El espejo roto de la nueva política

alcalá de guadaíra

Las divisiones, la tensión interna o la incertidumbre que afectan a los seis grupos municipales han atomizado aún más el Pleno y complican la gestión sin mayoría absoluta

Concejales del Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra.
Concejales del Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra.
Trinidad Perdiguero

18 de diciembre 2017 - 02:35

¿Han escuchado la expresión de que Aragón es el Ohio español? Tiene que ver con que, en ambos lugares, en un periodo electoral de marcada incertidumbre, el candidato que se impone en el escrutinio de votos es el mismo que al final lo hace en el conjunto de España o en Estados Unidos. Son territorios que funcionan como termómetros que apuntan tendencias y anticipan resultados.

Pues bien, hay quien está convencido de que lo que está ocurriendo en este mandato municipal en Alcalá de Guadaíra, donde todos los grupos del Ayuntamiento están fracturados o soportan importantes tensiones, es algo parecido. Otro termómetro, el espejo roto en el que puede convertirse el funcionamiento real de la nueva política, entendida no sólo como la irrupción de nuevos partidos o un relevo en los clásicos, sino como formaciones en las que el liderazgo es menos acentuado de lo que lo ha sido hasta ahora o se cuestiona constantemente, en las que es difícil mantener la cohesión y el criterio, básicos cuando se trata de traducir debate interno en decisiones para gestionar o facilitar la gestión a otros, sin convertir la oposición en mero ejercicio de placaje. La ciudad necesita que se tomen decisiones y se gobierne.

La localidad metropolitana, que ha alcanzado los 75.000 habitantes de derecho, ya marcó tendencia en las elecciones de 2015, con hasta seis partidos distintos con representación plenaria. Un puzle. Repitieron los clásicos del PSOE, el PP e IU y, también aquí, el PA. Podemos (con la marca blanca Alcalá Puede) y C's se incorporaron. Fue, además, la primera vez en muchos años en la que el PSOE se quedaba sin mayoría absoluta en las urnas, aunque venía de un mandato difícil por un caso de transfuguismo crítico con el ex alcalde Antonio Gutiérrez Limones.

La fragmentación no se ha quedado ahí, sino que en estos dos años se ha atomizado todavía más. Los cuatro ediles que sacó Alcalá Puede se han dividido, pasando por varias fases y cambiando de portavoz. Ahora tiene una edil no adscrita, precisamente, la que fuera su candidata a la Alcaldía, Jessica Garrote, distanciada de Podemos. A ello se unen las dificultades para entenderse con sus teóricos socios naturales, los concejales de IU.

C's sacó dos concejalas, que también están enfrentadas. La formación llegó a abrir expediente de expulsión a su candidata a presidir el Ayuntamiento, Ester Ruiz, respaldando a la otra, Rosa Carro, pero con argumentos genéricos que Ruiz recurrió y que han terminado tumbando los tribunales. La formación naranja ha sido obligada a devolverle todos sus derechos como militante y a recuperar la portavocía. Dejará de ser no adscrita. Más difícil será recomponer la relación con su compañera de grupo.

Si plantear negociaciones o acuerdos de gobernabilidad así ya es difícil -prácticamente hay que negociar persona a persona, para ir sumando votos- a ello se une la propia división en el seno del PSOE. El relevo en la Alcaldía, en mayo de 2016, poniendo al frente a Ana Isabel Jiménez y con la salida de algunas personas de confianza de Limones, no ha logrado cohesionar al gobierno. Las costuras volvieron a saltar tras la última asamblea socialista que eligió a Jiménez como secretaria, aunque seis de los ocho ediles socialistas apoyaron al otro candidato, Rafael Chacón. Tras ello, dimitieron la portavoz y edil de Hacienda, Elena Álvarez, y el de Urbanismo, Salvador Escudero, y parte del partido reprocha a la regidora apoyarse demasiado en sus asesores y no hacer equipo, a lo que todos están abocados.

La alcaldesa, con el apoyo de una Ejecutiva local ahora afín, ha nombrado portavoz a Antonio Gómez Menacho (cogió acta cuando se marchó Limones) y reforzado a Enrique Pavón, los dos ediles que la respaldaron como secretaria local, dentro de una remodelación del gobierno más amplia.

En cuanto al PP, los problemas no tienen tanto que ver con una división en el grupo municipal como con tensiones en la agrupación de militantes. A principios de diciembre tocó renovar la presidencia de ésta y hubo dos candidatos: el concejal José Manuel Villanueva -al que apoyaron el resto de sus compañeros en el Pleno- y Sandra Gómez, que no es concejal pero que ganó finalmente por el estrecho margen de 20 votos. De alguna manera, el resultado pone en cuestión el criterio del grupo en el Consistorio. El esquema de las primarias ha sido el mismo del último y controvertido congreso provincial del PP: Villanueva apoyó a Juan Bueno y Gómez a Virginia Pérez y, como ésta, se ha impuesto contra las formas más clásicas de entender el partido.

En realidad, los problemas de todos estos partidos son similares a los que se están dando en otros municipios de referencia, como Dos Hermanas, con la salvedad de que aquí la figura de Toscano y su guardia se mantienen inamovibles y el PSOE fuerte. También ocurre en Espartinas, con crisis que se suceden en todos los partidos.

El sexto grupo municipal en discordia en Alcalá es el PA, que tiene dos concejales. Aquí no hay división interna, pero ya es suficiente abismo el representar a un partido en disolución, que formalmente ya sólo existe en un registro y tener que buscar identidad nueva para 2019. Si Alcalá es un termómetro de hacia donde tiende irremediablemente también la política municipal, hay que aprender a recomponer el espejo.

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