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La agricultura andaluza y los objetivos de desarrollo sostenible de la FAO para la lucha contra el hambre

La Voz Invitada de Andrés García Lorca

El catedrático propone los cultivos bajo plástico de Almería como modelo a seguir y afirma que el empoderamiento de la mujer ha estado siempre en la base del sistema productivo de la provincia

Paisaje de invernaderos.
Andrés García Lorca, Catedrático De Universidad. Consultor Territorial

04 de febrero 2020 - 08:00

Para la agricultura de Andalucía estos objetivos tienen una especial significación, pues si bien en su explicitación parece una utopía, la realidad es que nuestro modelo productivo y a impulsos del mercado, viene desarrollando muchas de las propuestas enunciadas en estos objetivos, como se puede comprobar en algunos de los modelos característicos del sistema agrícola andaluz.

De otra parte, existe una imperiosa necesidad de generar actividades productivas, que permitan recuperar espacios degradados por procesos de desertificación o de cambios de usos del suelo, que pongan en valor áreas poblacionalmente deprimidas, o de escasa o nula capacidad agronómica; a la vez que nos permitan preservar y conservar espacios de alto valor ambiental y paisajístico.

Si nos fijamos en el objetivo 2,4 de la FAO, éste, señala la necesidad de asegurar la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos, procurando que las prácticas agrícolas sean resilientes, es decir, que puedan sobreponerse a situaciones límite, aumenten la productividad y sean capaces de adaptarse a los riesgos meteorológicos y en general al cambio climático, mejorando la calidad del suelo y de la tierra. Esta declaración fija como límite temporal el año 2030.

Ahora bien, si analizamos los modelos productivos en Andalucía, vemos que ya hay sistemas agrarios para la producción de alimentos, que cumplen con estos objetivos en términos generales y son una garantía de futuro, como ocurre con los modelos de cultivo bajo plástico y de una forma muy clara como es el modelo almeriense.

Este modelo, ha permitido generar suelo agrícola donde no existía, aumentar la productividad, no depender de las contingencias meteorológicas y tener una capacidad de resiliencia demostrada frente a las crisis económicas y climáticas, habidas desde la implantación del modelo; unido a ello, los invernaderos almerienses, constituye un paradigma de prácticas agrícolas de bajo impacto ambiental y un referente de sostenibilidad.

Bajo impacto ambiental

Un análisis muy somero nos permite destacar algunos datos que demuestren, esa realidad de modelo de bajo impacto ambiental y que ha posibilitado la recuperación de socioeconómica de áreas deprimidas de territorios donde se ha desarrollado.

Sin necesidad de magnificar la aportación a la preservación de la atmósfera, este sistema de cultivo intensivo actúa como sumidero de CO2 (un metro de cultivo de hortalizas absorbe unos 30/35 gramos de bióxido de carbono por día) colaborando así a evitar el calentamiento global. Pese a sus exigencias hídricas, es el sistema de cultivos con menor consumo de agua y mayor rendimiento socioeconómico.

El modelo almeriense, con más de 31.000 hectáreas cultivadas, se caracteriza por ser el de mayor superficie invernada calificada de ecológica; sus casi 2000 hectáreas suponen el 76% de las invernadas de Andalucía. En su conjunto los invernaderos almerienses y de la costa oriental granadina, se inscriben dentro del modelo de “agricultura integrada”, caracterizada por el uso de sistemas de control biológico y químico compatibles con el medio ambiente. Como dato de referencia, la agricultura biológica, ocupa el casi 79% de la superficie de invernaderos y en el caso de cultivos como el pimiento alcanza el 99,6% de su superficie.

No podemos olvidar que, su producción, es la que mayor control fitosanitario presenta a escala global, de ahí la calidad sanitaria y organoléptica que distingue a sus productos; y que ha promovido a España, para estar a la cabeza de la seguridad alimentaria en Europa; el dato de las exportaciones españolas con el 97% de los productos hortícolas, libres de residuos, no solo es una realidad, es toda una garantía de producción saludable.

De otra parte, este modelo ha supuesto una revolución social y económica, que constituye no solo una referencia a escala mundial, sino que es una realidad en países emergentes y subdesarrollados como alternativa de desarrollo y de estabilidad social; estados de África, Asia o América, son referencias obligadas de la implantación de este modelo productivo. Los datos de la estructura social de la propiedad y de la distribución de la renta son indicadores claros de esta realidad en el caso almeriense y que son susceptibles de extrapolar a otros ámbitos territoriales.

El empoderamiento de la mujer en la responsabilidad de las empresas y en la toma de decisiones, ha estado en la base de este sistema productivo, no solo por la estructura del sistema de propiedad, empresas familiares, sino por el protagonismo real de las mujeres en el trabajo y en las decisiones relacionadas con la producción y que va trascendiendo a otros sectores del complejo productivo vinculado, el llamado “cluster” empresarial del modelo almeriense.

Ello nos lleva a otra de las consideraciones de los objetivos de la FAO, tal es la generación de empleo no agrícola, como ocurre en el “cluster” del modelo almeriense, con la eclosión de empresas auxiliares de la agricultura, ampliándose a servicios financieros e informáticos; propiciando, además, el desarrollo del conocimiento, con la ubicación de centros de investigación privados y públicos en el ámbito agrícola, relacionados con estos objetivos de desarrollo sostenible.

Madurez del modelo productivo

Hoy, la industria auxiliar de la agricultura en Almería sigue en crecimiento continuo a unos ritmos muy altos, por encima del 16% en el último año, con unas ventas que superan los 1.300 millones de euros, nos orientan sobre la importancia del desarrollo tecnológico que implica la madurez de un modelo productivo.

Si pensamos que, en un ámbito territorial tan reducido, conviven 119 nacionalidades, pertenecientes a etnias y grupos religiosos muy diferenciados; y que estos trabajadores extranjeros, representan el 65% de los afiliados al régimen agrario , sin generar más tensiones sociales que las propias en una sociedad como la española, comprobaremos que ha habido un proceso de asimilación y coexistencia cultural digno de referenciar, dado que, incluso en situaciones límite, no ha producido unos niveles de conflictividad inasumibles; solo algún hecho esporádico ha puesto en evidencia la realidad de una convivencia intercultural y étnica compleja, pero pacífica.

Todo lo anteriormente expuesto, nos lleva a considerar, la necesidad de expansión del modelo de Almería, a otras áreas territoriales de Andalucía; si bien, adaptando algunos de los factores y procesos de producción al entorno físico-natural de adopción. Lógicamente los dos condicionantes más decisivos son el agua y la energía, pero ninguno de los dos constituye una barrera insuperable a la luz de las tecnologías y de la capacidad creativa.

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