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El sector del olivar debe abordarse desde una perspectiva holística y no sólo sectorial

La Voz Invitada de Andrés García Lorca

Los valores ambiental y social son clave

Olivar en pendiente.
Andrés García Lorca - Catedrático de Universidad. Consultor Territorial

06 de octubre 2020 - 08:00

Uno de los cultivos básicos en Andalucía y con mayor presencia territorial es el olivar, no podemos dejar de referir que con una superficie ocupada de mas de un millón y medio de hectáreas, supone el 60% de la superficie de España y un 14% de la superficie mundial, cifra de referencia, pese a que cada año la superficie del olivar andaluz sigue creciendo como es el caso de Almería, ésta tiende a acortarse por la extensión del cultivo en otras áreas de nuestro planeta.

Personalmente he podido presenciar la expansión del olivar en Argentina y en Chile, así como sus desarrollos para la puesta en valor de su producto, lo que hace pensar en una nueva competencia en el mercado mundial.

Esta perspectiva a escala global, me hace reflexionar sobre nuestra propia realidad y para ello observo un indicador, que es esencial para contemplar el futuro de este cultivo, como es la evolución del precio medio del aceite de oliva; el dato no puede ser más claro, los precios medios de la cosecha 2019/2020 son prácticamente los mismos que los percibidos hace 30 años en la cosecha de 1989/1990, solo que los costes de producción se han multiplicado por cinco.

Es cierto que en las cosechas entre 1998/2000 hubo un espejismo en los precios y en la producción que no han vuelto a repetirse.

Con este indicador de precio y costes al que incorporamos las ayudas de la PAC, que para una explotación media puede estimarse en 600 euros por hectárea y habida cuenta una producción media de 5.000 kilos por hectárea, que trasformado en aceite serían unos 1.100 kilos, la ayuda percibida por kilo de aceite sería de 0,545 euros, cifra insuficiente como para asegurar una rentabilidad adecuada al olivar.

Costes variables

Es cierto que los costos de producción son muy variables en función de la localización y características del terreno de cultivo; así, un cultivo tradicional de secano en pendiente tiene unos costes de producción de 2,25 euros el kilo, mientras que un cultivo en súper intensivo de regadío en campiña se sitúa en 0,70 euros el kilo, un cultivo tradicional de regadío en campiña, supone unos costes de 1,65 euros; estimándose la diferencia de costes en el factor mano de obra.

Los problemas se agudizan si volvemos a realizar un análisis sobre los condicionantes que definen la estructura de costes del olivar, como es el caso de la morfología del terreno, la disponibilidad de agua y energía para el regadío, el marco de plantación y la técnica de recolección, aspectos todos ellos que tienen sus limitaciones; en el caso los cultivos intensivos con recolección por máquina, presenta problemas a medio plazo en orden a garantizar la producción , al inducir cambios en la morfología de la planta.

Unidos a ellos está el problema de las plagas, que añade una dificultad mayor cuando no puede ser extinguida por procedimientos fitosanitarios, caso de la Xilella Fastidiosa, lo que obliga a incrementar un sistema de profilaxis del entorno y a fragmentar las superficies de cultivo para evitar un contagio letal para el olivo.

Pero el olivar no es solo un cultivo, es ante todo un paisaje donde se evidencia la evolución de la relación entre el hombre y el medio natural, aspecto que define la realidad del territorio andaluz y ha proporcionado un medio de vida a un importante sector de la población.

Es por ello que no podamos entrar a considerar el olivar como una superficie de cultivo sometida a los mecanismos de mercado exclusivamente, pues de serlo así acabaríamos con prescindir de las plantaciones menos rentables y no creo que sea este el camino.

Cambio de perspectiva

El olivar necesita de un cambio de perspectiva y pasar de un planteamiento sectorial a otro más holístico, más integrado, considerándolo como un todo, pero no como la suma de las partes. Así, junto a su valor ambiental y social, integramos variedades, marcos y procesos de cultivo, técnicas de recolección, producción de aceite y aceitunas y por supuesto estrategias de mercado y comercialización; aspectos que son necesario ponderar para construir esta perspectiva en la que todos forman ese conjunto integrado.

Queda claro que los problemas del olivar no pueden abordarse desde la producción, el precio o la comercialización como realidades independientes, es por ello que se necesita una reflexión conjunta de todos los agentes intervinientes como paso previo a una estrategia de acción, que tenga como referencia un conocimiento de la realidad global de este cultivo a través de los resultados de un análisis, efectuado desde los planteamientos de la inteligencia económica, entendida ésta como proceso continuo de toma de datos, análisis y planificación para apoyar la toma de decisiones estratégicas en materia económica, y hoy por hoy el olivar necesita de nuevas estrategias para garantizar su pervivencia.

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