Editorial: Los meandros de un río
EL Gobierno andaluz ha inaugurado el curso político con una nueva reclamación al Ejecutivo central sobre las competencias del Guadalquivir, que bien analizada, sólo es una repetición de una postura ya rechazada y analizada por el Tribunal Constitucional, y sobre la que ni el PSOE ni el PP mostraron demasiado interés durante las primeras décadas de la autonomía andaluza. Una vez que el Gobierno central y la Junta han acordado que sólo cabe ceder algunas competencias carentes de importancia, tales como la policía de aguas, el PSOE andaluz solicita ahora que se ponga en marcha el artículo 150.2 de la Constitución, que permite delegar competencias que por su naturaleza sean susceptibles de ser encargadas a una comunidad autónoma. En realidad, el PSOE y el Gobierno andaluz saben que por ahí ya no hay camino, puesto que ésta fue la primera vía exploratoria que abrieron con Madrid una vez que el Tribunal Constitucional anuló el artículo del Estatuto por el que Andalucía se atribuía las competencias exclusivas del río. La iniciativa legislativa autonómica que el PSOE registró ayer en el Parlamento incide en lo mismo, si bien en vez de solicitar la competencia, se remite a una "delegación" de la gestión de las aguas del río que pasan por Andalucía. De tal insistencia sólo cabe deducir que el Gobierno andaluz quiere componer una estrategia de confrontación con Madrid que, por calendario electoral, no corresponderá a José Luis Rodríguez Zapatero, sino al próximo presidente del Gobierno, quizás del PP. Bien haría el Ejecutivo de Griñán en centrarse en posiciones más realistas y creíbles -el PSOE andaluz se opuso durante muchos años a solicitar la competencia del río, precisamente, por considerarla inconstitucional-, como, por ejemplo, en reclamar el nivel de inversiones al que el Estado se comprometió con Andalucía mediante la ley de Presupuestos desde 2008. Lo demás son fuegos de artificio, y cabría preguntarse si, además y en el fondo, Andalucía necesita ahora unas competencias que vendrían, en el mejor de los casos, incompletas y sólo serían fuente de problemas.
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