Julián López 'El Juli' borda el toreo en Sanlúcar indultando un toro de Zalduendo

F. Orgambides

29 de mayo 2017 - 02:34

/ sanlúcar/Gran tarde de feria en Sanlúcar de Barrameda con una buena corrida de toros de Zalduendo y un torero en sazón, magistral, que bordó el toreo: El Juli. Porque si torear es dominar al toro y llevarlo por donde quiera su burlador, eso fue lo que pasó tras abrirse por quinta vez la puerta de chiqueros ayer en Sanlúcar con un toro noble, con clase y empuje, con motor y raza, que embistió incansable a la muleta, que, arrastrada por el suelo, le ofrecía El Juli una y otra vez.

Toreo cuajado y creativo, templado y lidiando muy despacio a ese segundo toro del triunfo y del indulto. Habría que acudir a las comparaciones académicas y convertir al maestro en doctor, un profesor diestro en tauromaquia que impartió su lección. No le fue a la zaga Roca Rey, que cortó tres orejas, ni Morante, que buscó el triunfo regalando el sobrero. Porque si Morante salió a pie de la plaza fue por el sorteo. Su lote fue evidentemente el peor. No porque le plantearan dificultades, sino porque fueron sencillamente los peores del encierro, pero sin molestar. Morante mimó con suma torería a su blando primero e incluso hizo crujir la plaza por momentos moviendo las telas casi con cariño y andando muy bien con el toro. También hubo naturalidad ante su segundo, toro que no ayudó nada y con el que se impacientó parte del público. No había para más. Trunfantes sus oponentes, regaló Morante el segundo sobrero y ese sí que le puso peguitas, protestón y con genio y mal estilo. Pero el tal José Antonio es un torero, un profesional que además de arte tiene valor, técnica y talento y sin aburrirse logró sacarle, y con no poco brillo, lo que guardaba el toro.

Lo de El Juli fue de sensación. Ya en su primero había cortado las dos orejas de otro gran toro por el pitón derecho, templado y con son, que a un torero como El Juli no se le iba a escapar. Lo templó muy despacio con el eco entregado del público. Pero toreó más despacio todavía al indultado quinto. Los toreros midieron mucho la corrida -hasta el punto de que Roca Rey dejó sin picar al sexto- y al toro casi no se le vio en el caballo, pero planeaba en el último tercio.

Y por los dos pitones. El Juli lo sublimó, eslabonando los muletazos a cámara lenta porque el toro tuvo gas y empuje de salida, hasta si me apuran genio en el capote, pero ahí estaba el torero con poder y mando para domeñar y templar cualquier mala intención. Y así hasta el punto de que el toro se engolosinaba en la muleta en una faena a más en intensidad y calidad con el público enardecido.

Roca Rey, al blando y noble tercero, con muy poquitas fuerzas, lo midió y dosificó en todos los tercios para luego ligarlo muy despacio por abajo y por la barriga. Inteligencia y clase. Con el sexto, temple, más temple y suavidad para aprovechar las inequívocas bondades del toro manejando la tela con clase en otro de los hitos de una tarde redonda.

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