partes metereológicos", comenta el veterano de Salvamento que prefiere mantenerse en el anonimato. El mismo anonimato que tienen las vidas de estos hombres que llegan, ahora en balsas, antes en patera, a la punta de Europa. "Ahora son subsaharianos. Los marroquíes ya no llegan por esta vía. Su nivel de vida ha subido, las condiciones han mejorado y se han organizado para entrar, porque el objetivo sigue siendo el mismo, entrar en Europa". Lo corrobora Iván Lima, tarifeño de 40 años, desde el año 96 en Cruz Roja, primero como voluntario y desde 2009 como parte de la plantilla de una institución vital para hacer sentir a estas personas que son precisamente eso, personas. "Los marroquíes que tratan de cruzar el Estrecho lo hacen como polizones en transbordadores procedentes de Marruecos, en camiones; los subsaharianos son ahora los que se echan al mar".

Y si bien durante un tiempo el foco se puso en la inmigración ilegal que llegaba a las Islas Canarias procedente de Mauritania, los datos de la actividad realizada por los centros de Salvamento Marítimo en los últimos años no deja lugar a la duda. La costa andaluza y principalmente la del sur de la provincia de Cádiz es la ruta elegida por las mafias.

Así lo demuestra la evolución de las actuaciones por inmigración irregular de este centro. "Si hablaramos de estas rutas como líneas de pasajeros -se excusa el trabajador de Salvamento por la comparación que, con todo, es de una claridad máxima- la línea África-Canarias es mucho más larga y, en cierto sentido, mucho más peligrosa. Hay grandes corrientes y está continuamente patrullado, por lo que hay más dificultades y hay más riesgo. Las mafias -concluye- optan por rutas y sistemas más baratos, porque en origen, los cayucos, que llegaban a Canarias, cuestan un dinero y las balsitas, dos pesetas".

En este relato de la travesía de la inmigración irregular hay sentimientos en medio del sinsentido. "Es muy importante que no pierdan más calor, les damos abrigo y alimentos. Y le preguntamos, tratamos de trasladarle tranquilidad, suficiente han sufrido". Una labor tan necesaria como difícil: ¿Qué se le dice a quien ha llegado a la cota más alta de vulnerabilidad?, ¿que ha dejado atrás mujer e hijos?, ¿que se ha jugado la vida aferrado a la fe de un futuro incierto?. "Hacemos cursos para estar preparados para esto, pero, sobrecoge, claro", explica Lima. Recuerda cuando en 2009 volcó una patera cerca de Perejil, desapareció mucha gente y en el puerto de Tarifa un hombre me preguntó por su mujer y su hijo. "Pensé automáticamente en mis niñas".

Y aunque para atender esta llegada incesante de inmigrantes faltan medios -"a menudo se denuncia las condiciones de hacinamiento en los centros de internamiento de la Policía Nacional" a la que son derivados hasta su expulsión- "son medios impensables" en Marruecos, critica Rafael Lara.

"Llevo 20 años en este puesto y pensé que esto se podía acabar. Pero no se acaba. Son otros rostros, pero no acaba", opinan desde el Centro de Salvamento en Tarifa.

La crisis, esta tabla rasa con la que se justifica todo, arroja en esta crónica esperanza en la tragedia: en el centro de Cruz Roja en Tarifa hay más voluntarios, "en lugar de estar en su casa sin hacer nada, vienen y ayudan. Algo bueno tenía que tener".

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