El modelo cooperativo es la clave para la sostenibilidad rural
La Voz Invitada
Bruselas ha sido la sede del encuentro “Mujeres en la Europa Rural” al que asistió la autora
Desde bien niña he asociado el campo a la mujer. En una época en la que los bancos denegaban préstamos a las mujeres si no tenían la autorización de un hombre, mi madre asumió las riendas de la explotación familiar y con su tesón me enseñó que la agricultura no entiende de género. Me inculcó su amor por el medio rural y me dio las herramientas necesarias para dirigir la explotación de la que hoy soy titular de pleno derecho.
Reconozco que mi caso es singular, que salvo excepciones nunca me he sentido minusvalorada en el sector por ser mujer. A lo largo de los años, he compartido problemas y preocupaciones con mis compañeros de Nuestra Señora de Las Virtudes, entidad que desde el pasado octubre opera como Oleand. Por ello, después de muchas campañas a la espalda, la inquietud por aportar mis ideas y saber cómo funcionaba la cooperativa desde dentro me llevó, hace cuatro años, a presentarme como vocal a las elecciones del Consejo Rector, proceso de listas abiertas en el que salí elegida.
Sin embargo, todavía son muchas las agricultoras y ganaderas que no participan en sus asambleas o consejos rectores por unos complejos infundados, de los que las mujeres nos tenemos que desprender. Los profesionales agrarios, independientemente del género, sufrimos por igual los efectos del cambio climático sobre nuestras producciones, observamos con la misma preocupación el éxodo de nuestros pueblos y las turbulencias de los mercados nos afectan en la misma medida. Por tanto, tenemos el mismo derecho y obligación a participar en la toma de decisiones de nuestras explotaciones y empresas.
Por eso, cuando hace unas semanas Cooperativas Agro-alimentarias de Andalucía me propuso participar en el encuentro “Mujeres en la Europa Rural”, organizado por el grupo de Ciudadanos en el Parlamento Europeo, para analizar el papel de la mujer en la continuidad del entorno rural no dudé en aceptar dado el interés de la jornada. A lo largo de dos días, 27 agricultoras y ganaderas españolas procedentes de nueve comunidades autónomas (Andalucía, Aragón, Asturias, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Cataluña, Extremadura, Islas Baleares y País Vasco) compartimos, en Bruselas, vivencias y preocupaciones.
Además, de la mano de Soraya Rodríguez e Irène Tolleret, europarlamentarias por el grupo Renew Europe y miembros de la Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género (FEMM), y del director de la FAO en Bruselas, Rodrigo de Lapuerta, conocimos las líneas estratégicas de la Unión Europea para impulsar el trabajo de la mujer rural y ayudar a frenar el creciente éxodo de los pueblos europeos.
Beneficios que se extienden
En el encuentro, los responsables políticos ensalzaron con atino el trabajo realizado por las cooperativas agroalimentarias para garantizar la sostenibilidad social, económica y medioambiental del entorno en el que se asientan. Donde hay una cooperativa, se crean empleos estables y de calidad y las mujeres tenemos más oportunidades de emprender nuestro propio proyecto económico. Y no solo se beneficia el medio rural, también las zonas urbanas, pues sin nuestras producciones seguras y de calidad, la población de las grandes ciudades tendrían dificultades para alimentarse.
La despoblación es uno de los grandes males que asola a Europa, donde en los últimos años el éxodo ha crecido por encima del 54%. Frente a esta lacra, la labor de la mujer rural es fundamental, ya que, en buena parte, de nosotras depende que nuestras familias se establezcan y permanezcan en los pueblos. Eso sí, para revertir estos datos las administraciones competentes deben articular medidas políticas y económicas suficientes que nos permitan generar empleos dignos y estables en nuestro entorno rural.
En el sector agroalimentario necesitamos medios para que nuestras explotaciones sean rentables y proporcionen a nuestras familias ingresos suficientes para garantizar su bienestar y no marcharnos de nuestros pueblos.
Agricultoras y ganaderas contribuimos de igual modo a la producción agrícola, a la seguridad alimentaria y cuidamos de manera innata el entorno. Sin embargo, también sufrimos la competencia desleal por la entrada de producciones agroalimentarias de terceros países con menos costes de producción, menos exigencias fitosanitarias y menores controles de calidad, que traen consigo plagas difíciles de erradicar; o las continuas ofensivas arancelarias que ponen en jaque el esfuerzo de años de promoción. Motivos por los que necesitamos que las administraciones públicas, a todos los niveles, defiendan con contundencia un sector que es motor de nuestra economía y garante de la sostenibilidad social y medioambiental de los pueblos europeos.
A nuestro entender, su apoyo es esencial para allanar el camino a la mujer rural, principalmente en aquellos puestos de dirección y representación. Así lo trasladaron la presidenta de la Asociación de Mujeres de Cooperativas Agro-alimentarias de España (Amcae), Jerónima Bonafé, y la agricultora y primera mujer en obtener la cotitularidad en Guadalajara, María Ángeles Rosado, quienes aunaron nuestras preocupaciones en sus voces. Desde la asociación se está haciendo un trabajo encomiable para impulsar la presencia de agricultoras y ganaderas en los consejos rectores de las cooperativas a través de la sensibilización, información y formación, pero todavía queda mucho camino para que la participación de la mujer en los órganos de dirección sea proporcional al número de trabajadoras agrarias.
Retos
En esta meta, la Política Agraria Común (PAC) tiene mucho que aportar, aunque las europarlamentarias nos reconocieron que la reforma está estancada y que, como pronto, no llegará hasta 2023, con un prepuesto irremediablemente influido por la salida de Reino Unido de la Unión Europea. No obstante, insistimos en la necesidad de que se otorguen ayudas a aquellos agricultores y agricultoras en activo y obtuvimos el compromiso político de incluir medidas de apoyo a la incorporación y profesionalización de la mujer en el sector agrario.
En estos días de convivencia, hemos comprobado que da igual donde radiquen nuestras explotaciones, nuestra inquietud es la misma: queremos un campo sostenible y con futuro. Por eso, encuentros como el vivido en Bruselas son fundamentales para intercambiar ideas y experiencias, nutrirnos de información útil que nos permita avanzar en nuestro día a día y nos ayude a crear redes para visibilizar e impulsar el trabajo que se está haciendo, desde federaciones como Cooperativas Agro-alimentarias, para otorgarle a la mujer el lugar que se merece en el sector agroalimentario y en Europa.
También te puede interesar