Andalucía nostra

La Policía italiana calcula que el 70% de los capos y secuaces mafiosos buscados por la Justicia se encuentran en España y, buena parte de ellos, en el sur

Pedro Ingelmo

21 de noviembre 2010 - 05:04

Grotta Mare era uno de los mejores restaurantes italianos de España. Cuando se inauguró en Granada, a finales de los 80, su propietario, Nunzio de Falco, quería traer a Andalucía el verdadero sabor de la cocina italiana. Allí en Italia, en el pequeño pueblo de San Cipriano, se quedaba su hermano Vicenzo, que había progresado en el staff de los Casalesi después de que Mario Iovine se convirtiera en el nuevo capo al destrozar a martillazos la cabeza de Antonio Bardellino cuando salía de su villa de lujo en Búzios (Brasil). Esto hizo que Vincenzo, el hermano de Nunzio, ascendiera a la troika situada justo por debajo de Iovine. Cuando Vincenzo fue asesinado en Portugal en 1991, Nunzio, al que le gustaba la vida tranquila y llevar su restaurante granadino, no duda de que Iovine está detrás del crimen. Y la sangre obliga. Reúne en la pizzería a un comando de españoles, a los que promete diez millones de pesetas por acabar con un tal Mario en Cascais. Así lo hacen un mes después, cuando Mario Iovine, que se siente seguro en la ciudad turística portuguesa, se introduce en una cabina telefónica para dar órdenes de negocios. Recibe cien disparos. Y Nunzio regresa a Granada, informa a lo que queda de troika que su vendetta no busca poder, que no tiene ningún interés en ser el nuevo jefe de los Casalesi y pone otro restaurante. En la actualidad, Nunzio de Falco cumple cadena perpetua en Italia, condenado por haber ordenado el asesinato en 1994 del joven párroco de San Nicola di Bari, Don Peppino, que en sus homilías clamaba contra la Camorra.

Así relata este suceso Francesco Forgione, calabrés que fue presidente de la Comisión Antimafia del Parlamento italiano, en el libro Mafia Export (Anagrama, 2010), que acaba de publicarse en España. En él, al trazarse la cartografía de la mafia en el mundo, Andalucía cobra protagonismo. Desde los años 80, la Ndrangheta calabresa, la Camorra napolitana y, en menor medida, la Cosa Nostra siciliana han establecido sus bases en villas de lujo de la Costa del Sol. En el verano de 2009 la justicia italiana estimaba que de los 249 capos y secuaces mafiosos prófugos, un 70% tenía su centro de operaciones en España y, buena parte de ellos, en las provincias de Málaga, Granada y Cádiz. Entre 2000 y 2010 se han detenido en Andalucía diez miembros de la Camorra y 16 de la Ndranghetta. No son muchos. Roberto Saviano, autor de Gomorra, es claro: "España sigue siendo una puerta abierta al narcotráfico. Mientras los políticos se pelean, se habla en las campañas electorales de todo tipo de temas y se disparan las alarmas sobre el terrorismo, los clanes italianos, rusos y nigerianos están conquistando la economía a través de los agujeros abiertos por la crisis. España debe entender que los clanes importarán también usos militares a su tierra. Hasta ahora sólo han hecho negocios. Pronto empezarán a disparar".

En la sala de la central policial de Catanzaro donde se realizan las escuchas a los intermediarios del tráfico de cocaína desde Latinoamérica y de hachís desde Marruecos sólo hay un mapa: el de España. Es la puerta de la droga a Europa; controlando el Mediterráneo y el Cantábrico se controla todo. Dice Forgione: "En los últimos quince años no ha habido cargamento procedente de Sudamérica o de África que no haya entrado en Europa por España; y no hay prófugo italiano que no haya vivido en Madrid, Barcelona o Málaga". Hay un porqué. Continúa Forgione: "Para la política española, obligada desde hace años a combatir la violencia terrorista de ETA, la lucha contra el crimen organizado de tipo mafioso no representaba una prioridad".

En los tiempos en que José Antonio Alonso era ministro de Interior se trató de invertir esta situación. Alonso escogió en noviembre de 2005 la celebración de un Foro Joly en Jerez de la Frontera (Cádiz) para declarar la guerra al crimen organizado en una conferencia centrada exclusivamente en esta materia: "Tolerancia cero contra el crimen organizado, un fenómeno trasnacional en el que necesitamos la cooperación internacional".

Dio resultados. Entre 2005 y 2009 cayeron varios peces gordos. El caso más sonado ha sido el de Rafaelle Amato, líder de un clan napolitano conocido significativamente como los españoles. Amato era uno de los hombres de confianza de Paolo di Lauro, un capo de los de antes, una eminencia de la Camorra. Se ganó su confianza aceptando ser rehén del cártel de Cali en la selva colombiana mientras se verificaba una transacción de cientos de kilos de cocaína. Era innovador Amato. Si ellos compraban directamente a los colombianos, sin intermediarios, los costes se reducirían un 50%. Rompía, de ese modo, vías alambicadas, como aquella por la que las FARC entregaban la droga a ETA y ETA se la entregaba a la Camorra. Que se presentara además como rehén era toda una prueba de la seriedad con la que estaban dispuestos a negociar los camorristas, frente al declive que estaba sufriendo la Cosa Nostra siciliana, de la que los colombianos ya no se fiaban a principios de los 90.

A su vuelta, Amato se estableció en España porque es aquí donde los cárteles sudamericanos tienen a su plantilla, a sus vendedores. Pero Amato, pese a la fiereza de su rostro patibulario, resultó ser un avispado hombre de negocios. Se convirtió en una máquina de lavar dinero a través de la burbuja inmobiliaria en la Costa del Sol. "Según los investigadores españoles e italianos, al menos 50 kilómetros de la Costa del Sol, entre Málaga y Marbella, se han urbanizado con dinero procedente de Italia y habría toda una serie de actividades turísticas y comerciales -de restaurantes a locales nocturnos y discotecas- gestionadas y controladas por los españoles de Amato".

Amato fue detenido por primera vez en 2005 en un Casino de Barcelona, pero no tuvo problemas en seguir dirigiendo los negocios desde la cárcel. Cuando salió de prisión por cumplirse los plazos a la espera de juicio, empezó a moverse como una anguila por todo el mundo, era imposible echarle el guante... hasta que se lo echó la Policía española. Fue detenido en Marbella en mayo de 2009.

Paolo Pesce, detenido por homicidio en Fuengirola en 2008; Michele Ricardi, del violento clan de los Zazo, detenido ese mismo año en Málaga; Ricardo Greco, de la familia que actúa de mano derecha de Antonio Macri, el padrino, jefe absoluto de la NDranghetta, fue detenido en Algeciras; en 2007 se desmantela el clan de los Mazzarella en Marbella... y así siguel el listado. Pero hay muchos otros libres e incluso algunos están localizados.

La alegría con la que se movían en Andalucía los mafiosos ya no es la misma. Ya no es su santuario. Lo ha dicho el propio fiscal antimafia, Pietro Grasso: "La mafia no es una enfermedad incurable. Está compuesta sólo de hombres...".

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