"Del Tribunal Supremo sólo espero la absolución"
José Antonio Griñán
El ex presidente de la Junta, ministro y consejero en gobiernos de Felipe González y Manuel Chaves, publica sus memorias
"Combatía la angustia y tensión con tranquilizantes"
José Antonio Griñán (Madrid, 1946) acaba de publicar Cuando ya nada se espera, en Galaxia Gutenberg, unas memorias que son, a la vez, un ensayo sobre sus años transitados en la vida política y una expresión de dolor por la sentencia del caso de los ERE.
El ex presidente de la Junta, ministro y consejero en gobiernos de Felipe González y Manuel Chaves, espera el recurso que debe ver el Supremo sobre una sentencia que le condena a seis años de cárcel.
La entrevista se realiza en su casa del Aljarafe, alrededor de una mesa cercana a la que ha escrito y lee. Como siempre, el ex presidente termina recomendando una lectura, y siempre acierta: esta vez, Delirio americano, de Carlos Granés.
-Este libro son memorias, es ensayo, pero también hay un pulso literario, porque es la respuesta de un padre a un hijo, a su hijo Manuel, a la pregunta de si su vida política ha merecido la pena.
-La introducción y el epílogo, escritos en segunda persona, son casi un género epistolar, pero al mismo tiempo es una explosión sentimental. Las escribo a partir de un sentimiento, que es el que quiero que impregne todo lo que viene después. Ése es un género que nunca había usado, el más intimista. Leí libros para ello, porque no ha sido mi estilo, he leído para aprender, a Joan Didion, por ejemplo, porque uno siempre tiene pudor a desnudar su sentimientos. Creo que, al final, está conseguido.
-Usted lo ha pasado mal con el juicio de los ERE.
-Bastante mal, no; lo he pasado muy mal, sino no sería humano. Lo que me sorprende es que haya gente que, sabiendo cuál es el dolor de una persona, le meta el dedo en el ojo. He tenido muestras de simpatía, de cariño, pero luego me he encontrado con gente que le gusta meter el dedo en el ojo. Pero una cosa tremenda, después de la sentencia. He tenido de mucha gente del PP, pero de muchas, expresiones de acompañamiento, y de gente que admitía que eso era una barbaridad, que sabían quien era yo. Pero hubo otros, algunos compañeros tuyos periodistas, por ejemplo, de los que no puedo entender que no tengan corazón.
-La conclusión de su libro es que, a pesar de todo eso, su paso por la política mereció la pena estar en la política, mereció la pena participar en gobiernos de Felipe González, de Manuel Chaves y de su propia Presidencia de la Junta. ¿En lo personal ha valido la pena?
-Te hago una observación: mereció la pena, colectivamente. En este libro, yo soy un transeúnte, lo que mereció la pena es la aventura colectiva. Nunca jamás, un país ha vivido y resuelto, felizmente, un trance como el de la Transición. ¿Y personalmente? Bueno, si no fuese por el dolor que ha experimentado mi familia, también habría merecido la pena.
-En política estamos habituados a ver disputas, zancadillas, codazos y mentiras, es un marco peculiar, ¿pero ha habido algo más en este caso? ¿Ha habido juego sucio, entendiendo por ello otra dimensión de la disputa?
-Lo que pienso no tiene importancia, pero los periodistas podéis saberlo mucho mejor que yo. Tengo mis sospechas, pero no lo voy a decir.
-En el libro relata una situación muy incómoda, cuando un dirigente local del PP, Ricardo Tarno, se dirige a usted en un restaurante de aquí, del Aljarafe, con mucha gente alrededor, para advertirle que se equivoca, que quien le jodió la vida fue Javier Arenas y no, Juan Ignacio Zoido.
-Lo pongo en contexto. Esta es la parte donde cuento a mi hijo lo que experimenté cuando conocí la sentencia, es la narración de la apertura del sobre, y eso lleva consigo que le explique los padecimientos que he vivido. Y que ha vivido él. Y sus hijos, y mucha gente que me rodea, o que el Santander me canceló una cuenta por ser cliente no interesante, lo que es un disparate. Y es, entonces, cuando narró dos experiencias que tuve.
-Una de ellas es la del ministro de Justicia.
-Dos días después de que declarásemos en el Supremo Manolo Chaves y yo, la autoridad política de Justicia más importante de este país, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, hizo unas declaraciones hechas a propósito, no es que le pregunten los periodistas, es él quien va a la agencia Efe y dice que no se creía lo que habíamos declarado. Es increíble. Cuando lo leí, no daba crédito. Y a algún juez que conozco, que tenía acceso a Catalá, le transmití que lo que había hecho era una barbaridad. Y sé que se lo dijo.
