El inmovilismo, el pecado que resta en el crédito de Montella

Vincenzo Montella, en una imagen reciente al frente del entrenamiento del Sevilla.
Vincenzo Montella, en una imagen reciente al frente del entrenamiento del Sevilla. / José Ángel García
J. A.

05 de abril 2018 - 02:32

Sevilla/Hasta ahora Vincenzo Montella tenía entre el sevillismo la imagen de un entrenador de dos caminos. La de una montaña rusa ha sido claramente la trayectoria trazada por sus actuaciones. Decepcionante, o más si cabe, en la Liga, sus zarpazos en las competiciones de eliminatorias a doble partido llegaron a convertir su rendimiento en la Copa del Rey y en la Liga de Campeones en un valor seguro, en el billete para la salvación de una temporada que (con un cambio de entrenador en diciembre) parecía abocada al fracaso con una planificación, la primera de Óscar Arias, puesta muy en duda.

Algunas de sus decisiones fueron discutidas casi desde el principio, si bien su apuesta por un once muy definido en los primeros partidos fue tomada como un alegato de lógica futbolística frente a las masivas rotaciones de su predecesor, lo que impedía que el Sevilla, con tanto cambio de un partido a otro, tuviera una identidad definida. Pero pronto se atisbó que ese inmovilismo podía pasar factura en lo físico, un riesgo demasiado evidente en un grupo que debía competir cada cuatro días al seguir vivo en tres competiciones.

Con una trayectoria de montaña rusa, la Copa y la Champions eran el valor en alza del italiano

Mientras a ello se unía otro riesgo aún más peligroso: provocar que se acabaran desconectando los jugadores no utilizados, como así fue ocurriendo. El equipo, en citas puntuales en las que Montella introdujo varios cambios por un duelo de más importancia cercano en el tiempo (en Éibar, en Málaga pese al triunfo...), bajó alarmantemente su nivel de rendimiento, quedando señalados determinados jugadores que no volverían a tener su oportunidad.

Especial mención tendrían en este apartado tres de los cuatro refuerzos llegados en el mercado de invierno. Si Layún sí ha tenido presencia por la lesión de Jesús Navas, Sandro sólo tuvo minutos sueltos en una posición que no es la suya, mientras de Roque Mesa y Arana no se supo más tras sus puntualísimas apariciones.

Lo del canario sí resulta chocante, pues llegó supuestamente para dar descanso a Banega y elevar el nivel de la plantilla, pero desapareció de las convocatorias y ni mucho menos iba a contar en el partido del año, el martes ante el Bayern precisamente con el argentino, cuya ausencia se antojaría clave, sancionado.

El inmovilismo ha sido el mayor pecado de Montella, llevado hasta su tardanza, en casos exasperante, en hacer los cambios. Ante el Bayern la afición mostró claramente su desacuerdo con su gestión de los recursos cuando en la segunda parte el equipo alemán se hizo con el balón y los cambios, sólo dos, llegaron en los minutos 78 y 80 y -curioso- ordenado el segundo justo después del primero haciendo que se perdiera tiempo cuando el marcador era de 1-2 en contra.

Igualmente controvertida fue su apuesta de elegir a David Soria y sentar a Sergio Rico en el partido más importante, una decisión que puede tener sus consecuencias para lo que resta de campaña. O no.

David Soria pide "continuidad" para mostrar su nivel

David Soria, después de su titularidad ante el Bayern Múnich en detrimento del hasta ahora indiscutible Sergio Rico, espera que Montella siga dándole confianza en próximos partidos. "No sé lo que decidirá el míster a partir de ahora. Respecto a las paradas, son circunstancias del partido que se dan bien y hay que entrenar para estar en el momento adecuado. Yo puse mis cartas y que decida el entrenado, pero sería bonito y necesario tener continuidad, así podría mostrar mi verdadero nivel", dijo el madrileño ayer en Radio Marca. Soria señaló que el Sevilla necesita recuperar el tono en la Liga y que los partidos ante el Celta y el Villarreal van a ser decisivos en la lucha por recuperar la quinta plaza una vez perdida la estela del Valencia.

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