Andalucía adentro
Carmona, el pueblo que alumbró el primer Estatuto, es un ejemplo de cómo vive la región en su interior los años que han seguido a la burbuja
José Caballero atravesó las murallas de Pedro I El Cruel, aquél que ordenó en Carmona la ejecución de dos infantes adolescentes por haber cometido el delito de ser los hermanos de su rival Enrique de Trastamara, en 1976, a los 19 años, procedente de Rosas, en la Costa Brava. Cuando en su pueblo, el de la crueldad de Don Pedro, sólo había trabajo de jornalero, él prefirió ser camarero y se marchó lejos. Regresó cuando otro rey, Juan Carlos, entró en la fortaleza de Pedro I para cortar la cinta que la convertía en el segundo Parador más rentable de España, con un nivel medio de ocupación del 90%, y la segunda mayor empresa de Carmona después, naturalmente, del Ayuntamiento, que suele ser la primera empresa de la mayor parte de los pueblos de Andalucía.
De aquel momento hay fotos. Las hizo Flores, cómo no, el fotógrafo de Carmona desde finales de los 40. "Eran en color. Por entonces había pocas fotos en color. Me las compró el Parador", cuenta Flores, que no indica su nombre de pila porque cuando se le pregunta dice que se llama Fotos Flores. Tiene un brazo en cabestrillo y se acompaña de su amigo africano, con el que está sentado en el paseo del Antiguo Estatuto del Arrabal, que es el paseo central, donde decenas de pensionistas y no tan pensionistas forman corrillos hablando de cómo se tiene que hacer un buen enfoscado aunque no tengan nada que enfoscar.
Al Paseo del Estatuto de Carmona tuvieron que cambiarle el nombre y ponerle lo de antiguo porque en 2007 hicieron otro estatuto, éste sin ningún nombre de ningún pueblo, que en Carmona no votó ni el 35% del censo en el mayor ejercicio de abulia democrática que se recuerda. El nombre del Paseo hace referencia al hecho histórico más determinante sucedido en el pueblo desde la muerte de los infantes: las deliberaciones llevadas a cabo en el Parador y que alumbraron el estatuto al que se bautizó con el nombre de la ilustre localidad situada a 34 kilómetros de Sevilla, de 28.000 habitantes, y rodeada de latifundios de duques, condes y marqueses. Algo debe quedar de aquello: hay un Rolls Royce de 1962 a la espera de que lleguen piezas de Inglaterra junto al taller de Tony Marshallshy, justo al lado de cinco chicos con chalecos fluorecentes que cavan en un parque lo que parece ser un encargo del PER. Pregunto a Fotos Flores si recuerda haber hecho fotos de los padres del Estatuto. "Sí, las hice". "¿Y?" "No sé si eran en color".
El parador de Carmona tiene placas de la inauguración, pero ni un detalle habla de que aquí, en las que ahora son las habitaciones 308 y 309, se forjó la autonomía andaluza que se montaba a lomos de un bólido, el artículo 151. Un gran éxito de los andaluces, dignidad para la descentralización del sur. El parador luce una bandera española, otra andaluza y otra castellana. Ya se sabe, Don Pedro.
Recuerda José la ebullición en aquellos días. Incluso él, animado por el andalucista Diego de los Santos, se lanzó a pegar carteles con la bandera blanquiverde por todo el pueblo. "Había un sentimiento de que algo grande estaba pasando". ¿Y ahora? En esta legislatura, por primera vez en toda la historia democrática del pueblo, gobierna el PP en una frágil mayoría a la extremeña que le da que IU y el PSOE no se pongan de acuerdo.
De lo que fue el lugar de las deliberaciones apenas queda nada. "Todo se remodeló con la Expo", cuenta el recepcionista. "La Expo fue lo nunca visto, con un montón de japoneses, tan encantadores...". "Lo grande fue en el Mundial, en el 82, cuando Brasil jugó la fase de grupos en Sevilla y cerraron el parador para ellos. Estaban siempre con música, continuamente bailando. Y estaba Sócrates. ¿Os acordáis de Sócrates? ¡Qué jugador!". El parador es la bandera de este pueblo que reivindica su necrópolis romana y su bello casco histórico al que se accede por la puerta de Sevilla a unas cuestas que se empinan entre calles estrechas que prometen emociones fuertes a la multitud de turistas que se adentran. Pero, reconoce José Caballero, "aquí el turismo es importante, pero por sí mismo no da empleo a todo el pueblo. Hay demasiado paro y la gente se resigna".