-Y la segunda...
-Eso es ya lo inconcebible. Estando comiendo en una terraza, aquí en Mairena, con Antonio Conde, el alcalde de Marinea, sale Ricardo Tarno de una mesa de al lado, él estaba dentro, y me dice: 'Griñán, tú estás muy equivocado, a ti quien te jodió la vida no fue Zoido, fue Arenas'. Yo sólo lo respondí que de eso no hablaba, menos con él y que no siguiera. Ahí terminó, pero, vaya, había gente, me quedo estupefacto. ¿Qué es eso de que alguien me jodió o no me jodió?
-Juanma Moreno, ya siendo presidente, le llamó por teléfono, tuvieron una conversación agradable, pero usted le comenta que, si hubiera sido Zoido, no habría contestado la llamada.
-Es verdad que yo tenía cierto malestar con Zoido, pero con Arenas no sólo no lo tenía, aunque sea posible que Tarno tenga razón. Y no lo tenía por lo siguiente. A mi tío [el magistrado del Supremo Rafael Martínez Emperador] lo mata ETA en 1997, yo era diputado en Madrid, me llaman al Congreso y me dicen que han asesinado a mi tío. Recuerdo que salí por los pasillos, dando patadas a las puertas, era mi tío, pero también era como mi hermano mayor, el hombre que me enseñó el Derecho, salí dando gritos. Quien en ese momento asumió la constante compañía, desde ese momento hasta el final, en la madrugada del día siguiente, fue Carmen Romero. Se vino a casa y consoló a mi madre, que estaba rota. A pesar de que era magistrado del Tribunal Supremo, Aznar no llamó a la familia, no fue a la capilla ardiente, no fue al funeral del día siguiente, y mi madre, que sabe como es, ya que ha leído el libro, que ha escrito hasta al Papa, pues cogió el teléfono y llamó a Arenas.
-Era ministro de Trabajo.
-Claro, mi madre tenía el teléfono de la secretaria y le llamó, y Arenas reaccionó bien, estuvo muy cariñoso con ella, concedió la Medalla al Mérito en el Trabajo a mi tío, hicimos una ceremonia familiar en la que me hizo entrega de la medalla. Por tanto, no sé si es cierto lo que dijo Tarno, pero con Arenas tengo esa sensación de agradecimiento. Bueno, comprendí que las peleas en el PSOE son de familia, pero en el PP son de sangre.
-Eso cuentan, menos llamativas, pero más agresivas.
-Las nuestras me las sé, y son dignas de familia, pero nadie va a matar al otro. Va a ponerse donde está al otro. Lo que hemos visto con Casado, nunca he visto nada semejante en un partido; bueno, sí, en la UCD. Se cargaron a Suárez desde dentro, los democristianos, vamos. Iban a ver a Fraga a decirle que había que sacar a Suárez.
-Hablando de la Transición, sostiene que ya no es un hecho contemporáneo, pero vive mucha gente que sí la vivió.
-Lo que quiero decir es que es una realidad que ya no es la vivencia de la mayoría de la población. Porque la media de edad de la población es de unos 40 años y los mayores, por tanto, somos menos del 20% o el 15%. Pablo Casado, Abascal, Inés Arrimadas, Pablo Iglesias, Yolanda Díaz no la vivieron. Pedro Sánchez nació en 1972, tres años antes de que muriese Franco, pero los demás son de después; por lo tanto, no tienen esa vivencia. Y, quizás, eso sea lo que ha permitido que se hayan dicho tantas tonterías de la Transición. En el libro me detengo en la primera legislatura constitucional, en la que todo estuvo a punto de irse a pique, porque es verdad que nadie recuerda ahora, porque no lo vivió, de la angustia de aquellos momentos.
-Y temor.
-La Constitución se aprueba en diciembre de 1978; en el 79, ETA mató a cerca de 90 personas: generales, mandos del Ejército, números de la Policía Nacional, números de la Guardia Civil, hizo una escabechina. Con la Constitución vigente. Quien no ha vivido eso no tiene el sentimiento de miedo que acompañó a esa circunstancias. Que se llegase a acuerdo entre gente que había sido franquista y comunista fue un milagro. Nuestra Constitución es una de las mejores que hay en Europa, es la democracia liberal perfecta, no se le prohíbe a nadie ser nada, en Alemania no se puede ser comunista.
-Hay una frase del libro que no comprendo del todo, pero es rotunda, aquella en la que sostiene que no entendió el relevo en la Presidencia de la Junta, aunque terminó siendo su protagonista. ¿No lo entendió?
