La mordedura de la cobra

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Marcelino juega con dos delanteros... para despistar: son los primeros defensas en un equipo que se enrosca y sale a ejecutar en un visto y no visto

Marcelino García Toral, atento a una pregunta en una rueda de prensa en Valencia esta temporada.
Marcelino García Toral, atento a una pregunta en una rueda de prensa en Valencia esta temporada. / Kai Forsterling / Efe
Juan Antonio Solís

10 de marzo 2018 - 02:31

Marcelino García Toral ha encajado en Mestalla. El Valencia, tan proclive a la autodestrucción, necesitaba alguien con personalidad para ponerle las bridas y devolverlo a la senda que por historia, peso específico y presupuesto, debe cruzar cada temporada. Y lo ha logrado el menudo y competente preparador asturiano. Llega el Valencia a Nervión defendiendo ocho puntos sobre su principal candidato a arrebatarle la plaza de Champions, precisamente el Sevilla. Forjó ese tesoro en una primorosa primera vuelta, saldada con 40 puntos y tres derrotas.

En los ocho partidos de la segunda vuelta ha bajado algo el pistón. Ya son seis sus partidos perdidos y 13 los puntos que ha adicionado al zurrón. Los escépticos recuerdan que los equipos de Marcelino bajan en las segundas vueltas, pero éste puede alegar que ha perdido durante no pocas jornadas a gente principal como Guedes o Garay, que vuelve a la convocatoria tras algún tiempo.

sin balón

Marcelino lo tiene clarísimo: para disponer un 4-4-2 con dos puntas de verdad, éstos tienen que erigirse en los primeros defensores. Nada de carreras a medias cuando el enemigo trata de salir desde atrás. Y tanto Rodrigo como Zaza, algo menos Santi Mina, se dejan la piel en la ingrata labor de hostigar al que lleva la pelota. El italiano disfruta con la fricción y el internacional español es un gamo, corre sin aparente esfuerzo.

El trabajo del dúo de vanguardia suele desviar los propósitos iniciales del rival. Y cuando éste gana metros, las dos líneas de cuatro actúan como un acordeón en el que es fundamental el papel de uno de los refuerzos trascendentes de esta temporada, Kondogbia. Impresiona su despliegue físico para aparecer en una franja muy vasta de terreno. Rara vez concede pasillos por querer acudir a demasiados conatos de fuego. Mezcla de maravilla con Parejo. Paradójicamente, en este equipo el medio defensivo es más dinámico que el creativo, que se fija más. Aunque con matices: Parejo siempre va a jugar como le diga su instinto.

con balón

Y el instinto de Parejo es genial para afilar las jugadas en pocos toques. Es un lanzador extraordinario para esa rapidez que atesora Rodrigo, la habilidad de Carlos Soler desde la derecha, la potencia de Zaza arriba... y Guedes. El portugués merece un punto y aparte.

No es atrevido decir que pocos jugadores en el mundo conducen el balón a su velocidad. Es un diablo. Y encima, tan pronto saca el cañón de su pierda derecha como ejecuta con un último pase de genio. Un crack de 40-50 millones de valor a préstamo.

lo mejor

Fantástico ejemplo de 4-4-2 que cierra líneas y juega al espacio. Es ordenado y solidario sin la pelota y muy dinámico y vertical cuando la recupera.

lo peor

Su fondo de armario no es amplio y da muestras de cierto desgaste: ganó a Levante o Málaga sin merecerlo. Su sistema exige un gran despliegue físico.

Un pegamento de piernas interminables

La aguda mirada de Monchi se posó en un larguirucho centrocampista del Lens llamado Geoffrey Kondogbia (Nemours, Francia; 15 de febrero de 1993), al que sacó de su nido a cambio de 4 millones de euros. Era una apuesta arriesgada, una más del director deportivo del Sevilla. El chico tenía 19 años y no había jugado en otro sitio. Cayó en un Sevilla de transición pero le dio tiempo de mostrar sus capacidades en esa campaña 12-13, antes de que el Mónaco pagara por él 20 millones. Su vuelta a Francia y su paso por el Inter, un club que curte, han forjado un medio de una pieza, capaz de sostener un sistema con escaso tráfico en la sala de máquinas: dos delanteros y Dani Parejo de compañero en el eje. Él aguanta el andamiaje con su fuerza para cuerpear, su elasticidad al meter sus larguísimas piernas, su capacidad para multiplicarse y su criterio en el pase. Además, lanza misiles combados con su zurda. Llegó cedido.

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