El infierno frío

El delantero del Basaksehir Adebayor se lanza al suelo en la disputa del balón con Nakamba, del Brujas.
El delantero del Basaksehir Adebayor se lanza al suelo en la disputa del balón con Nakamba, del Brujas. / Sedat Suna / Efe
Javier González-Cotta

16 de agosto 2017 - 08:34

De forma remota, entre la curiosidad y el morbo más descarado, el nombre del equipo de fútbol Istanbul Basaksehir nos sonaba en un principio por varios motivos. Hace ya un tiempo, cuando los estadios del mundo homenajeaban a las víctimas de los atentados de París en la sala Bataclan, los aficionados turcos reunidos en el campo del Basaksehir aprovecharon el litúrgico minuto de silencio para montar su propia ópera. Silbaron, cantaron el clásico Allahu akbar ("Dios es grande") y -aprovechando que es gerundio- corearon el nombre del presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Fue con ocasión de un partido de selecciones entre Turquía y Grecia, otro clásico regional que ya de por sí suele guardar el resabio de los recelos por la rivalidad histórica entre ambas naciones.

Supimos también del desconocido Basaksehir porque, en un encuentro contra el no menos desconocidísimo Eskisehir, los hinchas de este último club quemaron su propio estadio tras perder contra el primero en su mancillada casa y certificarse su descenso a los infiernos de la segunda división turca. El fuego sagrado tenía ya sus antecedentes. En los años en los que el ínclito Dani Güiza militaba en el Fenerbahçe (Luis Aragonés era su entrenador), sus hinchas prendieron fuego al Sükrü Saraçoglu por un precipitado desliz del speaker del estadio. Por error, el buen hombre -digamos que un Manolo Melado a la turca- había anunciado que el Fenerbahçe era campeón de liga frente al enconado Bursaspor, equipo que a la sazón se haría con el título de la muy divertida Superliga turca.

En Turquía sabemos, pues, que hay dos tipos de calderas o infiernos. Un infierno es el ya típico y metafórico que alude al hervor de la grada en los partidos europeos de la llamada triada de los grandes equipos de Estambul (Galatasaray, Fenerbahçe y Besiktas). Pero otro infierno, más calentito si cabe, es el que se refiere a la tradición de quemar el campo propio si el equipo de tus amores desciende de categoría o sufre cualquier otra mancilla inconcebible.

El Sevilla Fútbol Club viajó a Estambul para enfrentarse al citado Basaksehir en el Fatih Terim Stadyumu. El aficionado sevillista que por vacaciones quiera acompañar al equipo a la vasta ciudad del Bósforo habrá de saber que este equipo novísimo tiene situado su campo de fútbol a las afueras -afuerísimas cabría decir- de Estambul. El mapa de la destartalada urbe bicontinental nunca defrauda. Ya se sabe: a un lado, por medio del estrecho del Bósforo, queda Europa y al otro Asia. El Basaksehir Arena se halla en un distrito alejadísimo de la parte europea (históricamente llamada la Tracia).

Grosso modo, se trata de un estadio nuevo, de una hinchada nueva y de un equipo que destila un antipático olor a nuevo para los hinchas acérrimos de las tres gracias turcas -lo dicho: Fenerbahçe, Galatasaray y Besiktas-. Desde sus inicios, el hoy oficial Medipol Basaksehir Futbol Kulübü -por abreviar se cita sólo por el nombre de Basaksehir- siempre estuvo vinculado al enorme entente metropolitano de Estambul. De hecho, en sus orígenes en 1990, la empresa de aguas municipales estuvo asociada al equipo por entonces amateur. Últimamente ha recibido el apoyo pecuniario de Medipol -una cadena hospitalaria- y de la empresa de construcción Makro Insaat, que figura como patrocinador en su camiseta.

Con los años, visto lo visto a tenor de su éxito, al Basaksehir se le ha considerado un equipo artificial hecho a base de billetera y a imagen del gobierno local -y nacional- afín al partido conservador e islamista: el AKP de Erdogan. Siempre hay que desconfiar de los tópicos cerrados. Pero es verdad que la página web oficial del distrito de Basaksehir nos muestra un paraíso idílico, al modo de lo que aquí serían unos edénicos Jardines de Hércules sin límite o una Sevilla Este reflejo del hábitat de las mismísimas huríes en la tierra mortal. Esto es: parques, centros deportivos, asistencia social, nueva vivienda, colegios, envidiable recogida de basuras, etcétera.

Dicen que los hinchas de los otros equipos históricos de Estambul odian hasta las uñas a este nuevo rico del fútbol turco. Su dirigencia presume no tanto de derroche de liras turcas como de mantener una economía inteligente. Sea como sea, el Basaksehir se ha permitido quedar segundo en la última Superliga turca sólo por debajo del campeón Besiktas. Ha fichado además a una emérita nómina de abuelos gloriosos (Clichy, Manolito Adebayor, Inler, el gran Babacan turco).

Para irritación de los vecinos, parece que el Basaksehir ha venido para quedarse y para molestar desde el inicio en este nuevo curso también (ha comenzado ganando su partido de la Superliga turca contra el Bursaspor). No obstante su grada, pese a la silbatina en aquel profanado minuto de silencio por los atentados de París, nada tiene que ver con los desmanes escénicos a los que acostumbran los hinchas turcos. Un infierno, pero en versión fría y casi piadosa, es lo que parece que le espera al SFC. Veremos.

Cuando no se trata sólo de fútbol

Como queda dicho, los tópicos suelen ser arbitrarios y a menudo poco fundados. Se dice que el Basaksehir es, aparte del Fenerbahçe, el equipo que ha conquistado el corazón del presidente Erdogan. Curiosamente, el nombre del gran vate turco está vinculado a otro equipo estambulí y al estadio del Kasimpasa, un barrio crecido como piñata de bloques de pisos junto al Cuerno de Oro y que puede contemplarse desde un mirador junto al célebre hotel Pera Palas.

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