Natalia Escaño: “Luchamos para mantener los entornos rurales vivos”
Entrevista a la premiada con el galardón de TalentA de Corteva y Fademur en categoría Universitaria
El objetivo perseguido por Natalia con el proyecto que ha resultado premiado es hacer un proyecto de transformación de la lana en la sierra. “A veces necesitamos una palmadita en la espalda para seguir adelante”. Corteva inaugura su web y tienda online
Cambiar el mundo para que todo siga igual. Esta máxima parece que guía las inquietudes de natalia Escanio, que ha logrado el premio TalentA de Corteva Fademur en su categoría universitaria. Así, asida a la lana merina de su tierra, se propone convertirla en motor de desarrollo para que el entorno rural sea generador de empleo y mantenga su esencia en un futuro cierto.
–Enhorabuena por este premio ¿qué va a significar para usted?
–Pues por ahora, el programa TalentA es un empujón en la visibilidad del proyecto que no es poco. Pero sobre todo es muy gratificante para las tres -Bea, Sete y yo- ver que nuestro proyecto después de dos años de vida llega para encontrarse con personas que ven tantas iniciativas cada año y le dan valor a algo que pensamos que es muy importante. En realidad, es muy especial sentir que luchamos por mantener los entornos rurales vivos apostando por un mantenimiento y mejora de los ecosistemas, de las personas de nuestro territorio y la economía local. Pero a veces todas necesitamos una palmadita en la espalda para seguir adelante.
–¿En qué consiste su proyecto Lana Merimorena?
–Este proyecto nace hace varios años intentando poner en valor la lana un verano tras la esquila. Bea, Sete y yo empezamos a darle vueltas y a llevar las ideas a la práctica trabajando con asociaciones de mujeres lo aprendido. Empezando por el problema y exponiendo las soluciones. En nuestra comarca se producen anualmente más de 250.000 kilos de lana, volumen que está siendo quemado, tirado o arrinconado. En el mejor de los casos años atrás, minoritariamente malvendidos para su exportación sucia a otros continentes. El propósito es abarcar desde su producción y transformación local a través de fórmulas innovadoras, diversificando las opciones de empleo y fomentando el emprendimiento colectivo, hasta el fomento de su consumo en el propio territorio, así como explotar su potencial terapéutico, artístico e integrador.
–¿De qué ganaderías proceden las lanas que usted trata?
–En realidad, son muy variadas, nuestra sierra es un lugar de grandes minifundistas. Con estas pequeñas fincas bien trabajadas nos mantenemos cada familia. Mis padres son ganaderos y agricultores, ellos fueron las primeras personas en darnos la lana, pero luego nos fueron llamando de un sitio y de otro que la tenían acumulada desde hace años. La lana ha perdido mucho valor, queremos cambiar eso.
–¿Qué participación femenina hay en el sector ganadero de su zona?
–Cuando llegué a la sierra, después de casi 10 años trabajando y estudiando en el extranjero empecé por querer saber la respuesta a eso, me metí en varios proyectos locales y me puse a grabar un documental “sembrando historias” que habla de las historias de mujeres rurales en nuestra sierra. Hay muchas, pero podríamos ser muchas más. Por otro lado, en la sierra siempre ha habido muchas mujeres.
–¿Qué continuidad espera que tenga su proyecto?
–Ojalá sea toda la vida, porque es muy importante darles salida a los productos locales para poder generar más puestos de trabajo, más valor de nuestros recursos; y eso empieza por un lavadero de lana. Ahora lo que hacemos son talleres formativos del proceso de la lana desde el vellón hasta el hilo o el fieltro, también hacemos encuentros de fin de semana para hacer una convivencia con muchísimo más detalle de todo esto y donde nos llevamos artículos ya elaborados como jabones afieltrados, plantillas o madejas y luego vendemos artículos que Bea teje con muchísimo mimo. Pero en realidad nuestro objetivo cuando consigamos la financiación es hacer un espacio de transformación de la lana en la sierra para poder comprar la lana a las ganaderas y ganaderos locales a un precio justo. Este año hemos conseguido un contrato con una empresa de Castilla-La Mancha para que nos haga maquila con la lana que llevemos este año, estimamos unos 500 kilos, y nos la devuelvan transformada en lana hilada, peinada y cardada. Y es el primer paso para tener productos con los que seguir creciendo para el año que viene pagar la lana a todas las personas que podamos. Aún nos queda camino por andar, pero somos tres y estamos fuertes.
Viabilidad empresarial
–¿Dispone de financiación para dotarlo de viabilidad empresarial?
–Por ahora es viable en cuanto a que lo que hacemos tiene un reporte económico y el que más nos gusta, social. Algún premio que nos han dado, además de los talleres que impartimos. Sin olvidar que nuestro objetivo va más allá, aunque pensamos que formar y concienciar es importante, tenemos otros objetivos no cubiertos que implican comprar la lana de la zona a un precio justo y montar un lavadero y aun no tenemos solvencia económica en este proyecto para hacerlo. Así que respondiendo a tu pregunta aún estamos trabajando para intentar que sea un lugar de uso general y autosuficiente, aunque estimamos que en varios años caminará por sí sola, aun nos falta financiación.
–¿Qué opina sobre el programa TalentA de Corteva y Fademur?
–Me encanta que existan iniciativas así, que apuesten por los espacios rurales que al fin y al cabo son los que mantienen la salud de la población, entre otras muchas cosas.
El valor del mundo rural
–¿Qué aporta a la sociedad actual el mundo rural?
–Mi madre y mi padre plantan encinas cada año desde que tengo memoria y desde que mis hermanos y yo tuvimos fuerza para levantarnos los acompañamos, cada día. Crecer entendiendo el trabajo de tus padres es algo precioso, más cuando te hacen partícipes. Cada bellota que plantamos en la tierra sin saberlo se clavaba en nuestros valores. Pero va más allá, una encina tarda aproximadamente 60 años en ser productiva y mis padres tienen más de 50. Podemos echar cuentas pero ellos saben que plantan árboles de los que probablemente no vean sus frutos. Eso es muy hermoso, no somos conscientes de lo que otras generaciones hicieron para que podamos disfrutar de una sombra en verano en el campo. El mundo rural es el principal productor de alimentos que consume la población, tanto a nivel nacional como internacional. Por eso apostar por proyectos así es nuestra responsabilidad como consumidoras que somos todas. Por otro lado, el turismo rural que invita a compartir experiencias directas y reflexionar sobre el entorno, las personas y nosotros mismos. Porque la globalización ha llegado a todo el mundo, pero existe un patrimonio cultural muy territorializado, hogar de muchas tradiciones y costumbres que se han transmitido de generación en generación. Empezando por las semillas y terminando por las relaciones interpersonales que se mantienen.
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