Editorial: El recetario de Griñán
MÁS que un discurso de investidura destinado a explicar la gestión que piensa hacer , el presidente en funciones de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, desarrolló ayer en el Parlamento una moción de censura contra el Gobierno de Mariano Rajoy. Griñán, en efecto, centró su intervención, a la que seguirá esta mañana el debate propiamente dicho, en un rechazo a la política de control del déficit público como eje de la actuación del Ejecutivo -y, por tanto, a los recortes sociales ya en marcha o anunciados- y una defensa a ultranza de las prestaciones conseguidas por el Estado de Bienestar, sobre todo en materia de educación y sanidad, entronizadas una vez más, como en su discurso de 2009, como la prioridad de las prioridades. En línea con el proyecto socialdemócrata que defiende el candidato socialista francés, François Hollande, Griñán propuso una alternativa al ampliamente mayoritario diseño neoliberal basada en los estímulos al crecimiento económico y la consiguiente desacralización del control del déficit como panacea y prerrequisito de cualquier salida a la crisis. Lo hizo, sin embargo, eludiendo la concreción exigible en una comparecencia parlamentaria de consumo interno, por más que justificara la elipsis en el hecho objetivo de que esta comunidad autónoma está siendo escrutada por todos, desde el miedo o desde la esperanza. Sólo el plan de choque contra el desempleo, por importe de 200 millones de euros, mereció el beneficio de concretarse. No hubo detalles, por el contrario, ni acerca del banco público sugerido, ni de la distribución entre las consejerías de los recortes de 2.700 millones de euros asumidos por la estabilidad presupuestaria, ni del papel de los empresarios y el sector financiero en la inaplazable creación de empleo. Prometió, eso sí, ser riguroso con la corrupción y presidir un gobierno único, aunque con dos socios, con un solo programa, además de una gestión basada en la ética y la solvencia.
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