Editorial: La espantada de Griñán

24 de julio 2013 - 01:00

JOSÉ Antonio Griñán confirmará hoy todos los pronósticos sobre su retirada definitiva de la primera línea de la política andaluza. Aprovechando la proclamación de Susana Díaz como candidata socialista a la Presidencia de la Junta en las próximas elecciones autonómicas por parte del comité director del PSOE andaluz, Griñán informará a sus compañeros, y a los andaluces, que en septiembre dimitirá como presidente de la comunidad autónoma andaluza dejando en su lugar precisamente a Díaz. La dimisión conllevará, lógicamente, la convocatoria de un pleno del Parlamento regional para el debate de investidura de la nueva presidenta, que será elegida por la mayoría que integran los diputados socialistas y los de Izquierda Unida. La coalición, cuyo malestar con las últimas decisiones de Griñán es evidente aunque soterrado, se verá obligada a respaldar este cambio que no le ha sido consultado a fin de mantener un gobierno de coalición que le está resultando políticamente muy rentable. A partir de la investidura de la actual consejera de Presidencia se producirá también un cambio de gobierno en el que Susana Díaz construirá su propio equipo (por ejemplo, con seguridad será destituido el consejero de Agricultura, Luis Planas, que intentó enfrentarse a Díaz en las fallidas primarias). En definitiva, la sola voluntad de Griñán sobre su retiro ha generado importantes elementos de crisis e inestabilidad en Andalucía: el ninguneo del Debate sobre el estado de la Comunidad, la designación automática de una candidata a la Junta apenas disfrazada de elecciones primarias sin igualdad de condiciones para los aspirantes y la entronización de la misma, impuesta a sus aliados y al PSOE federal, así como el incumplimiento flagrante de su compromiso con los ciudadanos andaluces, a los que pidió el voto hace dieciséis meses con la promesa de gobernarlos durante cuatro años y tras haber reiterado que su intención era volver a ser candidato en 2016. Todo ello obliga a deducir que, aparte de sus respetables razones personales y familiares para dar este paso, José Antonio Griñán se va por temor a que los avances en la instrucción del caso de los ERE conduzca a corto plazo a su imputación por haber sido consejero de Economía y Hacienda durante algunos de los años en que el escándalo se desarrolló. Griñán abomina de la idea de ser imputado por la juez Alaya siendo presidente de la Junta y aparecer como responsable político de una trama corrupta incompatible con sus convicciones y su talante. Si la imputación se acaba produciendo, Griñán será un diputado autonómico de base o un militante socialista sin cargo público. Quizás esto es lo que explica sus prisas.

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