NOS estalla en la cara uno de esos partidos que forman con mayúsculas la historia de la Liga. Un Sevilla-Atlético de Madrid es siempre un plato apetitoso que lleva el morbo entre sus principales ingredientes. Un morbo que arranca casi en el principio de los tiempos ligueros y que se multiplicaría cierto domingo de Feria en que la decisión de un catalán con bigote iba a privarle al sevillismo celebrar la segunda Liga de su vida.

Es un morbo que no sólo no se ha paliado con el paso del tiempo, sino que sigue en perfecto estado de revista por muchas generaciones que hayan pasado. Esta tarde se reencuentran con dos recuerdos muy frescos y ambos con derrota sevillista por un solo gol, tanto en vísperas de Navidad como en plena cuesta de enero. Primero en Liga y luego en cuartos de final de Copa resuelta con gol de Memphis y rematada con la forma en que el VAR desdijo al árbitro en penalti a Lamela.

Lo de hoy nada tiene que ver, se trata de alejarse del brocal por parte local y de no perder ripio en la sostenida batalla liguera. El Sevilla llega con el ánimo recompuesto mediante su triunfo en Vallecas, mientras que la tropa del Cholo viene con el mal sabor de boca que le dejó el inoportuno penalti de Reinildo la otra noche en ida de semifinal copera. Tres puntos en el aire de supina importancia y por motivos tan distintos como respectivamente trascendentes.

En el Sevilla ha revitalizado los ánimos esa pareja atacante que el lunes hizo estragos en Vallecas. La irrupción de Isaac y el retorno de En-Nesyri tras finalizar la malhadada Copa de África han insuflado de ánimo a la grey sevillista y ello hace que el pleito de esta tarde se vea más igualado de lo que se hubiera visto no hace tanto. Y aunque la pemanencia está este curso más barata que nunca, alejarse del brocal es asignatura de obligado cumplimiento para Quique y sus muchachos.