OBITUARIO
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Castillejo protagoniza la etapa caracterizada por la expansión y los conflictos con la JuntaCaja

Un legado de 300.000 reales pone en marcha el monte de piedad y la caja de ahorros

J. Cabrera

26 de julio 2009 - 09:24

El arcediano de Pedroches José Medina y Corella no pudo imaginar la cola que traerían los 300.000 reales que dejó en 1804 en su testamento para la creación de un monte de piedad gestionado por los canónigos cordobeses. Tras seis décadas de pleitos con los sobrinos del sacerdote, el Cabildo Catedral consigue poner en pie esta institución, que en 1878 se convertiría en una caja de ahorros.

Esta entidad financiera tuvo unos inicios modestos para atender una población de poco más de 40.000 habitantes, que basaba su economía fundamentalmente en la agricultura. Los cordobeses de aquel momento encontraron refugio más que para sus ahorros para conseguir algo de dinero a cambio de empeñar el mantón de manila o la colcha con un interés inferior al de los tradicionales usureros.

Pero la caja fue creciendo en el siglo XX con nuevas oficinas. A la de la calle Manríquez se le sumó la de Ambrosio de Morales antes de iniciar una modesta expansión, en el ecuador de la centuria, por localidades de la provincia y en la vecina Jaén. Siempre tuvo un canónigo al frente. Estos sacerdotes, los patronos, eran los encargados de regir los destinos de una caja, conocida en Córdoba como El Monte, que sufrió un cambio radical de rumbo bajo la dirección del penitenciario Miguel Castillejo.

Sucedió en 1978 al deán José María Padilla, quien al igual que sus antecesores eran más apreciados por sus labores pastorales que por las financieras. Castillejo, conocido como el fundador de la nueva Cajasur, es el encargado de multiplicar el número de oficinas. Pensó, incluso, abrir una en Perú.

Dentro del afán expansionista, este canónigo negocia en 1995 la fusión -más bien absorción- con la Caja Provincial, fundada por la Diputación Provincial en 1952. Así nace Cajasur como nueva marca comercial, antes de que cuatro años más tarde, con la Ley andaluza de Cajas comenzaran los quebraderos de cabeza para Castillejo, quien no quería que la representación del Cabildo en los órganos de gobierno quedara reducida al 9%.

Castillejo marcó hasta 2005 una etapa en la que todo pasaba por sus manos. El obispo Juan José Asenjo se propuso restablecer las relaciones con la Junta a través del consejero José Antonio Griñán. Y diseñó una delicada operación de reforma de los estatutos del Cabildo que permitió el relevo de Castillejo.

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