Derribo de los muros de Babel

La Fundación Tres Culturas y Sevilla Acoge impulsan 'Aprendiendo en familia', un programa de lecciones gratuitas de español y árabe dirigido a los inmigrantes marroquíes y sus hijos

Un grupo de niños atiende en una clase de árabe en el Centro Cívico Hogar San Fernando.
Un grupo de niños atiende en una clase de árabe en el Centro Cívico Hogar San Fernando. / Victor Rodríguez
Laura Jurado

12 de noviembre 2017 - 05:52

Soad Elalje cruzó hace algo más de una década los 14 kilómetros del estrecho que separa África de Europa para llegar a España, donde hoy reside con su marido y sus tres hijos. Algo tan básico como pedir cita en el médico o asistir a las tutorías con los profesores de sus hijos suponían un reto para ella hasta hace poco. Todos los martes y viernes asiste durante dos horas a las clases de español que organiza la Fundación Tres Culturas junto con Sevilla Acoge, en el Centro Cívico Hogar San Fernando. Con la ayuda de una profesora y de las clases de español, consigue desenvolverse poco a poco en situaciones cotidianas.

El programa, nombrado Aprendiendo en familia, por la vocación de aunar la conciliación familiar y la asistencia a clases, se ha desarrollado otros años y se lleva a cabo también en el barrio de las Tres Mil Viviendas los lunes y miércoles. Fue posible gracias a un acuerdo de colaboración entre la Fundación Tres Culturas y el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional Encargado de los Marroquíes Residentes en el Extranjero y Asuntos de la Migración (perteneciente al Gobierno de Marruecos). El objetivo de esta iniciativa, según el responsable de Planificación Estratégica y Programación de la fundación, Antonio Chaves, apunta a una doble vertiente: "Favorecer la convivencia entre las poblaciones andaluza y marroquí y reforzar los lazos de identidad de los marroquíes con su cultura de origen", explica.

Las clases se imparten en centros cívicos de la Macarena y las Tres Mil ViviendasLa iniciativa nació de un acuerdo de colaboración entre Tres Culturas y el Gobierno de Marruecos

La Fundación Sevilla Acoge se encarga de la selección de un profesorado formado en el conocimiento del árabe marroquí y el castellano. El primer trimestre comenzó el 19 de septiembre y se prolongará hasta el 20 de diciembre. La intención del programa es seguir el próximo año. "Seguramente, continúen las clases a un nivel más avanzado y se habiliten nuevos grupos de nivel inicial. También pretendemos incluir formación específica en el ámbito de la hostelería, uno de los principales yacimientos de empleo para la población inmigrante", comenta Chaves.

Como Soad, Badia Samsem eligió España como destino hace ya 11 años. Trabaja como limpiadora y cuenta que le resulta muy difícil conciliar el empleo con su situación familiar. En un español fluido, Ouissa Ghallam explica que también trabaja en la limpieza, aunque no tiene contrato y trabaja por horas. Estudió y ejerció como enfermera en la Media Luna Roja Marroquí, pero descarta trabajar como enfermera en España. Le cuesta concebir un puesto de trabajo que no sea como limpiadora. Samsem apoya la afirmación de su compañera: "Algunas veces, la gente aquí no mira cómo estás tú, siempre mira el pañuelo".

En marzo de este año, el Tribunal de Justicia europeo dictó una sentencia que sienta un precedente en la prohibición del uso del velo en el trabajo. Las marroquíes perciben este hecho como una amenaza para poder desempeñar los estudios que cursaron en su país, como es el caso de Itimad Malik. En Marruecos empezó a estudiar Economía, una carrera que ve muy difícil terminar sin perspectivas de trabajo. "Es muy difícil encontrar un puesto en el que te acepten con el velo, agrega. Todas comparten esta visión. "Ouissam podría homologar su título en España, pero sabe que las posibilidades de encontrar trabajo son muy escasas", remacha Latifa Salmoun, mediadora cultural en Sevilla Acoge.

Aprendiendo en familia engloba también lecciones de árabe para los hijos de los inmigrantes. Todos los martes y jueves, un grupo de niños de entre 5 y 13 años asiste a las clases en el Centro Cívico Hogar San Fernando. Cada semana memorizan algunas palabras y aprenden a trazar la caligrafía árabe, no sin cierta dificultad. Los más pequeños se entretienen coloreando las letras del alfabeto, como Kamilia. Sentada, los pies todavía no le llegan al suelo, pero ya tiene claro que quiere aprender árabe para comunicarse con su familia. Su amiga Nisrin cursa 6º de Primaria y relata que en un futuro le gustaría abrir una ONG para acoger a los animales y ser profesora de Educación Física. Ismael, su compañero, exclama desde su pupitre que para eso tendrá que estudiar mucho. Y añade que de mayor le gustaría ser político y llegar a presidir la Moncloa.

Algunos traen de casa algunas nociones de árabe, pero a muchos de ellos les resultan extraños los sonidos y las letras de este idioma. Por eso, la profesora, Nasma Irakraki, prefiere comenzar las lecciones desde cero. "Hay muchas dificultades en la escritura y el alfabeto". A la complejidad de un idioma como el árabe se le suma una marcada diferencia de edad entre los alumnos. "Intento adecuar los contenidos para que sean accesibles a todos", explica.

Para todos aplica la misma filosofía: procurar que los pequeños se acerquen al árabe desde la inquietud y el placer por aprender el idioma nativo de sus padres. "Lo que intento como profesora es que les guste el árabe para que no se tomen el aprendizaje como una obligación. Es importante aprender el árabe, pero hay que quererlo". Su percepción da frutos. Cuando se les pregunta a los niños las razones por las que deciden aprender árabe, todos coinciden en el mismo motivo: poder comunicarse con su familia y conocidos en el país, conocer la religión islámica y obtener un futuro trabajo. Quién sabe si como político o profesor de Educación Física.

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