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La Voz Invitada de Andrés García Lorca
El reciente compromiso entre la Unión Europea y el Gobierno de los Estados Unidos, para retirar los aranceles que graban, entre otras, las exportaciones de productos españoles, ha sido recibido con un enorme júbilo por el Gobierno de España, que da como resuelto el tema y augura un nuevo período en las relaciones económicas entre España y los EEUU de América.
Personalmente entiendo que no hay que lanzar las campanas a vuelo cuando el acuerdo es, en principio, de cuatro meses, período que consideran suficiente para revisar la política comercial de los EEUU con la Unión Europea; y es que la realidad es mucho más preocupante, dados los antecedentes que en esta materia y en otras se han venido configurando a lo largo del proceso de relaciones entre el gigante americano y España.
No me causó sorpresa alguna, que el nuevo presidente demócrata de Estados Unidos J. Biden, mantuviese los aranceles a los productos básicos de la exportación española a su país, como ya hiciera su antecesor el republicano D. Trump. Tanto demócratas como republicanos tienen como norma aprehendida e interiorizada que, el interés de los Estados Unidos prevalece sobre cualquier otro tipo de intereses de los que no sean beneficiarios directos.
Su concepción geoestratégica con respecto al resto del mundo es muy clara y está perfectamente atestiguada; pero es que, además, busca favorecer por encima de cualquier otra consideración, el beneficio propio que no es más que el de sus estructuras económico sociales. En su lógica histórica está claro el principio de: si quieres ventajas deberás de tener cesiones y siempre se hecho valer así, por lo que no caben otras posturas por mucho que las disfracen de acuerdos y declaraciones de intenciones.
En el caso de España, el concepto de país amigo, versus colaborador para el desarrollo de sus intereses, ha caducado por la errática y contradictoria política interna y externa a la que nos vemos sometidos los españoles y que incide en el juego de sus intereses económicos y geopolíticos. Para los Estados Unidos, como también para otros estados, España no es un país políticamente serio y por lo tanto no les merece respeto y, en consecuencia, carece de interés lo que pueda aportar en cualesquiera de los ámbitos de su esfera de intereses o cuanto menos, piensan, que pueden conseguirlos sin su expresa participación.
En el caso que nos ocupa, el acuerdo con la UE, la situación cambia afortunadamente para España, pues mantener una guerra comercial con la Unión Europea no es mantener un enfrentamiento con un país poco valorado por ellos como es nuestro caso. Ciertamente que todo va a depender de estos cuatro meses de negociación, tiempo que habrá que aprovechar para mejorar la posición de nuestros productos en el mercado norteamericano y para ello es necesario realizar una apuesta por su afianzamiento en base a un serio esfuerzo para potenciar la calidad y competitividad de los productos españoles, ya presentes en este mercado e incluso ampliando a otros nuevos.
En cualquier caso y con vista al futuro posible que se nos presente, hay, al menos, dos grandes líneas de actuación. La primera afecta a la mejora de la competitividad del producto, habida cuenta la necesidad de exportar con unos aranceles altos, el sistema productivo y comercializador ha tenido que realizar ajustes, por lo que es muy importante consolidar esos cambios estructurales obligados.
La segunda, depende del funcionamiento y coherencia de la política exterior de España con respecto a nuestros socios comerciales; no se trata de adoptar un modelo servil en la política exterior, pero sí ser coherente con el modelo político asumido y declarado, que va desde garantizar una seguridad jurídica que posibilite el funcionamiento normal del mercado, hasta el mantenimiento, en términos de continuidad y coherencia, en los objetivos de la política exterior del Estado generando fiabilidad.
Es claro que, que la ausencia de una clara acción de inteligencia económica sea la causa fundamental, aunque ha contribuido a ello, por no alertar sobre el comportamiento futuro de las decisiones políticas norteamericanas en defensa de sus intereses socioeconómicos.
Pero insisto, no basta con desarrollar una buena inteligencia económica sino hay unos claros, coherentes y definidos objetivos geoestratégicos y se lucha por mantenerlos. No se puede, como dice el viejo refrán castellano “soplar y sorber a la vez”, como es la paradoja que mantiene el actual Gobierno de España en el caso de sus relaciones con los Estados Unidos.
Esperemos que el paraguas de la UE, nos libre de los chaparrones que amenazan a nuestro sistema exportador, pero no podemos descuidar nuestro propio ámbito de responsabilidades.
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