-Porque cuando se me planteó la cuestión yo no entendía que Manuel Chaves tuviera que irse.
-Parecía claro en esa legislatura.
-Y la mía, pero en ese momento, no. En ese momento yo tampoco sabía que Zapatero le había dicho a Manolo que debía ser relevado.
-Ésa es la pieza del puzle que le faltaba.
-Claro, cuando comenzó Pizarro a planteármelo, le dije que estaban locos, que además había una crisis económica del copón.
-Usted volvió de Madrid en 2004, volvió del Congreso, donde era diputado por Córdoba, para ser parlamentario autonómico. Entendíamos que venía de retirada.
-Claro, Manolo y yo lo hablamos. La idea, y él me lo trasmitió entonces, es que nos retirásemos juntos. Incluso cuando él me convence para que le releve, en aquella noche que cuento, le digo que yo no sería candidato en el 2012. Lo aceptó, pero me pidió que no lo contase.
-¿Quién iba a ser el candidato socialista en 2012?
-Creo que Mar Moreno, y le nombré consejera de Presidencia, pero luego me di cuenta de que no tenía suficiente respaldo en el partido para que lo fuese. No había consenso general sobre ella. Habría provocado una fractura. Había personas que me encantaban, pero no podían serlo. Lo que sí quise es que hubiera un cambio intergeneracional y que hubiera mujeres.
-Fueron los 'ninis' de Griñán. Los cachorros...
-Y todos eran más viejos que el primer Gobierno de Felipe González. Y si fuese porque no tenían otra profesión además de la política, mire al PP, es que tenemos dos, uno que tardo, como Susana Díaz, muchos años en terminar la carrera de Derecho y otro, que ni la había terminado. Es verdad que a la política viene gente que no ha hecho otra cosa, pero también lo es que en la política no se gana dinero. Un abogado o un buen economista se va.
-También explica cuando Zapatero quiso que fueras alcalde de Sevilla en 2007, pero no entendió que ya se estaba preparando la salida de Manuel Chaves. Incluso, en aquella reunión en Moncloa, citó a Felipe González para que le convenciese.
-No, Felipe salió en mi defensa, para que no lo fuese. Eso lo relato en el capítulo dedicado a Andalucía y mi sentimiento andaluz. le expliqué a Zapatero que mi militancia estaba en Córdoba, que no comulgaba con eso que llaman sevillitas, que están muy bien, pero yo no tengo capacidad para fingir algo que no está en mí. Bueno, entonces Zapatero me preguntó si no le importaba que entrase Felipe, y entró, me escuchó y fuimos dos contra uno, Felipe y yo, contra Zapatero. Felipe dijo, textualmente: 'Lo que dice Pepe es muy razonable'. Les di la mano a los dos, y allí los dejé con sus problemas.
-Pero Sevilla es bastante diversa.
-Eso es lo que digo, me identificó con la Sevilla amable, la que habla en la calle.
-El actual alcalde, Antonio Muñoz, no es precisamente un clásico.
-Bueno, puedes que tengas razón, quizás me equivoqué, pero no me veo en una procesión. Mi suegro era de palco, y se llevaba a los 12 hijos, pero yo no puedo disimular lo que no siento. Tampoco soy feriante. El sevillano y el andaluz, en general, es alegre y serio, responsable. Fíjate si esto me gusta, que me quedé a vivir aquí, aunque buena parte de mi carrera política la desarrollé en Madrid.
-¿Ha recuperado la relación con Manuel Chaves?
-En la misma medida que antes, no, pero nunca rompimos el diálogo, y a mi me gusta comentar mucho la política con él. Manolo es un analista como no he conocido a otro, pero no sólo de Andalucía, ni sólo de España, habría sido un gran ministro de Defensa, que hoy son los ministros de Exteriores. Defensa, más que nunca, es Exteriores. Me sigue guiando en los análisis, porque, además, él sí me cuenta la verdad. Aprecio su juicio, como también el de Felipe. Yo sigo teniendo mis maestros, que son Felipe, Manolo y Alfonso.
-¿Qué espera del recurso del Tribunal Supremo?
-La absolución. De esto no hablo en el libro, pero mi convencimiento es pleno. En el mundo del Derecho no cabe lo que ha ocurrido, no puede ser que, sin analizarse, excluidas del caso las ayudas concretas, es decir en el qué se gastó, que eso no se vio en el juicio, que aparezca el delito de malversación. Es que no tiene sentido, y eso ya lo vio el Supremo, que excluyó la malversación. Creo que vamos a ganar, no tengo dudas.
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