Desde el mirador del Parador se abarca una vega que incluye uno de los grandes latifundios del término, Las Arroyuelas, propiedad de la Casa de Alba, expropiada y entregada a los jornaleros en 1933 y recuperada en 1936. Junto a Las Arroyuelas, cerrada a cal y canto, se puede fisgonear en otros cortijos con capilla, y cuerpos centrales con blasones de lo que fue el esplendor de la aristocracia rural.
La peña La Giraldilla organiza la cabalgata de reyes desde 1947, el año en que nació su actual secretario, Paco Conde. La peña ocupa el lugar que en su día fue el casino de una Carmona de grandes hacendados. Hace treinta años el casino se declaró en quiebra, cuando los hijos de los propietarios de la tierra se marcharon y prefirieron no seguir con el selecto club. Igual que la tierra se dejó , se fue el viejo casino provinciano, el de los hombres de siempre de la tierra hispana. El pueblo tomó este inmenso salón con muebles de caoba que alternan con el plástico de algunas mesas y, por cinco euros al mes, se puede entrar ahora en el mausoleo de un tiempo. Traspasando una puerta pintada de azul cielo, se sumerge uno en una penumbra en la que los socios dejan pasar el día ante un televisor, leen la prensa y se calientan con estufas halógenas. Al fondo, está "el ambigú", donde un joven sirve los cafés al ritmo de música hardcore.
Paco Conde señala los ventanales como "el lugar donde los señoritos, fumando puros, veían pasar a los trabajadores camino de sus tierras". Todo esto ha cambiado, la fragmentación de las herencias, las nuevas formas de producción y Europa se han aliado para hacer su propia reforma agraria. El padre de Paco era administrador de las fincas de Saimaza: La Higuera, Covadonga, Rosal Alto. "No son lo que eran. Si antes daban trabajo a cien, ahora se lo dan a veinte".
Domingo Moreno apura una copa de vino a granel en una de las mesas de un tabanco sin nombre que ha sobrevivido a la invasión de las tiendas de telefonía móvil, los restaurantes chinos y las oficinas bancarias del paseo del Estatuto. Es un túnel del tiempo que finaliza en una barra de chapa con una mesera trasegando vasos de moscatel y ancianos en una esquina ahorcando el seis doble. Las paredes descascarilladas saludan a los intrusos. Domingo trabajó toda su vida en la finca del marqués del Cortadero. "Heredó su hija, pero su hija murió y el yerno vendió. Ya no sé qué habra sido de esas tierras. Allí hice yo de todo, ahora en el campo ya no hay ná".
No se puede abandonar el pueblo sin rendir un tributo a Curro Elías, el alcalde de Carmona durante la República, fusilado tras el alzamiento, y uno de los más activos impulsores de la autonomía andaluza. Allí se encuentra su busto, con una bandera republicana en el azulejo, al fondo de la alameda del Alfonso XIII exiliado, en una paradójica cabriola de la historia.
Un diseminado de pequeños núcleos de población rodea Carmona. Es una vega salpicada de ladrillo sin orden ni concierto. Aquí vamos a encontrar lo último que Carmona nos puede ofrecer sobre los contrastes de una región. Introduciéndonos por un carril que sale de la autovía nos encontramos una valla que con grandilocuencia anuncia que entramos en el Complejo Inmobiliario Privado La Barca, que dicho así puede parecer una exclusiva urbanización. Este terreno, que nos informa una vecina que empuja un carro de supermercado rebosante de cartones que fue una academia de pilotos, cuenta con lo que podría ser una marquesina de autobús, pero que en realidad es el container de un camión pintado de naranja, a modo de recibimiento. A la izquierda, un inmenso muro rematado con alambradas oculta en su interior el morro de un avión de Iberia salvado del desguace como estrella de todo un simposio de chatarra. Al fondo, una grúa mugrienta parece querer construir algo parecido a un chalé. Se cruza un coche blanco con los bajos embarrados con un potente 4x4. En este universo privado de casas levantadas de cualquier manera con un proyecto rudimentario de calles urbanizadas, hay decenas de carteles que anuncian servicios de constructores de pozos y fosas sépticas, ignuficaciones en lana de roca, se vende leña o se construyen piscinas. Se está levantando una comunidad de autogestión, de hágaselo usted mismo.
Apenas 600 metros más allá, en la otra orilla de la autovía, encontramos un complejo muy distinto que se anuncia como Camposol. Un cartel destrozado debió anunciar en su día la segunda fase de esta urbanización en mitad de la nada que ahora es una ciudad fantasma, con centenares de viviendas construidas y sin alma criando herrumbre. Por aquí, por mitad del campo, entre inacabables hectáreas que fueron de unos pocos, también pasó la burbuja inmobiliaria. A lo lejos, vigila la fortaleza de Pedro I El Cruel, rey de Castilla.
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